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1.- ¿La democracia ideal es un sueño utópico? ¿El sistema peruano tiene arreglo o hay que rehacerlo?
La pregunta es de por si compleja y remite a muchos otros tópicos, así que trataremos de ser concisos pero no prometemos nada, ya que son temas de suma relevancia para el ciudadano, asimismo, como dicha interrogante es también tema de discusión doctrinaria en nuestro espacio ideológico, es inevitable recurrir a manera de colofón en esta primera pregunta, a la particularidad de la contradicción subyacente entre fascismo y democracia.
- Sobre la democracia en general.-
La auténtica forma de democracia, dista mucho sobre de la que actualmente tenemos conocimiento fenoménico.- Esta acepción primigenia, la encontramos en la concepción que tenía Rousseau de la democracia, basada en el sistema ateniense y en el senado romano, y es esta –si es que podemos hablar de la existencia de una–, la que podríamos concebir como la más cercana a una auténtica democracia, puesto que esta implica que el pueblo se reúna en asamblea, y al referirnos al pueblo, es todos, desde el más viejo, hasta el más joven, reunidos en asamblea, para discutir los temas relativos a su comunidad, designando delegados para determinadas funciones, pero sin delegar su poder de representación dentro de la asamblea a otros, designando a las personas más capaces de entre ellos para la ejecución de determinadas responsabilidades.
Como podrán ver, es imposible que en un país de gran demografía se dé una asamblea de tal envergadura, que agrupe a todos los miembros de un colectivo político. Por ende, este tipo de democracia –directa, que es la auténtica democracia, y la democracia strictu sensu– es eficaz en comarcas, villas, poblados, lugares en donde la concentración poblacional es mínima, en donde todos se conozcan y puedan designar a los mejores de entre ellos para determinadas funciones.
Ahora, algo fundamental. ¿La democracia funciona? A ello hay una respuesta afirmativa. Entonces, ¿porque los países supuestamente democráticos como el nuestro, tienen tantos problemas en lo que a representación de la voluntad general y en lo que a empoderamiento del pueblo se refiere? La repuesta es muy sencilla, y según lo expresado hace unos momentos, el lector la podrá inferir fácilmente. Rousseau, menciona en su obra el contrato social, lo siguiente: “…el gobierno democrático conviene a los pequeños Estados; el aristocrático, a los medianos; y el monárquico, a los grandes”.[1]
Justamente, en el intento de aplicar la forma de democracia directa a países de gran demografía, el principio de delegación –base y sustento esenciológico de la democracia auténtica–, fue reemplazado por el de representatividad –democracia moderna–, que consiste en elegir representantes populares a través de comicios electorales, sin embargo, dicho principio de representatividad, no ha sido sopesado con uno de meritocrácia –para asegurar que al menos se mantenga una esencia mínima el objetivo del principio de delegación– y es por ello que dicho intento ha fracasado a todas luces, y ahora se plasma a duras penas a nivel mundial bajo una ilusión de democracia, que no es mas que una demagogia, o en orwellianas conceptualizaciones, un colectivismo oligárquico, la ilusión del empoderamiento del pueblo.
“La voluntad general implica mayorías y minorías, pero obtener un acuerdo unánime en una población de gran cuantía es simplemente imposible. Es así que la democracia por sus características tiende inevitablemente ha considerar a la población de manera cuantitativa, cantidad, y no cualitativa, calidad, es por ello que la democracia tiene que ser sopesada con su contraparte, la meritocrácia. No es suficiente el ser ciudadano para ser elegido para ejercer un determinado cargo, se tiene que ser un ciudadano idóneo para el cargo al que se está postulando, puesto que de lo contrario la democracia perdería todo sentido, al asegurarse así con ello, que la voluntad del pueblo no se plasme de la mejor forma, al haberse elegido a alguien que por sus pobres capacidades no puede reinterpretarla de la mejor forma”.
