A Reynaldo Peña, Obnubilado y Sempiterno
Harvey Dent, el Jano de Ciudad Gótica, presto a dorarle la píldora a una moza. Ilustración de Laloux, alias The Hate (también llamado Mr. Darcy).
Episodio I: Tal vez deberías pagarme para ingresar…
Hay veces en que detesto tener razón. Ocasiones donde desearía que mis vaticinios fallaran al menos en un 5%, en vez de ejercer la nada grata función de Nostradamus cultural de esta, nuestra Aldea (*). Son oportunidades cuando un torrente de recuerdos se transmuta en brutal déjà vu, y entonces una serie de premoniciones y ecuaciones asaltan mi psique, enseñoreándose de mi sinapsis y haciéndome esperar al milímetro las estupideces más seniles en la escena local.
Vale decir, la microfarándula de Turgalium City.
Me encontraba desarrollando nuevas aventuras lisérgicas para Mathoven: Agente del DIOS (Departamento Internacional de Operaciones Secretas), cuando mi compañero de útero me preguntó si asistiría a Trujillo en Papel: Festival de Fanzines, evento que tomó lugar en el Salón Dadá los días viernes y sábado de la semana pasada. Al coaccionarme para asistir a la muestra, toda vez que el primogénito de nuestro patrón _ Paulus, El Rabino Mochica _ ansiaba empaparse con la movida fanzinerosa de La Aldea, tuve que aceptar oficiar de cicerone, no obstante advertirle al mozo que no esperara precisamente arribar a la escuela de artes que pudo verse en el film Fama (1980, de Alan Parker).
Dicho y hecho. El esperpéntico afiche publicitario anunciaba la inauguración del festival a las tres de la tarde, más cuando llegamos puntualmente _ como es costumbre en varones como nosotros _, la puerta estaba cerrada. Al tocar, salió un muchacho, quien se excusó diciendo que el coordinador aún no había llegado.
Primera premonición cumplida. Y a rajatabla. Tal proceder, que en cualquier otra latitud bastaría y sobraría para desacreditar una actividad, se presentaba como el sello distintivo de la misma.
Dimos una vuelta y retornamos a las tres y cincuenta pasado el meridiano, pues le informé a mi judío kmarrada que nuestros artistas acostumbran demorarse entre una o dos horas para salir al ruedo. Dicho y hecho, nuevamente. Al ingresar al Dadá, recién se estaba implementando la exposición de fanzines y la comercialización de las nuevas publicaciones. Y en un pasadizo, sobre algo parecido a un cordel de ropa, un mancebo colgaba vetustas fotocopias, a modo de magras carnes que tal vez serían miradas con desdén. El reducido espacio del Salón se asemejaba a una ratonera, ideal escondrijo para quienes han decidido asumir la pose del _almibarado _ marginal (diré rol, para sonar más condescendiente).
“Esto ni siquiera me da asco…” profirió mi compañero, mientras revisaba un fanzine.
Una última mirada a aquella monocorde exhibición de ínfima autoestima y decidimos retirarnos.
Si…
Estaba enganchado otra vez.
Entusiasmado y disponido.
Episodio II: Si te juras marginal (sin querer queriendo, a lo mejorsh) y convencido(a) estás de que el aggggte no es lucrativo en La Aldea, si tu dogma exige creer en la inexistencia de un público masivo para el aggggte, en otras palabras, si de arranque te estás saboteando y/o metiendo cabes…¿entonces por qué adreim te quejas? ¿O acaso hace falta que señale tu mediocridad e impericia? (¡LOOR PARA LOS TÍTULOS PROFUSOS! ¡MAZORCA!)
Al separarme de mi amigo, mientras retornaba a mi casa, una serie de preguntas, cuyas obvias respuestas preferí desdeñar, fueron convergiendo en mi mente…
Pensaba en contradicciones. En las contradicciones que encontraría en el Salón Dadá (tal como debe ser en una estancia que se ha bautizado con dicho nombre, supongo).
El (esperpéntico) afiche promocional aseguraba un horario para el inicio del festival.
Y empezaba sesenta minutos más tarde. En caso sólo haiga sido una hora más tarde.
