De Ángel Bermúdez (9 años), el periodista asalariado más joven del país.
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Lo vistoso de esas nubes me impedían ver el sufrimiento. Yo jamás había reparado en la existencia de clases sociales o jerarquías. No sabía de las carencias de mis amigos y tampoco de las mías. Recuerdo todos los juegos y risas. Recuerdo todo lo del año pasado.
Mis amigos dejaron de asistir al colegio. Le pregunté a mi profesora qué pasaba. Ella jamás me respondió de manera sincera. Encontré a mis amigos y me dijeron que estaban trabajando. Los perdí. Fueron las primeras personas que perdí. Fueron como mis primeros muertos. Y luego me perdí a mí mismo. Dejé el colegio. Nunca más volví a ver a la profesora. No dejé de llorar.
Mi papá me llevó muy lejos. Viajamos en bus. Me presentó ante un hombre muy alto y feo. Él me examinó. Mi padre se fue, y conocí más amigos y mi desgracia. Pasé mucho tiempo en ese lugar; nunca supe cuánto.
Un día el señor alto y feo me llevó a otro lado. Conocí a Esteban Continente. Él me adoptó. Él es ahora mi papá. Le dio algo de dinero al señor y me salvó. Esteban me hizo entender que la pobreza causada por el Estado había apartado de mí a mi madre y a mis amigos. Mi nuevo padre me hizo entender que el anterior era un liberticida que creía que algunas personas pueden ser sacrificables.
Mi nuevo papá me hizo entender que el anterior era un socialista y que el señor que me obligaba a trabajar también lo era. Gracias a mi padre entiendo lo bueno que es el capitalismo. Ahora soy feliz y me gustaría que el resto de niños también lo fueran. Este periódico necesita más columnistas y les aseguro que es muy divertido escribir para este diario.
Ángel, hijo de Esteban Continente (varonista libertario)