Conclusión en este punto, la democracia no funciona, funciona a duras penas, o simplemente hay una ilusión de que funciona excelentemente cuando ni siquiera existe, como en el caso de EE.UU, porque es aplicada a países de gran demografía y territorio, por ende, por más mecanismos de representación que hayan, ellos nunca podrán superar al pueblo reunido en asamblea. Como consecuencia se entiende que, la democracia –autentica, directa– será de difícil plasmación en la realidad (sobre este punto profundizaremos a continuación), siempre que haya demasiada población a la cual representar. Asimismo, la democracia será eficaz en relación inversamente proporcional al nivel demográfico. Menor población y territorio equivale a una democracia más eficaz y que se acerca al arquetipo ideal, como es el caso de pequeños Estados europeos e Islas del océano pacifico. Mayor población y territorio equivale a una democracia ineficaz y falaz, la ilusión de democracia.
- Sobre la democracia en particular.-
La democracia, como forma de gobierno, es una utopía inalcanzable.- Pero siendo realistas, y como el lector se podrá percatar, aun así con todo y asambleas es imposible una verdadera democracia.
“…no ha existido ni existirá jamás verdadera democracia. No es concebible que el pueblo permanezca incesantemente reunido para ocuparse de los negocios públicos, siendo fácil comprender que no podría delegar tal función sin que la forma de administración cambiara”.[2]
Por otro lado, aun en el intento de reemplazar el asambleísmo por el principio de representación, para al menos mantener la esencia de la misma –la democracia (directa)–, ello ya implica un resultado totalmente distinto, a lo que es la auténtica esencia de la democracia, en ello, el pueblo reunido en asamblea.
Asimismo, la forma democrática de gobierno requiere muchos requisitos: “¡Cuantas cosas difíciles de reunir requiere este gobierno! En primer lugar un Estado muy pequeño, en que el pueblo sea fácil de congregar y donde cada ciudadano pueda fácilmente conocer a los demás. En segundo lugar, una gran sencillez de costumbres que evite multitud de asuntos y de discusiones hostiles. Y es recomendable poco o ningún lujo, porque el lujo es efecto de las riquezas, o las hace necesarias; corrompe a la vez al rico y al pobre; a uno, por su posesión, y al otro, por la envidia, y entrega la patria a la molicie, a la vanidad, y arrebata al Estado todos los ciudadanos para esclavizarlos; somete así a unos al yugo de otros y a todos al de la opinión”.[3]
La democracia confunde al pueblo con la mayoría.- En la última línea de la frase de Rousseau, vemos la consecuencia nefasta de la democracia en particular, el confundir a la voluntad general con la voluntad de todos, ya que:“hay bastante diferencia entre la voluntad de todos y la voluntad general; esta no tiene en cuenta sino el interés común; la otra busca el interés privado y no es sino una suma de voluntades particulares”[4]
III. Democracia y Fascismo.-
Respecto a la democracia, el fascismo sostiene la misma tesis que Rousseau; la democracia, como forma de gobierno, es una quimera.
Es por ello que el fascismo no es democrático en un sentido hermenéutico, ya que no plantea un gobierno democrático, sino un gobierno meritocrático basado en principios democráticos que es distinto, realista, sin ilusiones, hipocresías y ficciones de por medio. Sin embargo, en una acepción general y lata de la concepción de democracia, y si es que se entiende a esta por una forma de gobierno en donde la voluntad general, el pueblo, prime, a esta concepción el fascismo se aúna, lo que venga después de ello serán intentos fallidos y equívocos en donde se pretende a través de un representativismo vacío alejado de toda meritocrácia, crear la ilusión del empoderamiento del pueblo. Por ende, el gobierno fascista, es el más democrático de todos, por más hilaridad que esto cause en algunos desentendidos de la verdadera esencia del fascismo, al permitir, que el pueblo directamente o a través de auténticos representantes, participe y tome las decisiones en un Estado, a través del corporativismo –los grupos de interés de la población que directamente legislan lo concerniente a sus sectores (científicos, médicos, abogados, ingenieros, sindicatos de trabajadores y emprarios, etc)– , todo ello ligado a un principio de meritocrácia.
