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La gasolina de Lima («Poesía mal pagada», 4)

por Sejode Descortés.

 

En esta nueva columna, el genio de Sejode deconstruye una canción de reggaeton usando las técnicas del apropiacionismo. Hace plagio.

Lima es un infierno. Subele el mambo pa’ q mis gatas prendan los motores. Nos quemamos bajo el sol, y no podemos concentrar nuestras fuerzas para el verano. Que se preparen que lo que viene es para que le den. Duro. Los días son duros. Las noches más frías.

A mí no me gusta la gasolina. La gasolina que Lima nos avienta encima. A ella, la musa de mis poemas, tal vez, sea gasolina lo que necesita. Cómo le encanta la gasolina: y yo, ardo para poder escribir y sacar mis ardores desde lo más profundo de mi intestino… grueso.

Ella prende las turbinas, de esta loca ciudad. Ella no discrimina, pero esta ciudad sí: a nosotros, los artistas, primero. Nada de primero los niños y las mujeres, PRIMERO los poetas. Al subir al carro, primero los artistas, que con las justas nos alcanza para el micro. No hay dinero para andar en carro, motoras o limosinas. Nuestros tanques los llenamos de adrenalina, cuando escuchamos poesía en la cocina.

Finalmente, siento que ya he terminado. Me saco los audífonos, agradezco a la musa y al Padre Yankee. Desde el celular mando la siguiente columna al medio en que trabajo. Aún no me pagan. Y recuerdo…

No hay papel para limpiarme.