¡La Cultura con C mayúscula merece perecer! (“El hegeliano”, 07/05/2013)

La Cultura: ¿¿Porqué una cultura es superior a la otra??


*de Daumier

 

Por mucho tiempo, en el habla cotidiana, se ha usado  la palabra cultura con c  mayúscula, como si fuera lo único que es cultura, es decir: la música clásica, el teatro, la opera  etc. Sin embargo, para una definición de cultura más apropiada es imprescindible  usar un método de acorde a la que esta se encuentra relacionada. Para la antropología, por ejemplo, cultura es algo que todo el mundo tiene: todo lo que la gente hace, tiene, piensa y como se comporta dentro de un grupo humano. Es decir una serie de códigos que se comparten, una serie de símbolos, una serie de red de significados que hacen que nuestra vida sea totalmente manejable en sociedad. Por ejemplo, el hecho de que nos demos la mano, nos saludemos de cierta forma, que entendamos nuestras actitudes hasta que compartamos una cultura. De tal forma que aquellos que prefieran a Mozart , tienen cultura, así como aquellos que prefieren oír a Vico y su grupo Karicia. Entonces se puede deducir que no es sólo patrimonio de un grupo humano, es un patrimonio de todos. Sin embargo,  lo que en realidad sucede es que generalmente  un discurso de poder se ha apropiado como cultura única y exclusivamente a esos grupo dominantes. Así, como los discursos del ministerio de cultura o el instituto nacional de cultura que tienen a su cargo los museos. Generalmente buscan tener una suerte de exclusividad a un cierto tipo cultura culta, es decir una cultura oficial, que es la cultura de elite. Dentro de esta podemos encontrar corrientes como la música clásica, el teatro, la opera. Por otro lado, en el caso del Perú podemos encontrar algo muy interesante, ya que no sólo se considera cultura a la cultura oficial sino también a la cultura tradicional. La cultura tradicional es una especie de indigenismo romántico, esa idea congelada en el tiempo sobre Machu Picchu, Los Incas, la idea del mundo andino lleno de misticismo y ternura. Que aparece en las postales, en los afiches de PROMPERÚ, los folletos de turismo, etc. Sin embargo, tanto la cultura oficial, la que instituye la escuela o la iglesia, como la cultura tradicional no son las únicas manifestaciones. En medio, hay toda  una cultura popular,  la cual es bastante interesante porque en las interrelaciones diarias este tipo de cultura, la cultura chicha como algunos la denominan desde la década de los 70´s, no es considerada cultura. Es decir no forma parte de la cultura de élite y tampoco forma parte de la cultura tradicional. Se la observa como una cultura que no tiene el “nivel” de aquellos que pueden gozar y estar preparados para consumir un tipo de cultura compleja (según sus propios consumidores); No tienen el romanticismo de la cultura tradicional, lo han perdido porque es una cultura de migrantes, es la cultura popular urbana, la cual tenemos y es hasta cierto punto mayoritaria en el caso limeño y toda ciudad del Perú.

 

El hecho de que la cultura popular no sea catalogada como cultura en el habla cotidiana o las relaciones cotidianas, le otorga una libertad inmensa. Y es así donde vemos, por ejemplo: Las vedettes bailando, es aquí donde vemos cadáveres en las primeras planas de los periódicos, donde vemos chistes de toda tonalidad, etc. Al no ser considerada cultura, por una buena parte de la población, goza de ese tipo de libertad. Es una cultura popular. Donde la definición de popular es aquello que es gustado y consumido por un gran numero de personas. Popular, en el caso moderno, es algo que es difundido masivamente por los medios de comunicación.  Popular es aquello que no es elite. Popular es aquello que no pertenece a un grupo sofisticadamente poderoso. Lo que se genera ante esto es que lo popular se contrapone, se construye, en contraposición de aquello que es considerado especial, diferente, etc.  Cierto es que la antigua escuela de Frankfurt, consideraba a la cultura popular como un peligro porque generaba un tipo de dominación, era hecho por un grupo de poder para el pueblo, era una forma de estupidizar al pueblo. De una manera los pensadores de esa época  estaban temiendo fenómenos que ya se venían venir, como el nazismo o incluso el capitalismo. Curiosamente se referían también a cuestiones o temas que en la actualidad no consideramos del sector popular como el Jazz o el Rock. Lo que la escuela de Frankfurt temía era esa idea de manipulación por parte de un grupo de poder hacia la masa popular que iba a ser necesariamente a través de contenidos que los iban a nublar. Este tipo de concepto, de considerar lo popular como un arma de grupos de poder para manejar grandes cantidades de gente, pasa también por suponer que la gente no negocia ni  interviene en los contenidos. Si se usa medios masivos de comunicación, se sabe que estas son empresas y son grupos de poder los que producen muchas veces esta cultura popular. Así, tenemos por ejemplo que El Comercio tiene “El Trome”; el grupo “La República” tiene “El Popular”; El grupo “Ojo” tiene “Ajá”; O que los programas más populares son los programas cómicos, las telenovelas que son producidas por grandes empresas de televisión. Sin embargo, la relación no es tan directa, necesariamente tiene que haber una negociación, es decir “Trome” tiene que entrar en contacto con sus lectores y determinar qué gusta y que no. Trome contrata una serie de redactores que se catalogan ellos mismos de origen popular. Los gustos son unas cuestiones que se negocian, no se producen de forma tan pasiva.