“Los individuos son clases según las categorías de intereses; pero son, ante todo y sobre todo, Estado. El cual no es numero como suma de individuos que componen la mayoría de un pueblo. Y por eso el fascismo se opone a la democracia, que confunde al pueblo con la mayoría; pero el fascismo es la más franca de las democracias, toda vez que se concibe al pueblo, como debe concebírselo, cualitativamente, y no cuantitativamente, como la idea más poderosa por ser más moral, más coherente, mas verdadera que se traduce en el pueblo como consciencia y voluntad de pocos, antes bien, de uno, y como ideal tiende a concretarse en la consciencia y en la voluntad de todos”.[5]
La democracia como principio de gobierno y no como forma de gobierno.- La democracia fue concebida para comunidades pequeñas en donde todos los pueblerinos pueden reunirse en asamblea, es así que la auténtica forma de democracia es la directa –la de la antigüedad, distinta a la moderna, siendo esta ultima el intento fallido por recrear la escencía de la democracia directa en zonas de gran densidad poblacional– pero da el caso, como se puede apreciar, no existe en el Perú ni en ninguna parte del mundo un gobierno auténticamente democrático, dado que la democracia concebida para comunidades pequeñas se vuelve en utopía inalcanzable al tratar de aplicarse a comunidades nacionales más grandes y aun así se aplicase a zonas de densidad poblacional baja, no puede asegurar que el pueblo se mantenga en constante reunión sin causar fatiga de participación política, por lo que generalmente, siempre se reemplaza el principio de delegación por el de representatividad, con lo cual ya cambia la esencia matriz de la democracia directa, por lo que ya no nos encontramos frente a una democracia, sino ante un parlamentarismo, es por ello que la democracia no puede, ni debe ser concebida como forma de gobierno sino como principio de gobierno, es decir, base, mas no estructura. Siendo ello así, que el principio de democracia tiene unos presupuestos fundamentales que por el actual estado de nuestra república se han perdido totalmente, siendo que se deberá volver a los mismos:
- Plasmación de la Voluntad General, es decir, los intereses, las necesidades, los deseos del pueblo, de todos, tanto mayorías como minorías, deben verse manifestadas fenoménicamente.
- Empoderamiento del Pueblo, siendo este, el que pone, depone, delega, organiza asambleas, decide, a través de la elección de auténticos representantes.
- Prohibición de representativismo vacío del pueblo y Principio de Delegación; siendo el pueblo el recipiente legitimo del poder soberano, está totalmente vedado de delegar sus facultades a otro, pero puede designar delegados, que es distinto. Mientras en el segundo caso, el delegado es designado para cumplir una tarea ya predeterminada por una asamblea, en el anterior, la delegación de las facultades de un ciudadano para que sea representado implica una ruptura del principio de empoderamiento, puesto que el representante ya no cumple una labor designada o ya predeterminada, sino que reinterpreta la voluntad general, no siempre llegando a una correcta reinterpretación de la misma, y con ello también ocasionando el incumplimiento del principio máximo, que es, la plasmación de la voluntad general. Sin embargo, lo anterior solo se cumple para las democracias pequeñas; en democracias grandes con un nivel de demografía mayor –como la nuestra–, el principio de delegación es reemplazado por el principio de representatividad, siendo así que este último deberá estar sujeto a una meritocrácia que asegure que el nivel de representatividad sea óptimo –buscando que no se degenere en un representativismo vacío–, y que el pueblo tenga a su disposición, verdaderos reinterpretes de la voluntad popular. Sumado a estas tres máximas fundamentales rescatamos dos principios modernos, que si bien ya se planteaban en la antigüedad, específicamente por Platón, no se verían plasmados sino hasta ahora.
