El juego de las almas
relato 3
La última batalla contra el noveno. Un final imposible
Julián y el cuarto decidieron eliminar por completo al noveno. Pero su poder en el mundo real era abismal. El noveno era capaz de modificar el espacio haciendo inútil todo ataque de largo alcance.
El noveno era inmune a mis ilusiones mentales y Julián tampoco podía hurgar en sus recuerdos. Solo pasaron unas horas desde el último enfrentamiento aunque el día, más amargo, era otro.
Intentó escapar de nosotros mediante la manipulación del espacio. Todo era una trampa. Logró separarnos y acorralar al cuarto. Yo les perdí el rastro por completo. Caí de uno de los huecos que él plantó. Llegué a una zona desértica y observé por el agujero espacial cómo se creaban más orificios dimensionales. Ahora yo estaba fuera de esto.
Estuve media hora tratando de pensar cómo hubiera evitado aquello. Ahora Julián y el cuarto no tendrían oportunidad. Los conocía muy poco (a sus identidades actuales).
Me uní a ellos luego de negar mi identidad por muchos años. Soy la única que no forzó su resurrección. Ellos dos, en cambio, fueron malditos y sus existencias en este tiempo seguían siendo limitadas.
Pero ellos estaba anclados en el pasado. Nada los ataba a esta época. Seguramente preferían morir por sus objetivos. Pero yo ahora tenía una vida muy distinta a la anterior. Había intentado convencer a Julián de que desistiera pero ya era tarde.
Una luz volvió a emerger de alguna parte y me impulsó dubitativamente hacia el agujero dimensional. Pude desgarrar el entramado que encontré y reunirme con mis compañeros. Julián estaba de pie y portaba los guantes en los que el cuarto había sellado parte de sus poderes. El cuarto parecía haber perdido todas sus fuerzas. La luz que me trajo se materializó en Aitor (Artyom Reshetnyak) pero luego tomó una nueva forma. Era alguien distinto.
El noveno intentó prevenir que se acercara creando planos dimensionales ante él pero Aitor los traspasó como si hubiera continuidad entre ellos. Logró romperle las costillas las veces que quiso. El noveno tuvo que vomitarse varias veces para sobrevivir. Él era claramente inferior. Pero la luz de Aitor empezaba a agotarse. El noveno le confesó que sabía que su adversario era realmente solo una presencia residual. Aquel guardián de la luz se había sacrificado para sellar a Vetala en el encierro literario.
Aitor quiso rematar al noveno con lo poco de luz que le quedaba pero este último encadenó sus brazos a distintos planos dimensionales. Lo mismo hizo con sus piernas. Luego lo desmembró. Aitor ya solo podía agonizar. Era la técnica más temida del noveno pero la misma le costaba un descenso de energías abismal.
Aitor murió mientras trataba de articular su última amenaza. Ahora el noveno solo debía matar a un recuperado Julián y al también regenerado cuarto Sugaar. Yo haría lo posible por extender mi vida. Aún tenía energías y mi plan era huir.
Julián pudo acercarse al noveno, el cual ya había agotado sus defensas dimensionales. Pero todo fue una trampa. Sus brazos fueron aprisionados y lo siguiente sería definitivo. El cuarto comenzó a elevar su poder mientras el noveno realmente iniciaba su escape. El agujero dimensional que abrió fue cerrado y Julián también fue liberado.
El cuarto confesó que el espacio había sido sellado y que este sería el fin para ambos. Finalmente se sacrificaría para terminar con el noveno. Nos pidió a Julián y a mí que huyéramos. Luego decidió sacrificar todo su poder en un solo ataque. El noveno, acorralado, no pareció sorprendido por el poder abrumador pero fugaz del cuarto. Dijo que aún le quedaba poder para contrarrestarlo. Y lanzó también las energías que le quedaban. Ambas energías colisionaron y empezaron a expandirse mientras poco a poco parecían absorberlo todo.
El cuarto confesó que ya había ganado. No importaba si la colisión absorbía a ambos o a uno de ellos. Incluso si él desaparecía, su victoria estaba asegurada. Su poder definitivo consistía en aprisionar a su rival en un bucle temporal del que jamás podría salir. Pero esta no era una mera ilusión sino la distorsión final del tiempo. Él también estaría condenado a repetir aquella colisión. La energía aumentó y apenas pude protegerme. Julián no pudo escapar conmigo y aparentemente fue desintegrado por una fuerza que equiparaba a una supernova. Quizás tuvo la suerte de morir en ese momento y librarse de una agonía infinita. Pude ver cómo la explosión se llevó al cuarto y al noveno, y fui lanzada lejos de esa prisión dimensional. Ahora estaba a salvo.
Cuando finalmente comprendí que estaba a salvo, caí en la cuenta de que nuestros planes habían sido frustrados. El noveno lo había vaticinado. Ya no existía nada por qué luchar. Yo, la única sobreviviente, me sentía liberada de un destino del que quise huir.
Ese había sido el fin.
Al día siguiente retomé mi vida actual. Sinceramente no sentía haberle fallado a nadie. Tanto el cuarto como Julián habían deseado entregar sus vidas por lo que creyeron. Y Gil se sacrificó para salvarnos. Los quería mucho pero debía y quería respetar sus decisiones.
Pero ese mismo día comprendí que la distorsión temporal había afectado algo más que el desenlace de la batalla. La visita del legendario décimo Sugaar, aquel que traería el equilibrio, lo cambió todo. ¿Era mi enemigo? ¿Aliado? ¿Él había cumplido la profecía? Aquel muchacho que decía ser el décimo confesó venir del futuro que nosotros irresponsablemente habíamos creado.
Isabel, la tercera.