Like a Rolling Stone: mi carta de presentación (“Música para mininos”, 1)

Por Erwin Cecinos

 

Acabo de llegar de Quilca, ahora que han cerrado definitivamente la mayoría de tiendas de vinilo (solía comprar vinilo de triciclero, pero ahora que trabajo en La Repúbica, puedo hacer gala de mi indiferencia a los snob y lo mainstream), y luego de pasear por todas las galería de Lima, me he puesto a reflexionar en algo: Quilca era La Meca de la música en el país. Recuerdo que con mi padre (metalero y que falleció en una batalla épica contra los raperos) paseábamos y me culturicé bastante. Para qué. Supe que existían otras bandas que no pasaban en la radio nacional. Yo pensé que la música mundial acababa con Río o con los Men Without Hats, pero no. La Biblia era la versión pirata del  álbum Powerslade de Iron Maiden, empecé a drogarme con panadol antigripal, y mis borracheras empedernidas con cerveza y Coca Cola duraban hasta ocho y media de la noche.

No atiborraré en esta columna (que vuestro afectuoso director me dio) con un artículo sobre mi vida, y menos mi vida privada. Por ejemplo, cambié mi apellido porque a fines de los noventa, se vio manchado por la misteriosa y perversa imagen de un hombre que actuó de forma radical y desgraciada en el régimen de Fujimori, al cual Will Dellotz defiende mucho (si ya han adivinado qué apellido es, no me jodan). Tuve un pasatiempo emo, así como los Beatles con su peinado mop top. Quiero ser escritor, no, no, es en serio, no como ese charlatán de Gean Coleman que creo está escribiendo sobre su vida en un novela titulada La insoportable Levedad de la Obesidad. Muchos piensan que por mi peinado semilargo, que llega hasta el cuello, hago psicosociales, y mi plato favorito es arroz chaufa estilo cantonés. Algún tarado me vio en un chifa comiendo (creo que fue el comentarista dizque deportivo Yúnor Miami) y creen que me gusta la comida oriental. De hecho, nunca he llegado a definir un plato preferido, y es porque tal vez mi vista no distingue colores de comidas y por eso tengo que usar lentes. Me he casado, creo, pero tengo flaca. Soy ateo, pero cuando me va mal en algún trabajo cito a Dios y Dios mata a toda la gente que me cae mal por mí. Odio las papas Lays, pienso que venden más aire que papitas fritas. Y estudio periodismo porque aspiro ser el próximo Cucho Peñaloza. Sí, me gusta la música, soy melómano, tan melómano que no encuentro sentido a algunas canciones y termino odiando la música en general. En fin, no me gusta tanto la música, y es por eso que me he vuelto crítico de música.

Esta mi otrora presentación en este espacio que vuestro distinguido director me ha otorgado para intercambiar gustos interculturales. Más bien, tengo una primicia, casi mundial, y es que la disquera Parlophone se iría a la quiebra luego de que Abencia Meza firmara un contrato casi nupcial cuando ella estaba en la cárcel. Al parecer, fue confundida por el pata latino ese de At The Driven, Omar Rodríguez López.

Tenía que apellidarse López. Ya un día golpearé a ese cretino.