- Libertad, facultad de los seres morales cuya génesis es el libre albedrio o la capacidad de elección, que es derivada a su vez de la racionalidad, lo que permite el desenvolvimiento y el desarrollo pleno de las capacidades y el talento humanos; mas es diferente el libre albedrio de la libertad, siendo base de esta última, pero mas no su todo, ya que la libertad no implica solo el poder elegir, sino el elegir bien, el procurar lo mejor para nuestros fines. En una sociedad organizada, esta libertad está sujeta a un ordenamiento jurídico que la limita, para así evitar los excesos propios del abuso de derecho.
“…el impulso exclusivo del apetito es esclavitud y la obediencia a la ley que uno ha prescrito es libertad.”[6]
- Igualdad, ficción jurídica ligada a un principio cuantitativo que busca la similitud de condiciones entre individuos. A diferencia de la equidad, la igualdad no toma en consideración las particulares diferencias de los sujetos. En una sociedad organizada, la igualdad está sujeta al principio de equidad, que asegura la igualdad entre iguales, y no la igualdad entre desiguales. “La igualdad verdadera comienza con la equidad.”[7]
Todo los principios citados deberán ser rescatados ante su evidente degeneración, ya que en el actual Perú, se ciñe bajo una demagogia al haberse perdido los mas elementales principios de la democracia:
- a) La voluntad general no se plasma, los gobernantes no reinterpretan de la mejor forma las aspiraciones del pueblo.
- b) El pueblo ya no es más el depositario del poder soberano, producto del representativismo vacío y el nulo activismo político directo a través de la sociedad civil.
- c) El principio de delegación se ha roto por un representativismo vacio, los gobernantes en lugar de ser delegados del pueblo son representantes, y aun así, su reinterpretación de la voluntad general no siempre es la idónea, ya que generalmente no resultan ser los mas capacitados para ello.
- d) Libertinaje, el abuso de derecho y los ilícitos están a la orden del día.
- e) Igualitarismo, todos buscan los mismos derechos sin siquiera cumplir con sus respectivos deberes.
- El Fascismo contra un tipo de democracia, la democracia moderna.-
Es por esta razón y no otra, que el fascismo está en contra de la democracia, pero la democracia moderna, ya que esta, en un intento fallido por aplicar la democracia como una forma de gobierno y no como un principio de gobierno, ha causando que sea, una de las peores formas de concepción cuando de plasmar la voluntad general se trata, es decir, esta voluntad puede plasmarse sin la necesidad de la forma de gobierno democrática moderna, mas no sin principios democráticos que es distinto, porque la democracia moderna, ha probado no asegurar de la mejor manera la plasmación de aquella voluntad general del pueblo, debido al representativismo burocrático ineficiente, asimismo, la democracia moderna inevitablemente trae como resultado –debido a la nula meritocrácia– que se considere a la población de manera cuantitativa, cantidad, y no cualitativa, calidad, por ende, los que ocupen un puesto en este sistema no necesariamente tendrán que ser los mejores, como vemos día a día en nuestra propia realidad, contrario como si tendrían que serlo en un Gobierno Fascista.
- La bases para la refundación de la República.-
Si la democracia –en su acepción general, y no particular (ya que hemos visto que en esta última resulta una utopía inalcanzable) –, es el gobierno del pueblo. La república es el gobierno de las leyes, que fortalece a la democracia, seguido a ello, si el primero se degenera y la república a sido organizada de manera democrática (ya que pueden darse casos de repúblicas no democráticas, como el caso de Irán, que se ciñe bajo lo que se conoce como una república islámica), el segundo le sigue en irremediable corrupción, a ello se antepone una solución saludable, la refundación de nuestra república, y a esto se antepone la sentencia hobbesiana:
“El fin del Estado es, particularmente, la seguridad”[8], sumado a ello, “la misión del soberano (sea un monarca o una asamblea) consiste en el fin para el cual fue investido con el soberano poder, que no es otro sino el de procurar la seguridad del pueblo…” [9]
Dicho esto, lanzamos la pregunta: ¿y qué sucede si un Estado ya no brinda esa seguridad por la cual se realizo el contrato social que fundamenta y sobre el cual reside el fin de su constitución? Obviamente al tema de la seguridad se suman muchos otros, como el aseguramiento de la existencia de mecanismos que garanticen la protección de los derechos fundamentales de la persona humana así como el desenvolvimiento y libre desarrollo de la misma como ente supremo y direccionador de la sociedad en su conjunto. Es el hombre el fin supremo del Estado.
