El castigo de los dioses: la retroencarnación infinita (“Relatos de El juego de las almas”, 4, 05/05/2014)

El juego de las almas

 

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El castigo de los dioses: la retroencarnación infinita

 

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Él me llamó Erzsébet. Aquel nombre me era ajeno desde hace ya demasiado tiempo. Pasó horas explicándome todo: esbozó el panorama pero no pudo delinear ningún detalle. Aquel al que suponíamos el elegido confesó ser un condenado. ¿Cuál era su crimen? ¿Por qué estaba ante mí? ¿Realmente venía del futuro? ¿Realmente me diría el origen de nuestra organización? Estábamos en un cuarto muy oscuro. Apenas podía distinguir una mesa y las sillas que ocupábamos. No parecía ser algo real.

 

Me dijo que todo comenzó en una gran guerra. La Tierra era solo un lugar para hacer escala. Eran seres de una moral avanzada. Eran dioses. Pero él repudiaba a los humanos. Los consideraba seres débiles y efímeros que no merecían ascender más allá de la categoría de esclavos. Sus hermanos discreparon y él inició la guerra. Él estaba solo pero pudo soportarla por muchos años. Cuando lo derrotaron, lo volvieron humano. Lo lanzaron a una dimensión ajena en la que él nacería y moriría sin descanso o felicidad. Su condena sería mayor: nunca sería capaz de retomar ningún proyecto. Se movería al pasado constantemente y siempre reviviría heridas, traiciones y batallas desde diferentes bandos. Él mismo podría ser su propio verdugo. Sería también despojado de sus poderes pero también se vería incapacitado en su naturaleza humana. La única escapatoria era el aprendizaje de algo que jamás había logrado entender. ¿Era el amor? ¿La humildad? ¿El sacrificio por el ser amado? Nada lo había sacado de su prisión.

 

“Yo he sido los 9 sugaar”, confesó. “Conozco sus motivaciones”. “Ya he vivido esto desde tu perspectiva, Erzsi”. “Pero hay algo que nunca he intentado”. “Quiero mostrar lo que he aprendido”. “Debes tomar mi vida, Isabel; pero no solo mi vida temporal sino mi entera existencia”. “Cuando seamos uno solo, esta prisión dimensional será disuelta; pasado, presente y futuro finalmente estarán juntos como cuando era capaz de admirar la verdadera naturaleza del Tiempo”.

 

El resto de revelaciones las guardó en secreto Julián. Todo había vuelto. Los 3 últimos días se fueron a alguna otra parte. Gil, Jorge y Julián otra vez estaban a mi lado. Artyom regresó pero, ahora consciente de la oscuridad que vivía en él, decidió alejarse. Vetala también había regresado así como el temido noveno sugaar. Debíamos repetir la batalla. Pero nada sería ya como el futuro que el décimo me mostró. Nuestra guerra no debía ya involucrar gente inocente. Ninguna persona sería sacrificada. Con mi nuevo poder me encargaría de liderar una misión que nos llevara al pasado sin destruir este presente.

 

 

Isabel, la tercera sugaar.