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El «disidente moderno»: el tema central de la década de los nuevos 20´s («Editorial de despedida», 06/05/2013)

– El otro tema es «Hombre intelectual vs hombre pasional».

*de Daumier.

 

2021 marca la publicación de una novela celebrada e incomprendida. «La lucha del disidente», la cual leí por primera vez en una mala traducción, fue al principio comparada burlonamente como una versión barata de «La rebelión del Atlas». Después de un tiempo se la entendió como un reformismo del individualismo. En este punto fue explotada televisivamente como un producto de masas. Sus frases, simples pero certeras, fueron arrancadas de su contexto ficticio y convertidas en eslóganes usados por gente tan variada como musulmanes y viejos derechistas (con aparente ideología nueva). Llegó el año 2033. La novela quedó como un viejo referente de la despreciada cultura pop. Fue en este momento que conocí al autor con el cual compartí algunas charlas. Él pretendía enseñarme cosas y lo logró aunque estas enseñanzas fueran más para mi vida personal que para mi vida académica. Él ya estaba venido a menos pese a (o mejor dicho «gracias a») tener un grupo de seguidores que deformaban todo lo que decía. Bajo un espíritu disidente fue que le comenté mi completo desacuerdo con su novela y sus otros textos casi desconocidos. Sonrió.

Dos años después, a los 15, me cansé de escucharlo. Él ya no tenía nada que enseñarme y su pequeña fama no era más que propia de la era de lo instantáneo y fugaz. Nunca fue mi ídolo pero sí lamenté que nunca pudiera cerrar su propuesta. Sus textos estaban cargados de incoherencias por todos lados. Le aparecieron seguidores nuevos que no hacían más que hacerlo ver incluso más incoherente. En ese momento comprendí que la única manera de salvarlo era ahogándolo. Él debía morir junto a su obra actual y renacer con algo nuevo. En este momento, desde el anonimato, nació mi álter ego y el neoeclecticismo, un movimiento que combinaba la bulla moderna con el análisis clásico.

Lo reté en muchísimas oportunidades. Lo provoqué hasta que salió a defenderse. Aunque parezca difícil de creer, nuestro intercambio público atrajo mucha atención (lamentablemente el 80% de la curiosidad era sobre mi identidad). El sujeto volvió a crear. Él renació. Luego, yo desaparecí.

 

 

D. H. V.