Anunciaba talleres. Talleres gratuitos.
Gratuitos.
¿Nadie cobra por esto? ¿Tan _ inconscientemente _ devaluados se sienten los historietistas de La Aldea? Pues es lo primero que se me ocurre: con toneladas de meticulosos manuales para aprender a dibujar comics y mangas, listos para ser descargados gratuitamente de internet, es obvio que un dibujante mediocre opte sabiamente en pesetear su trabajo y/o abolir cualquier emolumento hacia su labor.
Y festival…la palabrita festival…
¿Qué tenía eso de festival? Un festival se siente en la ciudad. Se respira. Mueve a la urbe. Se presiente incluso cuando uno está prisionero en la habitación y sin haber intercambiado palabra con otra persona desde hace varias semanas. La bóveda que va cubriendo la metrópoli disemina sus hálitos, haciendo de la cultura una entidad; algo vivo: bueno, patético o malo, pero nunca ignorado.
¿Dónde estaba el festival en el Salón Dadá? ¿En su microscópico ritual endogámico de focas absortas en aplaudirse entre ellas?
El letrero que se veía al entrar al local hacía pensar en un mercadillo, y lo que se veía en su interior reforzaba tal idea. Sin embargo, aquí se originaba otra incoherencia, pues pareciendo un bazar de arrabal, no se inhalaba aquel aire mercantil, bullicioso, vital y animado; de intercambios y presencia diversa tan continua como intensa; necesaria para considerarnos plenos.
En el Dadá no había festival.
Ni mercado.
Mucho menos feria (por favor, las ferias son algo serio, pregúntele, vía ouija, a Ray Bradbury).
¿Qué era entonces?
Recuerden que mis preguntas son retóricas…
Al día siguiente, cuando volví acompañado de mi hermano y otro amigo, tuve que reconocer que mi clarividencia era capaz de sorprenderme a mí mismo. Tan exactos habían sido mis pronósticos…
Episodio III: Sí, sí, confesamos que estos fanzines son bastante malos… ¡pero no los que te hemos mostrado!
Ocho de la noche del sábado. Una hora después de lo anunciado (la impuntualidad es una constante en estos grupos ARTISticos, ya sea por una informalidad asumida como espíritu transgresor, por ineptitud o por ambas cosas juntas), el conversatorio sobre la evolución del fanzine en Turgalium City se estaba desarrollando. Dentro de una habitación que hacía pensar en un negocio de sesiones espiritistas descaradamente fraudulentas, los señores Jaime Marcos, Óscar Alarcón y Luis Cabrera Vigo hablaron sobre el pertinente. En un rincón, yo y mis compañeros inspeccionábamos el recinto y al obscenamente escaso auditorio.
“¿Dónde están las 1879 personas que le dieron like a la página de facebook del Salón Dadá?” pensaba, quizá ingenuamente, “¿Ya está llegando el resto de 201 participantes _ según puede verse en el muro facebookil del evento _ del Primer Festival de Fanzines? Comprendería, y posiblemente celebraría, el que no sean una legión…pero… ¿en ellos no cabe siquiera el hermoso adjetivo de inmensa minoría?”
Las intervenciones de los panelistas, pródigas en papanatismos segregados por alguna cepa gestada en las trasnochadas resacas de la subterranía más achacosa, intentaron ensalzar la precariedad, el conformismo, la menesterosidad técnica y conceptual. Fue entonces cuando pedí la palabra y en dos patadas desestabilicé la velada under.
Es tan hermoso aguar una fiesta.
Como el niño describido por el divino Andersen, a quien sólo le bastó exclamar que el emperador estaba desnudo para que el pueblo reconociera las miserias de su gobernante, realicé una serie de preguntas, las cuales fueron imposibles de ser respondidas acertadamente. Al contrario, calibrando adecuadamente mis intervenciones, logré que aquella trinidad me otorgara la razón en todo. Mis ejemplos, en donde contrastaba otras realidades y actores _ no necesariamente pudientes _ como paradigmas de cómo realizar un fanzine de nivel casi profesional (a fin de cuentas, el magazine hecho por fans, ha sido en muchísimas oportunidades el preludio para que los youngbloods accedieran al poder editorial, cuando sus héroes y líderes ya mostraban signos de evidente declive), mis ejemplos, decía, eran inmediatamente desestimados, con el único y manido argumento del “acá no se puede eso” (¿se podrá alguna vez? csm).
