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La Unión civil, los criterios democráticos y la homofobia

La Unión civil, los criterios democráticos y la homofobia

por Rodrigues, administrador de «Ateísmo refutado«.

 

curas gays

 

Rorty nos habla de ampliar nuestra lealtad y no solo tener ese vínculo con el clan o comunidad particular. Dice que debemos ampliar esta lealtad, basada en las emociones y empatía pero también en la razón, a la humanidad entera. Su énfasis es en el diálogo y en la autoevidencia de que cuando dos personas de distintas comunidades conversan es debido a que hay creencias y conceptos que tienen en común. Rorty declara que “no existe ningún tribunal de la razón transcultural que pueda definir la superioridad”. Sin embargo, esta definición nos deja inermes antes el relativismo o al menos así parece en apariencia. Recordemos que Rorty es occidental. Un occidental sin pretensiones universalistas. Su perspectiva parece débil. Si no existe tribunal supracultural (por encima o ajeno a la cultura que lo proponga), estamos ante la pérdida de legitimidad de la cultura occidental y su sistema sobre otras culturas y sistemas políticos. En el presente texto analizaré también la discriminación de la que son víctimas los homosexuales y las actitudes homofóbicas.

 

Para sostener esa renuncia a la superioridad de lo occidental (etnocentrismo occidental democrático y laico) se debería colocar los sistemas políticos y las culturas de izquierda a derecha partiendo de un valor “objetivo” y “universal” en un sentido menos pretencioso que el que le dan otros autores. Para Rorty, algo en común sería el dolor ajeno y físico (el cual se puede percibir por la empatía que es común a todos). Entonces tendríamos de izquierda a derecha los sistemas desde el que promueve abiertamente el sufrimiento hasta el que evite la violencia. Así la democracia republicana que conocemos no saldría tan mal parada y seguramente estaría más cerca del lado derecho con los sistemas que evitan el sufrimiento y los conflictos. Y al otro extremo estarían las dictaduras más represivas que no dudan en cometer genocidios. Teniendo en cuenta este marco teórico, la Unión civil homosexual no debería tener problemas en ser aceptada porque en principio no implica dolor físico a ninguna persona. Ni sufrimiento más que moral de algunos individuos. Pero vale hacer unos apuntes al respecto. Rorty no cree en nada suprahumano como los platónicos. Ni en esencias ni en absolutos. Él es seguidor del giro lingüístico. Solo hay descripciones hechas por humanos. De ahí también que pueda concluir que toda justificación en Dios (o algo superior, supracultural o absoluto) no tiene sentido. Recordemos que es agnóstico. Pero también debe admitir que en el mundo en el que nos desenvolvemos hay “juegos de lenguajes” distintos. Hay ámbitos distintos que se rigen por criterios distintos. Así como el significado depende del contexto. La verdad de una afirmación depende del contexto y los criterios. La democracia republicana laica es la que mejor encarna el espíritu rortyano de evitar el sufrimiento y no apelar a justificaciones superiores como Dios. ¿Por qué entonces no sería exportable? El detalle con la Unión civil es que debe ser debatida bajo los criterios de lo razonable y la coherencia interna y externa del discurso. Es lo que se le demanda a cualquiera que ansíe convencer a otros en el contexto de una democracia republicana laica. No estamos en el contexto de un choque de culturas occidental contra oriental sino en la discusión de personas a favor y en contra de la Unión civil, ambos partes de una cultura occidental y que tienen valores compartidos. Son demasiado parecidos. Solo entonces deben llegar a un acuerdo siguiendo los criterios de su cultura.

 

El tema de la Unión civil sí puede desligarse del de la homofobia. Hay una actitud errada sobre toda tendencia conservadora. Se la tacha de dañina. ¿No se quiere acaso conservar los valores democráticos que garantizan la discusión libre? En ese sentido todos somos conservadores. La misma actitud poco crítica y más insultante (llegando a lo pueril) podrían tener algunos anarquistas (anarcocapitalistas, por ejemplo –una rara quimera con presencia en Estados Unidos-). Podrían tacharnos de reaccionarios. No es malo ser conservador entonces. Al menos no así en abstracto. Pero parece que en el contexto actual donde ya se es libre (donde la mujer vota y donde no hay esclavitud), habría que defender y conservar lo que ya se ganó. Por supuesto que ha habido cambios. Nugent describe cómo los migrantes de la sierra peruana sufrieron discriminación al llegar a la capital peruana. En los 60´s y hasta los 90´s hubo un discurso de discriminación que anteponía lo blanco de lo cholo basándose en, por ejemplo, lugar de residencia: casas (limpio) y pueblos jóvenes (suciedad). Ser blanco se volvió algo aspiracional. ¿Eran estos racistas conservadores del orden establecido? Lo eran. Así como quienes defendemos la democracia republicana laica. La diferencia radica en la valoración de la igualdad. Los llamados blancos discriminaban a los migrantes de la sierra también por un tema cultural pero en gran parte por una actitud postcolonial. O sea, o pura ignorancia o una convencida defensa de sus intereses de grupo o su dogma caprichoso. Algo homólogo es lo que sucede con los homofóbicos. Por pura ignorancia o defensa de un dogma es que atacan a los homosexuales (pueden llegar a agresiones físicas –lo cual Rorty desaprobaría totalmente al igual que todos-). El dogma en este caso es religioso: una creencia fija que no acepta cuestionamientos, un absoluto que va más allá de la cultura o las descripciones humanas. Un capricho. Pero a la oposición a la Unión civil no necesariamente tiene este trasfondo. O al menos se debe apelar a algo distinto a “Dios lo dice” para que sea válido como argumento en el contexto de una democracia republicana laica con determinados criterios en la discusión. Y esto sí sucede. Sí hay argumentos ajenos a los religiosos para oponerse a la Unión civil. La mayoría son jurídicos y otros se enfocan en señalar que el tema central y verdadero es la crianza o adopción de niños y no la mera unión de dos homosexuales. El llamado lobby gay habría invertido el orden por pura conveniencia con el fin de ganar el debate gracias a los medios y la emotividad de su discurso (con eslóganes como los de la igualdad y la tolerancia). Pero el punto acá es que no se puede creer en el falso dilema de que todo aquel que se opone a la Unión civil es homofóbico o lo hace bajo un trasfondo religioso o que solo tiene “argumentos” religiosos.

 

Como conclusión, se puede ver que Rorty resuelve su aparente debilidad en cuanto a deslegitimar y quitarle superioridad a la cultura occidental, pero busca otra manera de consolidar alguno de sus valores como evitar la violencia y el dolor (físico). Así como recomendar la conversación bajo ciertos criterios y no caer en lo fácil que puede ser simplemente declarar a otro irracional porque no coincide con uno. También vemos que en el contexto de una democracia occidental, ya hay criterios bajo los cuales dos conciudadanos deben discutir: lo razonable, la coherencia interna y externa del discurso y el respeto (no usar falacias ni manipular ni ad hóminem). Teniendo en cuenta esto, vemos que hay personas que se oponen a la Unión civil siguiendo y respetando estos criterios, pero que hay personas que discriminan a los homosexuales por puro caprichos replicando la discriminación que sufrieron largamente los migrantes de la sierra peruana.

 

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Ver también:

La religión, el hombre de paja favorito del lobby gay (“No a la manipulación”, 02/07/2015)