– El texto final sale en marzo.
Texto de Max Aguirre.
Capítulo 2
Las “clases” azuzadas y domadas
– La televisión como domadora; la prensa como embrutecedora (¿Y la radio?)
¿Se preguntará dónde está el rol educativo de la tele? ¿Dónde ha estado? La televisión peruana no ha estado huérfana de programas educativos. El problema es que estos han sido insuficientes. Podemos nombrar al reciente y cada vez más vigoroso “Sucedió en el Perú” que convocó a gente famosa quizás para atraer más público. Quizás algo efectista pero efectivo. Y es imposible olvidar “La torre de Babel” (1981), el memorable programa que tuvo a Vargas Llosa como entrevistador, presentador y conductor. Inolvidable y enriquecedora la entrevista a Jorge Luis Borges. A esta programación cultural sería posible sumar la programación de los canales religiosos como “La casa voladora” o el “El súper libro” (si no vemos adoctrinamiento en esta).
¿Pero cuál es el impacto de esta televisión? Creo conveniente señalar que esa medición no es objetiva. Tampoco considero a los televidentes completamente víctimas y los culpo de ser un poco sus victimarios. ¿Por qué el televidente no selecciona la programación cultural y se inclina hacia la bajeza televisiva? Es que aquí todo se vuelve discutible. Se puede hablar incluso de una tendencia innata. No es el objetivo de este trabajo responder a esa pregunta. Quizás las razones se vean obstruidas para una discusión actual pero el hecho es que el televidente prefiere la telebasura sobre la programación cultural. Y esta programación proliferó con mayor virulencia desde el fujimorato. Podríamos decir que lo de los 90´s fue toda una pandemia con Laura Bozzo como un virus inexterminable.
En general se puede decir que la buena programación ayuda a desarrollar el pensamiento crítico y la individualidad, mientras que la mala te aborrega y somete.
La prensa sí no deja con escapatoria a los lectores. Antes de la aparición de internet, especialmente en el fujimorato, o leías prensa escrita o no te enterabas de nada (aunque en esa época era más o menos lo mismo). Con la aparición de una prensa chicha se pasó de estar desinformados y castrados a embrutecidos.
Pero quiero salvar a la radio y lo que logró a mediados del siglo XX (Bustamante, “El instante colectivo”). La radio trajo consigo el “instante colectivo”. Ayudó a que los peruanos se reunieron alrededor de un hecho y con esto se reconoció al otro como igual (pese a las distancias geográficas) creando una identidad nacional. Parece exagerada esta tesis pero no lo es en un país donde la esfera pública empezó a existir recién en ese momento por increíble que parezca.
Pero actualmente la radio también se ha sometido al espectáculo. Salvo los noticieros radiales, todo es ilusión. Y los partidos de fútbol siguen ayudando a crear una identidad (como siempre lo ha hecho la selección peruana –Velasco se aprovechó de los logros deportivos para crear una identidad nacional-) pero distraen de los temas políticos. Entonces la identidad se reduce también a espectáculo. Y esto es funesto. La identidad se resume a eso y no debería resumirse sino ser un constante orgullo que vaya abarcando a los intelectuales que emergieron y emergerán.
– Carencia de actores sociales y su impacto en la democracia
Una democracia se fortalece cuando cuenta con actores sociales que ponen algún tipo de freno al oficialismo. No suplantan el rol fiscalizador de los partidos pero son los fiscalizadores, en teoría, menos desinteresados partidariamente por su independencia.
Decía Manuel González Prada cuando era consultado sobre su tendencia política que siempre era de oposición y que esa era la postura que debían adoptar todos. Entrara el gobierno que entrara, uno debía ser un fiscalizador y crítico constructivo.
Pero nuestros fiscalizadores independientes se han guarecido en la apatía, una postura que es traducida por la clase política actual como una actitud permisiva.
– El indio y la mujer: violentados hasta más no poder
La CVR dictaminó que la mujer y el campesino fueron las víctimas principales del conflicto armado interno. Pero a estos dos actores sociales tan representativos del país no solo se les ha dedicado el exterminio sino la marginación. La mujer ganó el voto femenino gracias a la constitución de 1933 pero fue recién un 17 de setiembre de 1955 que el general y populista Odría hizo posible que la mujer votara.