¿Y por qué no se puede? Las explicaciones dadas por los popes de la escena local fueron tan maniqueas como mojigatas: aquellos adefesios pésimamente fotocopiados, los cuales albergan desde garabatos que hasta un crío con problemas psicomotores rechazaría hasta involuntariamente cómicos ejercicios de onanismo literario, son la única alternativa frente al decadente mainstream, y el osar pensar en dar el siguiente paso, esto es, profesionalizarse, evolucionar, refinar la propuesta, HACER EMPRESA, de manera seria, fuerte y competitiva, es ir contra las leyes de la indigencia artística, ¡digo, digo! del arte; toda vez que el público, innatamente lobotomizado por los poderes fácticos de los gobiernos de turno, es incapaz de discernir entre mierda y belleza.
Lo más patético era que se contradecían a cada segundo.
Y lo más divertido era que sho empleaba, a lo mucho, el 10% de mis podegues.
El señor Alarcón, mencionó al rock subterráneo como génesis del formato fanzine. Investigue un poco poquito poquitito y poquitín más, maese; el origen de este tipo de publicaciones se inicia en USA (¡Uyuyuyuyuyyyyy! ¡El Imperrio!!), a fines de la década de los 30s del siglo pasado, en un grupo de aficionados a los pulps de ciencia ficción, es decir, por seguidores de un fenómeno cultural, quienes diseminaron el interés por la fantaciencia en otros y otros y otros…
Hasta formar ejércitos enteros.
¡Ah, por cierto ciertonil ciertonoso y ciertonontífero ciertol! (sin desdeñar lo ciertonantanal, desde luego), ¿Cuál era el nombre de ese fanzine de ficción científica?
Desvíos. Su creador, el herr maese mister doktor Russ Chauvenet.
Desvíos. Una alternativa al camino ya transitado.
¿Los fanzines turgaliumitas ofrecen eso? (y hasta creo que estoy sobrevalorando a esas fotocopias llamándolas fanzines).
No. En lo absoluto. Es fácil distinguir en un buen fanzine pasión, compromiso, calidad; anhelos por trascender. Y para ello, un verdadero fanzineroso (y en el comic, pienso de manera rápida en ilustres hidalgos como Walt Simonson, Jim Starlin o Paul Levitz), ARRIESGA, tal vez no todo su patrimonio pero sí un buen porcentaje del mismo. Crea o se involucra con grupos disciplinados, donde el bajo presupuesto, la artesanalidad y las remuneraciones mínimas no están reñidas con el buen hacer y sobre todo, con la capacidad para seguir esforzándose en la brecha…hasta alcanzar la ansiada meta…
Si es que existe algo más allá del simple deseo de pasar el tiempo. Y si no fuera así, eso no tendría nada de malo. Conozco personas que han hecho de sus pasatiempos algo digno de admirar: hobbies como el plastimodelismo, la repostería o cualquier otra actividad manual, entrañan pericia y una sensibilidad estética óptima.
¿La escena local arriesga? ¿Ha arriesgado algo en estos más de veinte años de farsas grotescas?
El mismo señor Alarcón aseguró que en La Aldea nadies está disponido a dedicarse al 1000% al arte (entiéndase en su variable comic, rock, edición de libros y revistas, proyectos audiovisuales, etc). Y oportunidades han tenido. Financistas han existido. Pienso en el caso de Las Sumas Voces, o en los contactos establecidos en distintas instituciones.
Pero bueno, aquí se aplica la vieja frase: “Dale a un mono el fuego y quemará su árbol, no sin antes quemarse a sí mismo.
Dale el fuego a un ser pensante, y creará un reino…”
¿La escena local ha hecho de sus actividades al menos un pasatiempo medianamente entretenido? ¿Un divertimento reconfortante y catártico?
La vergüenza ajena, motor de múltiples carcajadas, ya no impulsa hilaridad.
