Fotos y texto por Fernando Barba
Cuando llegué a Cuzco lo primero que vi fue a un niño corriendo por las calles. Tomé la cámara y le saqué una foto mientras volaba por unas escaleras que lo llevaban a Dios sabe dónde.
Otro niño, sonriente y encasacado que vestía una capucha, también bajaba las gradas. Su sonrisa era magnífica.
Una mujer estaba sentada en una silla de madera y su hijo se apoyaba sobre ella con un pie en el piso mientras que ella tenía en frente lo que parecía alguna bebida blanca de color marfil. Ellos estaban frente a dos puertas azules, las cuales tenían unas rejas negras azabache en cada una y estas mismas contenían unos dibujos.
Sobre la montaña cuzqueña se pueden ver los árboles entretejidos en el paisaje y piedras con millones de tonos de grises que voy descubriendo mientras me detengo a mirar el horizonte. En algún otro monte, una clásica pinta del Perú se deja ver y también se revela una ruina escondida entre el bosque. Este trata de tapar la ruina pero ella se deja contemplar. El color del cielo es azul cristalino y, en efecto, las nubes son tan blancas que parecen de papel. Las flores son lilas y el grass es tan verde que parece interminable. La cordillera extiende sus piernas inminentes de colores rosados con marrón y toquecitos de amarillo.
Una flor amarilla destaca entre el montón. Sus pétalos se abren y en el centro destacan seis finos hilos amarillos llamados filamentos. En el Valle Sagrado de los Incas o el Urubamba, que significa “pampa a un día de camino”, destacan los colores dorados terrosos, ladrillo y verdes en distintos tonos. El cielo es tan azul que contrasta con el verde de los árboles, el dorado amarronado de las montañas se cubre de grass y la tierra del valle es de color arcoiris. Los árboles esmeraldas rodean la angostura y las flores rojas resaltan en el paisaje.
Tres burros caminan rumbo a Maras, tres burros peludos color beige que se camuflan con las montañas. Una rama gruesa espinosa se enreda como un laberinto contra los árboles. A través de las Salineras de Maras, recorren riachuelos de agua salada, la corriente peregrina por las orillas incrustadas de sal y es fluida, parece que nunca acaba. Moray, caracterizado por su varios andenes circulares se sitúa 3500 msnm. Las terrazas o andenes agrícolas fueron construidas en forma de depresiones u hoyos naturales gigantescos. Estas terrazas están superpuestas concéntricamente, tomando la forma de un gigantesco anfiteatro. El hoyo mayor tiene una profundidad de 150 m y el promedio de altura de los andenes es de 1.80 m.
En algún lugar del Cuzco, cuyo nombre no recuerdo, al cual hay que ir atravesando una laguna, se encuentra un señor cuya edad tampoco sé, cuyas manos cargan un saco tal vez lleno de papas. Porta un sombrero marrón con una cinta y su cara no posee las arrugas que se merece a su edad, su nariz parece la punta de una construcción de Machu Picchu y sus ojos miran directo a la cámara con la cual yo le estoy tomando una foto. Sus bigotes son blancos y grises y su barba también. Su piel es casi del mismo color de su sombrero y viste una camisa blanca que ha sido ensuciada quizás por el trabajo.
Una vez en la plaza del Cuzco, encuentro otro niño cuya sonrisa apunta hacia alguien a quien no puedo ver. El sol está cayendo, los colores de la ciudad están más oscuros y miro un par de Toritos de Pucará que se encuentran en el techo de alguna casa de algún lugareño. El color blanco del toro simboliza la pureza y la protección, el color negro el ego y los defectos psicológicos. El agua que está dentro de los dibujos del toro es la fuente de vida relacionada con la transmutación del factor nacer.
Hoy día es la fiesta de Ccoyllur Ritty, los pobladores del distrito de Ocongate, realizan un rito cuyo símbolo externo es la imagen de Cristo, pero su objeto de fondo es la integración del hombre con la naturaleza. Las personas de este lugar son devotos del señor de la Nieve Brillante. Esta es una antigua costumbre religiosa sólo practicada por los habitantes de los Andes. Cada año, unos días antes de la celebración del Corpus Christi, cada pueblo pequeño o clan envía una delegación de coloridos bailarines y «pabluchas» a la Capilla del Señor de Ccoyllur Ritty. Los acompañan distintos bailarines, chauchos, qollas, pabluchas o ukukus, que simbolizan a diversos personajes míticos como los ukukus u osos que son los vigilantes del Señor.
¡Oh, Cuzco, ciudad imperial, ombligo del mundo, ciudad congelada en el tiempo, gracias por tu grandeza que vislumbra a cualquiera! Muchos te han tratado de definir, descubrir y recorrer, la verdad es que no estoy seguro que lo hayan terminado de lograr. Todavía nos queda más por revelar aquí, en este lugar donde el cielo parece estar más cerca.