Definitivamente, si es que el Estado ya no puede garantizar dicha protección al ciudadano, se pierde el nexo contractual que llevo a su conformación, en consecuencia, nada ata al ciudadano a este Estado fallido.
No hay nada de extraño en este pensamiento, no hay nada de novedoso, no hay nada de ajeno; cuando un sistema político deja de generar las consecuencias esperadas que se derivan de su normal desenvolvimiento como tal, deja de ser tal. Si una República, Monarquía o Aristocracia, funcionan en la teoría, pero no se manifiestan correctamente o no desembocan en los resultados que sus presupuestos aseveran, ¿de qué puede servirnos ello?
Esto como decíamos, es un pensamiento de lo más común y de lo más lógico, que ante una situación de ineficiencia institucional se anteponga la reconstrucción de la institución que adolece de fallas. Dicho presupuesto así fue aplicado por Francia, que ahora está en su Cuarta República; el proceso de reconstitución o refundación de sistemas políticos tiene un muy florido avance en Francia que es nuestro principal ejemplo, ya que sumado a un factor de renovación esta el factor de desarrollo y constante adecuación a las necesidades y requerimientos históricos de la población; la primer república francesa fue como consecuencia de que el absolutismo ya había cumplido con su ciclo histórico en ese país y se dio paso a un avance y desarrollo de nuevas formas de concepción política que siguieron su formación hasta la concepción de otras formas políticas como el consulado y luego el Primer Imperio Francés con Napoleón.
La segunda república vino a retornar ese orden anti absolutista producto de la derrota napoleónica y la reinstauración de la monarquía borbónica en Francia y dar las bases a otra nueva concepción política, el Segundo Imperio.
La tercera república, después de la segunda guerra mundial, basado en ese mismo espíritu, sentó las bases de la cuarta que sigue vigente en Francia, y se seguirá reconstituyendo la República en Francia cuantas veces así el pueblo francés lo determine, porque ello responde a que el pueblo en ese país es consciente que un sistema de gobierno político no está para sí mismo sino para el hombre, por ende este cambiara cuantas veces cambie el hombre y sus necesidades.
Si Francia, que es el seno del sistema republicano moderno lo ha hecho, ¿Por qué el Perú también no puede hacerlo? ¿Acaso somos un pueblo tan diferente al francés? Si bien las múltiples diferencias de dicciones culturales e idiosincrasia nos separan, algo que nos une es esa voluntad revolucionaria y esa sensibilidad que tiene nuestro pueblo ante las injusticias, el caos y el desorden, algo inherente a todo el género humano. Esa tenacidad, de que cuando se está convencido plenamente de algo, se luchara hasta quemar el último cartucho.
Nosotros creemos que ya el lector se puede ir haciendo una idea de que estos valores y virtudes no solamente son propias del pueblo francés y peruano sino de todos aquellos hombres y mujeres idealistas que son parte de la elite de sus respectivas comunidades nacionales, que ahora lamentablemente no están en los gobiernos de nuestros países, claro ejemplo de ello, sigue en la cima Francia, las querellas producto del debate sobre el matrimonio homosexual han divido al país y generado una ola de confrontación que atenta contra los mismos principios fundamentales en los que se cimienta la República Francesa, hablamos pues del ideario de la Revolución Francesa de 1789, surgiendo así en estos momentos una Contrarrevolución Francesa, a lo cual recomendamos el interesante artículo al respecto titulado ¿Está naciendo la Contra-revolución Francesa? de Alejandro Ezcurra Naón; quien sabe, de aquí a unos cuantos años quizás vivamos la reconstitución de la República Francesa en lo que sería ya la Quinta República.