¿Qué sí se dedican al arte al 2000%, susurran por ahí y aún así las gentes no responden?
Señores, señoras: ¿nunca se han preguntado que si su trabajo no despierta pasiones o un ligero interés…es sencillamente porque es rematadamente malo? ¿Pretencioso y soporífero? Un poquito de autocrítica ayuda en no pocas oportunidades.
Sobre la plutonía regional, es cierto, no es fácil que la empresa, estatal o privada, haga de egregio mecenas para los artistas locales. No obstante, trato de ponerme en el lugar del empresariado: si yo fuera un capitalista y los artisubtes tocan a mi puerta con el fin de proponerme financiar sus estupideces fármacodependientes al toquereque nomás exclamaría el magno: «¡Lanceros, lanceros!» o llamaría a la guardia pretoriana.
He llegado a pensar que aquí sobran financistas; los plutócratas están ávidos por soltar dinero, están tan ávidos que muchas veces sueltan billetes en cualquier imbecilidad…
Y claro, luego se arrepienten, csm…
En parte los comprendo, digo; quieren hacer empresa con el aggggte y cuando pasan revista entre sus exponentes actuales, se topan con cada mamarracho…
Entonces piensan: «¿Invertir en esto? Ni cagando…
Mejor invierto en comida…», XDD.
En un momento determinado, el señor Alarcón se contradijo _ de hecho sin querer queriendo _ al mencionar a Carboncito (una insulsa publicación de comics “alternativos” de Arti Town _ en estas dos últimas palabritas, léase artisbutes y Lima _) como ejemplo de un fanzine que había dado el salto hacia el grado de revista estándar. ¿Eso no se puede replicar en Turgalium City?
Periféricamente, claro está, pues ya estén hechas con papel couché o higiénico, este tipo de publicaciones me generan serias suspicacias. Tengo entendido _ rectifíquenme si me equivoco _ que Carboncito recibe auspicios. De ser así, ¿sus directores les pagan a sus colaboradores o la revista practica _ con o sin el consentimiento de ellos _ la inmemorial doctrina del perromuerto, lo cual confirmaría el cariz reaccionario de estas propuestas? Esto es, por un lado sus militantes y acólitos abominan de la profesionalización, regodeándose con sus formatos hiperfotocopiados, donde insignificantes plaquetas y desgrapadas hojas cobijan, en el mejor de los casos, inofensivos malditismos pletóricos en faltas ortográficas y sintácticas, y por otra parte, cuando obtienen una mayor jerarquía a nivel técnico, con efectivo presto a ser repartido, el espíritu gilí persiste a través de una mezquindad inaudita incluso para el mismísimo John Rockefeller en sus más codiciosos días.
Al preguntarle al señor Alarcón si había hecho un estudio de mercado o alguna especie de censo para asegurar que no hay público turgaliumita para el consumo de comics, no recibí otra réplica más que un desvarío absolutamente autorreferencial. Y en su expresión más baja. Para ese instante ya me solazaba percibiendo entre los asistentes las miradas de aversión y las ocasionales, tenues, risitas, las mismas que inferían la carencia de argumentos para refutar mis conceptos.
Y pensar que alguna vez, durante mi adolescencia, creí que estos grupúsculos habían monopolizado la actividad cultural.
Monopolizar. ¡Qué candidez!
Un monopolio, con todo lo negativo que pueda tener, entraña una presencia económica fortísima. Consumo. Movimiento. Una ofensiva mercantil apabullante, consignas que escandalizan _ consciente o inconscientemente _ a estos ARTIStas. Vamos, hablar de mercado, empresa, comercio y demás frente a ellos, es como nombrar a Satanás en el silencio de un convento.
Pues están convencidos de que cualquier actividad industrial corrompería su pureza estética. ¡Y cuan divertidamente transgresor puede uno sentirse al comprobar que basta con mencionar palabras afines al comercio para inquietar a dichos autores!
