El juego de las almas
Relato 10 (la saga de Enki)
La perspectiva de un dios y el tiempo
Pude recordar aquella noche. Fue antes de que nos rebeláramos ante el sexto. Julián rezaba mientras sus lágrimas parecían delatar el nuevo camino que habíamos decidido emprender. Me dijo que había desconfiado de los planes de Dios porque perdió todo lo que le importaba de este mundo. Él decía que solo Zugasti, su maestro, era el único sobreviviente que Dios había salvado. Pero pronto abandonaría su fe. Él, el sexto, lo había manipulado a su antojo. Le había ofrecido reencontrarse con los seres queridos que la guerra arrancó de su lado. Pero el precio implicaba tomar la vida de sus verdugos. Julián había abandonado su fe cuando vio como el último de sus seres queridos era asesinado. Pero todo era un truco. El sexto simplemente se deshizo de uno de sus «contenedores de carne», en palabras enfermizas de ese monstruo, ante la aún inocente mirada de Julián. Él finalmente aceptó la propuesta y juró que completaría los planes de su maestro ignorando que aquel hombre que admiraba había sido el homicida de su hermano. Él era ingenuo y Zugasti nunca le dijo que experimentó en su hermano hasta causarle una muerte maldita. Fue el último fracaso de ese monstruo. Luego pudo jugar a ser Dios: atando almas a nuevos cuerpos, prolongando su vida y transfiriendo su propia alma a diferentes contenedores. Hasta antes de la década de los 30´s había tenido el poder suficiente pero su conocimiento era escaso o errado. Fue la ciencia de la época la que le dio la información que por más de 500 años le fue esquiva. Había intentado rituales, brujería y hasta alquimia. Fue la ciencia moderna la que le enseñó dónde intervenir y amputar, y cómo llevar al cuerpo humano a nuevos límites. Yo fui el primero al que Zugasti devolvió del otro lado. Julián, el séptimo sugaar, fue el segundo. Ambos nos convertimos luego en sus instrumentos. A ambos nos lavó el cerebro y Julián lo tomó de nuevo como su guía. Pero nuestros recuerdos empezaron a emerger y Zugasti planeó desecharnos.
Aquella noche en la que nuestros recuerdos volvieron, Julián decidió que no debía sacrificar ninguna vida. Que no hacía falta. Que pronto vería a los seres que había amado. Que era la promesa de Dios volver a verlos. Yo no supe qué decirle. No confiaba en esa promesa a la que se aferraba Julián y me seguía preguntando si debía unirme a esas ideas insurgentes. El pensamiento de Zugasti abría nuevas preguntas sobre lo que estaba permitido y sobre lo que era correcto. ¿Por qué no ver de nuevo a tus seres queridos si era ahora una posibilidad real? ¿Por qué no usar como sacrificio a las personas que te las habían arrebatado? ¿Era realmente eso inmoral? Yo no estaba seguro. ¿Darle la espalda a esa posibilidad implicaba no amar a tus familiares y amigos? Las palabras de Julián eran sinceras y estaban cargadas de un optimismo que yo no podía compartir. Tenía ganas de regresarlo a la realidad. De decirle que a la mañana siguiente dejaríamos de existir al igual que las personas a las que no rememoraríamos desde la muerte. Nuestro destino era desaparecer. Y así acabaríamos nuestro sufrimiento y nuestras dudas. Quise decirle que no existía posibilidad de un reencuentro con hermanos y amigos mas que acatando la propuesta enfermiza de Zugasti. Pero no le dije nada. Decidí no hacerle sufrir más. Aunque sentí que ya nada podía herirlo. Él tenía una confianza extraña en sus palabras. Era algo que solo había visto antes con el joven Soren. Julían optó por lo más difícil: traicionar a su maestro (pero no por el daño que le había causado y el genocidio que emprendería sino por ir en contra del ciclo de la vida, en contra de los designios de Dios). ¿Era esa opción la correcta: enfrentarnos a semejante monstruo? Él aún no conocía lo que era ser victimario pero la culpa que lo angustiaba era la de haber contemplado la promesa de Zugasti y haber abandonado la de Dios. Nosotros no compartíamos con él esa pena. Nuestros crímenes sí justificaban que nuestras almas jamás pudieran descansar. El resto de nosotros había incluso entregado la vida de amigos a cambio de nuestras ambiciones. Merecíamos lo peor. Para nosotros la muerte era la verdadera salvación. No nos importaba lo que viniera después.
Una vez más Julian rezaba aunque ahora enfrentaríamos a un dios y Zugasti estaba de nuestro lado. Habíamos salido de esa dimensión extraña luego de enfrentarnos a dos presencias que nos lo impedían. No fue el viaje rápido que el quinto prometió. Él lamentó la actual apariencia de algunos de sus camaradas. Julian se sintió aludido pero prefirió volver a preguntarle por la perspectiva divina de lo que para él era simplemente un demonio.
El quinto: «La omnisciencia… si ese dios al que llaman equivocadamente Enki puede ver el pasado y el futuro, no tenemos oportunidad».
Julian, el séptimo: «Solo nos queda aferrarnos a eso… además, él no es realmente un dios».
Isabel, la tercera: «Él, Enki, se anunció como nuestro hacedor. Pero, como sea, debemos ir al campo de batalla creyendo en nuestra victoria. Es hora de irnos».
El noveno: «Esos dos guerreros y Vetala nos deben estar esperando. Supongo que Artyom vendrá con nosotros»
El quinto: «Es hora de descubrir si esa cosa puede ver la totalidad de este universo o si este mundo le es ajeno»
Julian: «¿»este mundo»?»
El quinto: «Distintos mundos coexisten. Incluso la omnisciencia se puede restringir a un solo universo. Ver la totalidad de este mundo es como poder mirar a la vez los distintos capítulos de un libro. La conciencia humana solo puede enfocarse en unas pequeñas líneas ignorando siempre lo que le espera y olvidando lo que fue. Por eso esa cosa, dios o no, es superior a nosotros. Él conoce el camino hacia su victoria y seguramente lo seguirá. Nuestras voluntades humanas no son nada para quien de antemano halló un camino en el que solo somos estorbos. Por eso él es infinitamente superior a nosotros».
Zugasti, el sexto: «Entonces la perspectiva de un ser «superior» es triste. Solo hay soledad. Ver la totalidad es en realidad un castigo. Porque los seres «inferiores», con nuestra conciencia limitada, podemos soñar y luchar por lo que amamos. Nosotros sí somos capaces de experimentar la nostalgia y la esperanza. Es esta la voluntad humana. Y esto nos engrandece».
El noveno: «Vaya, vaya. ¿Realmente crees eso?»
El sexto: «Debo hacerlo. Me reencontraré con las personas que amo. Hoy verás la caída de un dios»
Por el cuarto sugaar
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—-La saga de la batalla contra «Enki» se publica en setiembre—-
Capítulo anterior:
Lista con todos los capítulos:
Los capítulos de “El juego de las almas” (“Relatos”, 11/08/2014)