– Ander Zugasti es ahora mi líder en la «Operación diáspora».
– Colaborará en mi venganza contra «el gángster» y «el cocinero».
*Texto de Esmeraldo (Jhonny).
Me usaron pero no pudieron desecharme como al agente que asesinaron en Brasil. Yo siempre supe que tenía que enfrentarlos. Ese momento es ahora. Ya no me pueden hacer nada. Ahora lo que haces, Héctor, me parece algo de un niño que está jugando a la guerra con sus soldados de plomo.
Ander, en nuestro encuentro, me dio suficientes pruebas para saber que sus planes son reales. Aunque no se presentó ante mí como sí mismo. Utilizó a un intermediario que me mostraba la evidencia mientras la voz de Ander invadía la sala.
Ander Zugasti, el joven artífice de los altos al fuego
(imagen que encontré rebuscando en Internet -aparece como «logo+Ander+Bertol»-)
Saben tanto Héctor como «el cocinero» que un grupo terrorista tiene agentes que se encargan de la acción mayor, la acción política (brazo político), de la menor (las guerrillas), la de los flancos, el callejero y el reclutamiento. Pero tampoco se pueden ignorar el labor de los que se encargan de logística ni de los que se encargan de las «puestas en escena». Este grupo está tratando de participar en las elecciones por medio de innumerables partidos. Para esto era esencial unos años de reducción de violencia y el comentado «Alto al fuego definitivo». Aquí entra Ander Zugasti y su grupo de empresarios snobs. Mientras me contaba exactamente lo que hacía, él (o eso) no evitaba reír de esa manera tan tenebrosa propia de alguien que solo es una voz impersonal. Yo temerosamente lo secundaba y pretendía compartir sus bromas (mientras un muchacho encapuchado seguía sosteniendo un maletín).
¿Qué papel debo jugar en todo esto? El encapuchado me mostró lo que contenía el maletín. Ander, desde no sé dónde, me dijo que tenía 40 minutos para leerlo. Eran 5 páginas sin ninguna imagen. «¿Aceptas o…?». ¿O qué? ¿Qué me hubiera esperado si no aceptaba? Solo puedo sospecharlo. No me sentí amenazado. Lo que leí era perfecto. Era el resumen de lo que haríamos los siguientes dos años. Yo acepté. Él me dijo que se encargaría de «el gángster» y «el cocinero». Que ya no me preocupara. Me dijo que los haría confesar el paradero de mi hermana. También me comentó que no fuera discreto. Y no lo seré.
Regresando a Buenos Aires recordé lo que me dijo sobre el Varonismo. Me comentó que Aldo Andonegui era su perro. Que le había dado información valiosa sobre empresarios argentinos que estaban fisgoneando España. Que quería intimidarlos por medio de ese muchacho. También me reveló quiénes son personas reales y quienes alias. Así como información de la gente que administra este espacio. Aprovecho este momento para decirles a las cinco personas que lo hacen: no inventen personajes como «Sebastian Yanguas» o estas colaboraciones acabarán aquí mismo (y no será lo único que se acabe). Si el tal mequetrefe existe, exijo conocer la cuenta por la que se comunica con ustedes.
¿Ander Mugica Andonegui? ¿Tiene alguna relación este muchacho?
Ahora ya no debo preocuparme por los delirios de escritores frustrados. Solo debo recuperar lo que se me arrebató y cobrarles de manera proporcional a esos traidores.
Pero antes tengo asuntos pendientes con la organización «Despégalo» y el tal Juan Carpentier (¿»el cocinero»?).