En 1956 ya había 9 ciudadanas en el parlamento pero esto esconde algo turbio. Convertir a las mujeres de actrices sociales a burócratas tiene el saldo negativo de dejarnos inermes y sin protectoras. ¿Las mujeres congresistas del actual congreso (2011 – 2016) han hecho grandes esfuerzos a favor del aborto? Pues no. Y encima la congresista Ana Jara trató de dinamitar la democracia con una propuesta de cuotas de género. La mujer históricamente ha estado relegada a no acercarse ni por asomo a la esfera pública. Actualmente, la mujer parece no reivindicar su “clase” y, por el contrario, inventa absurdos legales como el feminicidio.
¿Y el indio? Pues el indio (o también marginado como campesino en tiempos de exaltación de lo mestizo) ha sufrido el trato más bárbaro que se pueda imaginar. Desde ser prácticamente un esclavo hasta ser seleccionado “democráticamente” por el gobierno de Leguía para hacer carreteras (el que tenía dinero se podía eximir de esta obligación). Y es que el indio, salvo excepciones, ha sido históricamente pobre y vilipendiado. ¿Y cómo olvidar el gamonalismo? Esa peste contra la que luchó valerosamente el general Juan Velasco Alvarado.
Pero el indio no se rebeló y rompió las cadenas del sometimiento oligárquico gracias a Velasco. Esto implica no una victoria sino un derecho impuesto de manera autoritaria aunque bien intencionada. Entonces el indio (campesino) incluso cuando se libera, lo hace con ayuda. Es un actor social disminuido por este acto. Es un simbolismo de su invalidez social. Otra muestra es buscar que todos hablen quechua para integrarlos.
– La clase emergente está sumergida (y los jóvenes son fetiches de la mercancía)
La clase que emerge económicamente hacia el consumismo es un impedimento para la creación de ciudadanos (se crean consumidores). Es cierto que ha aumentando el número de personas que accede a la educación pero esto no tiene incidencia en la política aunque quizás sí en la opinión pública. Pero estamos hablando de universitarios que no viven en apatía y se percatan de su rol de actores sociales. Y no son la mayoría. Y el contexto actual (embrutecedor y desinformador) no permite que se consoliden como actores sociales de recambio generacional ni pilares de la democracia ni como fiscalizadores.
La clase emergente no es valorada por su influencia política sino por su homologación económica. Esto es sintomático de que hay prioridades capitalistas por encima de las democráticas.
Entonces lo que se debe hacer es que estos jóvenes medianamente ilustrados deben despertar políticamente. Pero deben hacerlo con un interés auténtico. Solo así ganaremos un actor social importante que enriquecerá la democracia.
Lo que hay actualmente es un fetichismo hacia las mercancías (quizás no hacia las marcas) en lugar de una atracción hacia la política. Si no se cambia esto, jamás se constituirán en actores sociales efectivos. ¿Por qué? Porque se está colocando a la mercancía por delante del prójimo. La explotación del prójimo se ve justificada con tal de que el producto final llegue al Mercado para poder comprarlo. ¿O acaso se respeta las 8 horas? También se terceriza en el Perú.
Y ni hablar de los prójimos que trabajan en el área de servicios de las tiendas a donde los fetiches acuden. Estas personas ganan una miseria. Y ni mencionar a los empleados de los fast foods, usualmente jóvenes. Y es que hay un problema de mentalidad por culpa del Fujimorato y la facilidad para despedir (¡bendita sea la constitución de 1993!). Y otro ejemplo de esta mentalidad podrida es el engaño del emprendedor. ¿Qué esconde el discurso? Pues que los peruanos proletarios no se ven como un “clase” marginada y explotada sino como personas temporalmente en camino a ser millonarios.
– Un nuevo amanecer (inclusión homosexual contra Iglesia y Ejército)
Una democracia que apunta a incluir debe pensar en los homosexuales (hoy privados de derechos tan básicos como las uniones civiles). Pero resulta que la Iglesia continúa con su influencia despreciable. Y en el Ejército se puede llegar a maltratar a una cadete embarazada o, expresamente, negar el ingreso de homosexuales. No incluyo a estos dos últimos actores sociales porque los veo como parte del aparato castrativo aunque no sean parte del Estado.
Perú no es una república confesional pero a veces pareciera que Cipriani es una especie de ministro de las buenas costumbres y la moral. Y ni hablar de las fujimoristas que se oponen al aborto (vaya paradoja con lo de las esterelizaciones).
¡Vamos por un nuevo amanecer!