Las fiestas clandestinas son una necesidad (“Desde adentro y por afuera”, 07/09/2020)

Por Fernando Barba

 

El ser humano por necesidad debe de juntarse con otros seres humanos. No podría afirmar que este debe también beber licor por necesidad (si es posible, abstenerse). Pero la tentación del licor existe desde antes de la época de los incas.

Conversé el primero de septiembre con un amigo que ha decidido permanecer anónimo y que fue a una reunión donde había licor en plena cuarentena. Aquí les dejo la entrevista.

 

¿A dónde fuiste?

Yo vivo en San Isidro, pero quedé en visita a mi enamorada que vive en La Molina. Ella le pasó la voz un amigo y este estaba con cuatro chicas y dos amigos suyos. En total éramos ocho personas. Había trago, porque el dueño había comprado un montón. Todo empezó a las 9.30 p. m. y sus amigas se fueron a las 10.30. Yo me fui a las 11.

¿Cómo te regresaste a casa?

Tuve que caminar hasta la avenida con mi enamorada a conseguir un taxi y nos pararon los policías, me bajaron del taxi y me pusieron una multa. La multa me costó 80 soles. La pagué en el Banco de la Nación. El efectivo que me paró era un comandante en un operativo. Yo ya estaba a cinco cuadras de mi casa, había tomado y me bajaron del taxi y tuve que irme caminando a mi casa, no entendí por qué los policías me obligaron a irme a pie. No lo pude creer.

¿Cómo era la fiesta?

En la fiesta había música de reggaeton y las mujeres se ponían a bailar. Tampoco el ambiente estaba tan movido. Lo que sí queríamos era quedarnos a dormir pero hubo un problema.

¿Qué licores había para tomar?

Había cervezas, whisky, ron y vodka, básicamente todo. Me tomé dos whiskys y un vodka y antes había tomado una latita de limonada con vodka.

¿Cuál fue el problema que mencionaste?

Me peleé con el huevón de la casa, porque yo me iba a ir con su chofer. Lo que pasó fue que le di 60 soles a un amigo mío para comprar más trago y el huevón de la casa cogió 30 soles de los 60, porque mi amigo le debía al dueño de la casa, entonces no me devolvió mi plata. Menos mal yo sí tenía más plata para irme a mi casa. Entonces le metí tres cuetes al dueño de la casa y le dije “te voy a romper tu carro”. Y lo rellené y le rompí los dos espejos de su carro.

Bien pendejo el huevón para quitarte la plata, ¿no?

Sí, bien pendejo el huevón, estaba medio ebrio. O sea que le metí un cuete sin conocerlo tanto, normalmente le metemos cuetes a gente que no conocemos.

 

Y así fue. Por eso digo que esta pandemia ha traído más allá de los problemas sociales y económicos, problemas de tipo ético y moral que están mellando el deseo inherente de los seres humanos para que estos sean mejores personas. El confinamiento nos lleva a tomar licor a escondidas, bajo un sentimiento tenso de persecusión. Y esto desata la violencia, nuestro lado más feral, y finalmente la muerte.