Para nada o para nada importante. La novela, como la filosofía, está sobrevalorada. Vargas Llosa alguna vez dijo que la novela tenía algo de irracional aunque luego, menos modesto, quiso diferenciar impunemente buena de mala literatura. En esta sociedad, del espectáculo, ¿no?, él teme que la novela sea frivolizada. No se ha percatado de que el género novelístico siempre fue algo para las masas (en el sentido despectivo que él mismo le da). Algo superficial y soso para mentes pueriles. Ha sido pues el nuevo opio del pueblo. Y el mayor logro de esta tramoya es que los consumidores de este género le atribuyan logros tan impropios como irónicos.
El ensayo y los textos académicos son, y no la ficción, los verdaderos géneros de la razón, la reflexión y el progreso. Es que no solo la novela amplía el vocabulario, permite invadir otros mundos, reflexionar o apropiar conocimiento. Hay otros géneros que hacen todo eso y más. Tenemos los ya mencionados e incluso la columna de opinión (breve y menospreciada). Si hablamos de divertir y evadir la realidad pues quizás no haya nada mejor que la novela aunque algunos periodistas son muy buenos en eso. Pero quizás ya estemos ante una cosa bastarda.
Pero no solo este texto es una crítica a sus consumidores sino a los teóricos de la novela. Textos vomitivos como “Heidegger, Kundera y Dickens” de Richard Rorty hacen que uno sienta náuseas desde su primera página. El autor afirma que la novela es lo mejor que puede quedar de Occidente en caso de una destrucción nuclear. Y también dice que es la plataforma para la diversidad, ok, y a la vez señala que es un pilar de la democracia (¿?). Bastaría ver qué cuentos o novelas ha publicado Rorty. Ah, ninguno. Todos son ensayos, y textos académicos y filosóficos. ¿Y el grueso de su obra no es así? Habría que ver también “Heidegger, Kundera y Dickens” como una triste secuela de “Textos y terrores” (del mismo autor) donde dice que un texto literario es casi equivalente a uno científico. Una comparación totalmente risible. La novela, para Rorty, encarna de mejor manera la lucha del hombre por la igualdad y en contra de la injusticia. ¿¿¿La obra de Marx era una novela???
Rorty quizás sí acierta en cuanto a la empatía que uno puede desarrollar al conocer los distintos sufrimientos mediante distintos personajes. ¿Pero en serio se cree que es solo algo que sucede al leer novelas? ¿No nos adentramos en la mente de columnistas al leer sus, muchas veces, contrarias opiniones? ¿O se sigue creyendo que el columnista no puede expresar sus sentimientos mientras que en paralelo muestra un discurso sólido y racional? ¿¿¿Qué es entonces la columna de Vargas Llosa que tiene en El País (“Piedra de toque”)??? ¿Sirve o no más que leer sobre amoríos insignificantes? El amor es algo universal pero no nos debería importar el de unos individuos esencialmente vulgares. O al menos no tanto. ¿O es la novela una especie de caja boba? Un mero espectáculo rentable. ¿Venido a menos o de naturaleza enmascarada?
Pese a todo, quizás conocer cómo cree el autor que piensan ciertas personas (inventadas) es algo positivo. Aunque finalmente nos inmiscuyamos en la mente de gente inexistente, mágicamente es posible sentir empatía. Pero no es la empatía lo que debe importarnos sino el desprecio al visitar mentes enfermas. Debemos enfrentar el discurso, y no los sentimientos, de enajenados mentales que logran algún tipo de apoyo. Si solo somos capaces de indignarnos, ¿cómo lucharemos contra los tiranos? Si nos despojamos de argumentos y ponemos en primer término sentimientos, ¿qué armas nos quedan? Quedamos vulnerables ante la tiranía. Inermes y alucinados.
La novela sirve pero no para muchas cosas importantes. Basta ya de darle un estatus que no tiene. Este texto está abierto a críticas. Las espero. Todavía queda material para ser escrito. Así que espero respuestas de los lectores (no consumidores).
Antónimo