Cité otro ejemplo: el año pasado visité el museo dedicado a Haya de la Torre. No soy aprista pero me impresionó muchísimo ver en una de las salas la revista completamente artesanal que hicieron los presos políticos durante su cautiverio. Papel higiénico o de ínfima calidad pero exquisitamente decorado con emotivos dibujos y textos, hechos con residuos de lápices de colores, tintes de hojas o flores, bolígrafos a punto de dejar de ser útiles. Era en verdad impresionante cómo ese grupo de cautivos se aferró a la belleza, a la elegancia, incluso en aquellos momentos tan atroces. Si eso pudieron hacer estos hombres…pues que luego vengan estos niños y niñas a querer ofrecerme un bodrio con todas las ventajas que tienen frente a ellos (libertad, adelantos tecnológicos, internet, blogs, etc) pues simplemente es algo que no pasa aduana…
Casi lo olvido: si mal no recuerdo, Der Alarcón mencionó a la librería artitownista Contracultura como un modelo de empresa (o empresita) abocada a la difusión de la narrativa dibujada.
Claro, es lógico que un hombre que posee un modelo artístico tan oscurantista, esté desactualizado de las noticias relacionadas al mundo del comic, internacional…y nacional. Si está leyendo esto, herr Alarcón, revise los siguientes artículos del estupendo blog Comic Apocalipsis:
http://comicapocalipsis.blogspot.com/2012/04/premio-contracultura-de-novela-grafica.html
http://comicapocalipsis.blogspot.com/2012/08/turbio-premio-contracultura-de-novela.html
http://comicapocalipsis.blogspot.com/2012/05/la-mezquindad-de-benjamin-corzo.html
http://comicapocalipsis.blogspot.com/2013/07/visita-de-lito-fernandez-argentina.html
Compré un puñado de fanzines, dicho sea de paso. Gasté cinco soles en ellos.
“¿Sabes lo que son cinco soles? Cincuenta panes en mi casa…”, recuerdo que me dijo hace años un necesitado condiscípulo…
La trinidad fanzinerosa no supo qué otra cosa decirme. Acto seguido, mi estimado cófrade, el herr maese mister doktor Asgard Pete (alias Pedro Diez Canseco), pidió la palabra y opinó magníficamente sobre la necesidad de un empresariado inteligente para que el aggggte se eleve y difunda.
Pero él ya se explayará en eso.
Al salir por el pasadizo, observé otra vez las paredes, y reparé en el mísero comic que decoraba uno de los muros.
Era una historieta ilustrada por el señor Alarcón, cuyo texto, era toda una declaración de principios para los apóstoles del arte tal y como se concibe por estos lares…y me aventuro a decir que en otras zonas del país:
“Sucio puerco solitario, voy vomitando mi llanto y al verme tan inútil nadie quiere darme un beso porque apesto a estiércol y los mocos me los como y es penoso no poderlos compartir. Nunca nadie se atrevió a darme un poco de cariño.
Soy repugnante, un cerdo peor que un puerco, porqué será que si me miro en el espejo me entra ese mal sabor de boca y tengo ganas de escupir, será rabia que escupo, por mi asqueroso destino, soy peor que un marginado pero si reniego del sistema o maldigo esta sociedad, si me cago en este mundo, me cago en los calzoncillos, me contengo, no puedo evitarlo, me cago en todo y luchando contra mi sino, ni siquiera me permito ni la más leve sonrisa, pues si estoy alegre eructo, me atraganto en mi alegría y siempre se me escapa un pedo cuando me pongo contento no lo resisto, por qué será. Mi ser es un vertedero pura basura, una miseria, un gran montón de porquería, se me revuelven las tripas de tanto asco que me doy y vomito de tristeza cuando miro lo que soy, mi vida es una horrible pesadilla. A veces sueño que soy una fragancia perfumada sensual y ese sueño huele tan bien dulce ambrosía brisa primaveral. Quien podría dormir eternamente. Pero luego me despierto, ya volví a cagarme encima, ya volví a ensuciarme de nuevo me reencuentro con mi apestada realidad, con mi fétido pasado, mi putrefacto futuro…yo sufro de un horrible mal llamado diarrea mental.”
(*) David Novoa, 199…y algo. Si se prefiere, emplear también el nombre Turgaliumville.
Sebastian Gálvez Fargo