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Los dos guerreros de la luz y los sueños («Reboot», cap14)

– 8 de noviembre: la saga de los preparativos para la guerra

hielo y fuego puños

 

Luego de recuperar el tiempo, vivimos amenazados por el noveno y la existencia de Vetala. Aún no éramos lo suficientemente fuertes para vencer sin sacrificar algo a cambio. Dos enemigos nuevos emergieron y nos atraparon en unos sueños. En el primer enfrentamiento casi todos volvieron a perecer y fue necesario rehacer todo (nuevamente)

 

Era la segunda lucha con esos dos monstruos. La tercera, el cuarto, el octavo y yo fuimos nuevamente enviados a esa dimensión onírica. Nuestras conciencias y cuerpos también lo hicieron esta vez. Los dos guerreros reclamaban la luz que dormía en Artyom. El noveno lo reclamaba como un de sus generales más fieles y el demonio Vetala ansiaba recuperar las energías que en él había sellado. Todos ya habíamos muerto y retornado. Éramos soberanos sobre el tiempo.

 

Fui atendido por unos desconocidos que se expresaban en un idioma nostálgico e impropio para la época. Era la convergencia de muchos de mis recuerdos enterrados. Mi misión era rescatar a Artyom de la prisión que lo había paralizado. Él los asesinó sin ningún problema. Era el guerrero que dominaba el agua en casi todas sus formas. Solo me quedó alejarlo de mí corriendo hacía mis compañeros. No era momento para intentar un autosacrificio. La pelea con el guerrero de fuego era monstruosa. La tercera cada vez tenía más control sobre los poderes otorgados por el décimo. El cuarto y el octavo intentaban ayudar mientras encaraban a los 3 vasallos del noveno (él estaba a punto de hacer su aparición).

 

Cuando llegué los 3 miembros de la élite Inguma ofrecieron su rendición y sellar al guerrero de fuego. El cuarto los encerró en una prisión de piedra y decidió unirse a la tercera para frenar al demonio de fuego. El octavo y yo no podíamos hacer mucho ante un rival que raramente tocaba el suelo.

 

La tercera contraatacaba usando el propio fuego del demonio pero este parecía inmune. El cuarto le lanzaba rocas. El octavo y yo socorríamos a las personas del pueblo olvidando que no eran reales. Aún así nos era imposible quedarnos a admirar su dolor. El fuego ansiaba tragarse todo.

 

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Una vez más apareció el Noveno y el guerrero de la luz optó por elevarse hasta la cúspide de este escenario onírico y explotar con la fuerza del Sol. Todo desapareció.

 

 

El séptimo suggar