Como podemos ver, nada es fijo, todo es mutable, todo cambia, todo sigue en movimiento, si es que el Perú realmente quiere avanzar como país, deberá comenzar a poner en tela de juicio su sistema republicano que a todas luces ya no cumple con los requerimientos por los cuales fue instaurado, para ello no necesitamos ir mas allá de lo que actualmente vemos todos los días.
Sera preciso volver a los principios de una auténtica república:
- El Activismo Político.- El hombre es un zoon politikon, es un animal político. Entendiendo a la política como toma de decisiones, el hombre constantemente hace política en todas sus acciones o al menos, estas, tienen una escencía política. La base de la república reside en que el ciudadano no sea un mero observador sino que se convierta en actor principal. “El ciudadano esta siempre en relación con el Estado”.[10]
- Representación de todos los cuerpos sociales dentro del Estado.- Tanto mayorías como minorías han de ser parte de los cuerpos políticos y representados así en todas las instituciones del gobierno, bajo un principio de equidad y justicia social.
- Teoría de los Tres Poderes.- Para que un Estado goce de buena organización, deberá estar divido en tres poderes fundamentales, “el primero de estos tres elementos es la asamblea general, que delibera sobre los negocios públicos; el segundo, el cuerpo de magistrados, cuya naturaleza, atribuciones y modo de nombramiento es preciso fijar; y el tercero, el cuerpo judicial”.[11]Sumado a estos principios se aúnan las deliberaciones de Montesquieu, que en su obra El Espíritu de las Leyes reconoce a La Virtud como principal eje de este sistema, como así antes también lo reconocía Platón;
“…lo que llamo virtud en la república es el amor a la patria, es decir, el amor a la igualdad. No se trata de una virtud moral ni tampoco de una virtud cristiana, sino de la virtud política. Es ese sentido se define como el resorte que pone en movimiento al Gobierno Republicano, del mismo modo que el honor es el resorte que mueve a la monarquía. Así pues, he llamado virtud política al amor a la patria y a la igualdad”.[12]
Asimismo, remarca y profundiza la teoría ya propuesta siglos antes por Aristóteles, en referencia al principio de división de los poderes;
“Por el poder legislativo, el príncipe, o el magistrado, promulga leyes para cierto tiempo o para siempre, y enmienda o deroga las existentes. Por el segundo poder, dispone de la guerra y de la paz, envía o recibe embajadores, establece la seguridad, previene las invasiones. Por el tercero, castiga los delitos o juzga las diferencias entre particulares. Llamaremos a este poder judicial, y al otro, simplemente, poder ejecutivo del Estado”.[13]
- La Eterna plasmación del espíritu general de la nación.- Lo que en adelante Rousseau llamaría la voluntad general frente a la voluntad particular, siempre se vería manifestada en ese sistema político, cuyo principal fin es la búsqueda del bien común, la armonía y la concordia entre los hombres; y
- El Imperio de la Ley.- Toda actuación de los magistrados designados y escogidos por el pueblo, ha de estar supeditada a la suprema autoridad de la ley.
Ante la evidente degeneración de los mismos:
- a) No hay activismo político, sino un desinterés total por parte de los ciudadanos, principalmente en los más jóvenes, plasmado en el nihilismo negativo que critica constantemente el estado actual de nuestro sistema, pero se hunde en las profundidades de lo apolítico, ocasionando un circulo vicioso de inacción constante, convirtiéndose el ciudadano en un mero espectador de lo que por derecho y deber le corresponde su mas concentrado esfuerzo e interés.
Esta falta de activismo es seno de muchos males, puesto que el ciudadano, al no tener conciencia cívico – política, se torna individualista y desentendido de su realidad, dejando un vacio enorme en la sociedad. Vacio que termina siendo acaparado por aquellos que ingresan en la política no por justa búsqueda de un objetivo filantrópico, sino como máxima expresión de un interés privado y personalista.
