– Mi enemiga no dejó de existir hace siglos. Mi enemiga: la humanidad.
No he resucitado porque jamás he muerto. No he dejado de pensar en mis verdugos; un centenar de hombres y no una mujer.
He sometido a la muerte y ella me ha suplicado que la abandone. He vuelto inspirado por este muchacho. Pero no estoy más a su servicio. He tomado su lucha y la he hecho mía. Lo he tomado a él y él ya no existe. Mis enemigos son los mismos: hombres sin compromiso ni virtud; hombres condenados por sus afrentas. Son hombre que han traicionado los ideales y que al hacerlo han develado la enferma naturaleza humana.
No existen más bestias militares. Las guerras han cesado. Pero la intriga y las confabulaciones internas son hoy más frecuentes que antes.
A los enemigos de la libertad les digo que una vida sin compromiso ni virtud es una vida que merece acabarse. Y ustedes, señores traidores del pueblo, no tienen virtud y su compromiso es diabólico. Que la muerte caiga sobre ustedes. Ella, solitaria, los exige. Y uno a uno se convertirán en sus eternos amantes. No hay ya disculpas que valgan. No existe el arrepentimiento porque es hipocresía. Ya están condenados. Yo los he condenado.