La lucha mexicana por la libertad de culto (29/03/2013)

-Recordamos la llamada “Guerra Cristera”.

 

¨Nunca ha sido tan fácil ganarse el cielo como ahora¨ fueron las palabras con las que el niño José Sánchez del Río convenció a su madre para que lo deje alistarse a las milicias cristeras.

La “Guerra Cristera” es quizá uno de los episodios más oscuros e inverosímiles de la historia mexicana; puesto que trajo como consecuencia la muerte de aproximadamente 50.000 mil personas, superando incluso a las bajas de la Revolución Mexicana, lo cual desencadenó en una profunda división en la población mexicana.  En 1927, el presidente mexicano Plutarco Elias Calles y el General José Fernando Rodriguez, promovieron la reglamentación  del artículo 130 de la Constitución, con el fin de pretender limitar el número de sacerdotes por habitante y tener una mayor injerencia en los asuntos internos de la Iglesia Católica a la que no se le reconocía personalidad jurídica propia, los actos de culto sólo podían hacerse en los templos y con un permiso por parte del gobierno, además se prohibió cualquier tipo de educación con carácter religioso. En respuesta a ello, los obispos mexicanos tomaron la decisión de suspender los cultos en los templos y autorizaron que los cultos pudieran realizarse en casas particulares, lo que a su vez trajo como consecuencia que los creyentes se levantaran en armas como protesta en contra del gobierno. Originando escuadrillas que más tarde fueron denominados como los “Cristeros”. El gobierno persiguió a los cristeros y consideró ilegales los actos de culto realizados fuera de los templos encarcelando y fusilando a los transgresores.

 

Por su parte, los “Cristeros” fueron milicias de laicos, presbíteros y religiosos que se oponían a la aplicación de políticas públicas orientas a restringir la participación de la Iglesia Católica en los bienes de la nación y en los procedimientos civiles. La milicia cristera estaba conformada por diversos sectores de la sociedad, principalmente provenientes de Jalisco, Guanajuato, Colima, Nayarit y Michoacán, pero posteriormente, otros católicos de distintas partes de la República mexicana se unieron a éste movimiento. Esta milicia se encontró bajo el mando militar de Enrique Gorostiera, un general del ejército mexicano quien fue contratado por el valor de 3mil pesos de oro mensuales para dirigir a la milicia rebelada, sólo después de su mando y de sus hazañas en acción, es que se  habló del “Ejercito Cristero”, ya que reorganizó, entrenó y disciplinó al ejército cristero. Se dice que el General Gorostiera . impresionado por la gran fe de sus soldados se convirtió al catolicismo, en palabras del autor del libro la cristiada Jean Meyer “descubrió la auténtica cristiandad en la fe de sus soldados” Murió en la Hacienda del Valle, en Atotonilco el Alto, Jalisco, en junio de 1929, apenas 19 días antes de la firma de los tratados de paz.

 

El 21 de junio de 1929, los obispos llegaron a un arreglo con el gobierno en el sentido de reanudar los cultos, calmar a los insurrectos y a cambio el gobierno dejaría de inmiscuirse en los asuntos internos de la Iglesia a la que no se le reconocía de todas formas personalidad jurídica alguna y tampoco se permitió (al menos oficialmente) la existencia de escuelas confesionales.

Sonny Sotakuro