Pensamientos de Esteban Continente, varonista e historiador desempleado.
29/06/2013
Me observan. He tenido esta sensación desde la semana pasada. Sensación que se ha incrementado desde que recibí aquel correo. Se incrementó por las advertencias de Aldo y se han mantenido así desde que hablé con «Sofía». No puedo mantenerme tranquilo ni la mitad del tiempo. Conservarme sosegado es imposible. No puedo evitar mirar a los lados cuando camino. No puedo evitar recordar el correo. Mi hijo será bautizado el martes y no dejo de pensar en el correo. Trato de distraerme y llamo a algunas prostitutas. Me dicen que están ocupadas. Les digo que les pagaré por la charla. Una acepta. Habló con Marita por una hora. Me ofrece sexo alocado pero escucho unas voces impropias. Es una conversación. «¿Con quiénes estás?, Marita». Marita hace una extraña pausa. Las voces se callan. «Con unos clientes». Cuelgo.
Recuerdo el correo. Marita llama a mi teléfono desesperadamente. Apago el celular. Veo un sobre que no había visto antes. ¿Un sobre? Es de un tal Ander. Solo dice «demasiado». No lo entiendo. Chateo un rato con Aldo. Le cuento lo ocurrido. Me dice que en unas horas irá a encontrarse con Javier, el hombrista. Me dice que habló con «Sofía». Me cuenta el complot gubernamental. Me río mientras le doy la razón en casi todo. Él no puede ver mis risas. Nadie puede verlas. ¿O sí?
Alguien toca la puerta. No atiendo. Insisten. La golpean. ¿Qué les pasa? Veo con dificultad a través de mi puerta de vidrio. Son dos hombres vestidos en traje. Y casi puedo percibir que cada uno carga objetos negros. ¿Serán pistolas? Regreso a mi cuarto, tomo mi celular y trato de salir de mi casa por una ventana del segundo piso. Me da miedo saltar. Los dos hombres insisten. No queda otra alternativa. Destruyo mi monitor. Acabo con toda la evidencia. No queda tiempo. Rompo la ventana y salto hacia la calle. Caigo del segundo piso. Apenas tengo unos rasguños en el brazo. Mi smartphone está a salvo. Tengo en él la información que me hace falta. Lo utilizaré para llegar a Aldo. Pero ahora debo correr.
Debo correr. Debo correr más rápido. Debo correr más rápido que ellos. Tú puedes, corre. Corre, no te detengas. Detrás de esa casa. ¡¿Dónde está Aldo?! Piensa. Rápido. Sigue. Recuerda. Corro. No sé hacia donde. No lo sé. ¿Qué hago? ¡¿Qué hago?! Debo correr. No sé si los he perdido. No puedo confiarme. No puedo pensar. No puedo. No puedo. Debo correr. Debo correr a cualquiera parte. ¡¿Dónde está Aldo?! Corro. No sé qué hacer. Saco mi smartphone. Uso una aplicación. Corro. Debo correr. Los he perdido. No lo sé. Ahora conozco la dirección. Corre, más rápido. Corre, seguro falta poco. Falta poco. Ahora lo sé. Ya no puedo más. Debes correr. Por favor, sigue. Corre. Lo veo. Lo veo. He visto a Aldo. He visto a Aldo. ¡Lo encontré! Corre, vamos. Corre.
Es él. Debo mantener mi distancia. Ese debe ser… debe ser Javier. ¿Por qué el gobierno me persigue? ¿Qué quiere de mí? ¿Quién me mandó ese correo y con qué propósito? ¿Será quizás porque evado impuestos? ¡Nunca me someteré a la coacción estatal! ¡Soy un hombre libre!
¿O será porque hago trabajar a mi hijo? No dejaré que ellos marginalicen a mi hijo. Él quiere trabajar voluntariamente y deben dejar que lo haga. Utilizo mi smartphone para entrar a internet. Vuelvo a leer el mensaje amenazante. Es una mujer que nos insulta. Dice que somos parte de una mafia pro trata. Aldo dice que en realidad se trata de un hombre. Un hombre del gobierno.
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Ese texto ha agravado nuestros problemas. Debo destruirlo. No quiero saber más del varonismo. Quiero renunciar al partido. Juro que si me capturan, diré todo lo que sé a cambio de mi libertad. Marita vuelve a llamar. Cuelgo las 5 llamadas. ¿Y si esta puta está con el gobierno? Recuerdo que mi celular tiene GPS. Lo arrojo contra el piso y lo aplasto hasta que se ve inservible. Javier y Aldo empiezan a caminar. Yo decido regresar a mi casa. Me he dado por vencido. Si quieren atraparme, háganlo. Ya no me importa. Solo quiero que sepan que mi desaparición tendrá culpables muy claros. Apártenme de mi hijo. Desaparézcanme.
Regreso a mi casa derrotado. Y veo a varios hombres en las puertas de las casas. Son los testigos de Jehová. Ahora todo tiene sentido… ellos son parte de este complot.
3 comments
¿Y las pruebas de todo estan?
Los testigos de Jehová parte del gobierno…¿No es una novela de paranoia esta?
En fin.
Si tiene la sensación de que lo observan, vaya al psiquiatra. Eso se llama PARANOIA.
Jajaja, esto también te lo creíste, no?
Seguí así y comenta lo todo, sin dudar.