 

Finalmente, se crea un eterno debate cultural que se da en la ciudad de Lima constantemente y en las ciudades del Perú. Sobre una cultura que tiene horror al vacío, una especie de barroco moderno. Por otro lado, este tipo de cultura ha permitido un triunfo de las emociones. Un triunfo a la búsqueda de sentido de una sociedad que se alzaba como racista y represora para el migrante. Tenemos que una serie de discursos agresivos, sexuales, que entran sin mediación a través de los diarios chichas, a través de los programas cómicos por ejemplo. Tenemos también una informalidad total, no sólo económica sino también en el trato. Creo yo que el humor es uno de los pilares fundamentales para esta cultura, el humor como una especie de “caballo de troya” donde se dan críticas y autocríticas de la sociedad. A lo largo de la historia del Perú, hemos observado personajes como los caracterizado por Tulio Loza, haciendo el papel de migrante andino que aprende las normas de la sociedad; Programas concursos como “Trampolín a la fama”; Grandes programa como “Risas y Salsas”. Y esto se debe a que la cultura popular ha usado el humor para, por un lado poder lanzar contenidos que de una forma estarían siendo reprimidos. Se podría aplicar el famoso texto de Freud acerca del chiste y su relación con el inconsciente: donde la agresividad con contenidos sexuales pueden fluir de manera inocente a través del humor. De esta manera, temas como ser machista o racista que son mal vistos, por medio del humor, fluyen. Entonces tenemos chistes como los de Melcochita burlándose de sí mismo o de su propio color, tenemos a las vedettes participando en estos sketchs sexistas donde se burlan un poco de la mujer como objeto, chistes de los cómicos ambulantes, donde cogen a alguien del público y se burlan de su apariencia. Todos estos ejemplos que se dan, estos tipos de represión, que la sociedad y el discurso imperante que proviene de la cultura oficial y que  controla de manera tan fuerte, y que se libera a través del humor.  Usando una  perspectiva Kantiana, donde nos da risa aquello que nos sorprende, aquello que interrumpe nuestra línea de pensamiento generando este tipo de acción respiratoria que nosotros denominamos como risa. Como no todo es humor, también los discursos melodramáticos son importantes en lo que a sido nuestra cultura popular. Telenovelas por ejemplo como “Al fondo hay sitio” que es una suerte de miniserie interminable, encuentra una suerte de narración costumbrista acerca de la nueva situación limeña de convivencia de grupos sociales en una sola área. Entonces a través de discursos dramáticos que originalmente fueron creados después de las grandes revoluciones europeas, para generar discursos morales prescindiendo del discurso religioso, llegan aquí transformados en novelas que tienen un humor costumbrista.

 

Tan poderoso y tan importante es el contenido popular en  los discursos sociales que la religión no esta excluida de ello. La religión que llega nuestro país como parte de un discurso colonizador, un control social del cuerpo y de la moral se ve revisado a través de la aparición de nuevos santos o la aparición de nuevas santas. Así, en la cultura popular, una muchacha que nace humilde en Ancash y que migra a la ciudad para morir muy joven, se convierte en una santa de los pobres. Una santa que ya no tiene los ojos azules, que no tiene el cabello rubio de las vírgenes, pero que mantiene algunos de los contenidos sí virginales: Uno de los milagros que se dice de “Sarita Colonia” es que se salvo de ser violada, puesto que su vagina se cerró milagrosamente: las prostitutas la hacen su santa. Otros dicen de Sarita Colonia que trabajaba como empleada domestica en una casa y que su patrón la trataba mal: las empleadas domesticas la hacen su santa. Existe quienes dicen que la acusaron de un robo mientras trabajaba como empleada domestica y debido a eso la torturaron: los ladrones la hacen su santa. En general, lo que resulta es una santa de marginados, una santa que tiene algo que nunca la hará oficial, que no es vista como una santa para seguir como ejemplo sino como una suerte de pariente o amiga. Entonces lo que tenemos es una estrategia de adaptación constante para entender cómo, no solo aquí en la tierra sino también en el cielo, nos adaptamos a la realidad. El tema de los santos es importante porque estos nunca van a ser reconocidos por la iglesia oficial así como la mayor parte de sus feligreses nunca van a ser reconocidos por el Perú oficial, en el sentido de que siempre van a formar parte de una informalidad. Lo que vemos pues es que la cultura popular ha sido una respuesta frente a una serie de estímulos y frente a una serie de encuentros que ha tenido el migrante aquí en la ciudad, una respuesta a la modernidad. Ese tipo de modernización impuesta que cruza discursos, a la vez capitalistas, mercantiles, con discursos que ya existían en el país.

 

 

 

Sonny Sotakuro

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