- b) Todas las clases sociales son representadas en el congreso y las instituciones del Estado, pero ninguna es representada a la vez, puesto que al final, solo termina siendo representada una clase, la de los que tienen poder, de los que no lo tienen, tergiversándose la finalidad de la representación de los magistrados y funcionarios públicos en una simple búsqueda de enriquecimiento ilícito y fama, muchos de ellos sin idoneidad para el cargo; esto ultimo, siendo también otro principio importante en toda república bien organizada.
Pero de todas las degeneraciones, hay una en particular que determina la salvación o la destrucción de un sistema político, y ello es la del poder legislativo.
- c) El principio de separación de facultades otrora principio de separación de poderes, ha colapsado, el sistema de contrapesos y balanzas para evitar el empoderamiento exacerbado de las funciones del Estado, se ha roto, al habérsele otorgado demasiada autoridad al poder legislativo; en nuestro caso, al no tener este órgano, ente alguno que lo fiscalice, siendo este ultimo, el mismo congreso.
Ante esta forma de corrupción ya no podemos salvar a la antigua república, no podemos curar una herida sin encontrar debajo de ella miles de charcos de pus que infectan a otras instituciones; y peor cuando esta herida se encuentra en el mismo seno del poder legislativo.
“Hay dos clases de corrupción: una se produce cuando el pueblo no observa las leyes; la otra cuando las leyes le corrompen: mal incurable, ya que esta en el propio remedio”.[14]
- d) La virtud y el merito ya no es mas fundamento de nuestra república, al contrario de ello, la corrupción, el facilismo, el familismo, el nepotismo, y la poca rigurosidad en lo que respecta a requisitos para ejercer cargos de suprema importancia han convertido a nuestra vieja república en una cleptocrácia. No necesitamos ir mas allá de lo que vemos todos los días.
- e) La voluntad general del pueblo peruano, no es representada y menos reinterpretada de la mejor forma, como consecuencia del personalismo de los magistrados y los funcionarios públicos, los cuales solo velan por su interés particular, prima la voluntad de todos, mas no la voluntad general, generando con ello, la total falta de identificación de la ciudadanía con el Estado, estallando conflictos y rencillas derivadas de esta situación, minando con ello, la unidad nacional.
- f) La ley ya no goza más de imperio, lastimosamente, puesto que esta y los derechos fundamentales de la persona humana, además de ser soslayados por la criminalidad en aumento, son presa del mismo despotismo de las autoridades.
“…cuando en un Gobierno Popular las leyes dejan de cumplirse, el Estado esta ya perdido, puesto que esto solo ocurre como consecuencia de la corrupción de la República.”.[15]
[1] ROUSSEAU, Jean-Jacques, “El contrato Social”. Editorial Longseller. Pág. 113.
[2] ROUSSEAU, Jean-Jacques, “El contrato Social”. Editorial Longseller. Pág. 114.
[3] ROUSSEAU, Jean-Jacques, “El contrato Social”. Editorial Longseller. Pág. 115.
[4] Ibídem. Pág. 60.
[5] MUSSOLINI, Benito, “La doctrina del fascismo”, Enciclopedia Italiana, 1932, Pág. 2
[6] ROUSSEAU, Jean – Jacques, “El Contrato Social”. Editorial Longseller. Pág. 49.
[7] Frase de Víctor Hugo.
[8] HOBBES, Thomas, “Leviatán, o de la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil”. EDITORIAL FONDO DE CULTURA ECONOMIA. Pág.137.
[9] Ibídem., Pág.275.
[10] ARISTOTELES, “La Política”. Pág. 3.
[11] Ibídem. Pág. 93.
[12] MONTESQUIEAU, “El Espíritu de las Leyes” Editorial HYSPAMERICA. Pág. 29.
[13] Ibídem. Pág. 143.
[14] MONTESQUIEAU, “El Espíritu de las Leyes” Editorial HYSPAMERICA. Pág. 93.
[15] Ibídem. Pág. 45.