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El amor hacia la casa («desde adentro y por afuera», 15/09/2020)

Ilustración por Kathia Recio
Texto por Fernando Barba

 

Ella trabaja en mi casa hace menos de un año y hace un trabajo excepcional. Ella prefiere hacerse llamar colaboradora del hogar y no empleada ni trabajadora del hogar. Efectivamente, es lo justo.  Por mi casa han pasado Leo, Violeta, Lenni, Deisy y María. Ellas siempre han hecho su mejor esfuerzo, la verdad es que hemos tenido suerte. Mi madre se ha esmerado en encontrar a las personas adecuadas, es que en efecto uno siente una vibra correcta cuando conoce a la persona indicada. También por mi casa, ha pasado Antonio, el ex guardaespaldas de mi Papá, un verdadero Mcgyver capaz de hacer cualquier cosa (experto en electricidad y recientemente pintor). Antonio, me cargó en sus brazos cuando era chiquito, es realmente como mi padre. También estuvo el señor Vera, más conocido como Don Verita, gran tipo y chofer de la casa. Él me llevaba a todos lados con una lealtad inmaculada. Una vez, cuando ya había dejado de trabajar en mi casa, lo llamé y le pedí que retome su expertise de chofer para conmigo. Iba a llevar a una linda chica que había conocido en la playa de Paracas a un concierto de Bryan Adams. Y él cumplió. Al final no sucedió nada con la chica, pero Verita me ayudó a cumplir uno de los sueños de mi adolescencia. Dennis, el pintor oficial de la casa, pinta todo y lo hace bien, realmente es un artista. Él innovó con el estuco sobre las paredes en el Perú y en mi casa hay tres cuartos pintados con esta linda técnica que se emplea a espatuladas. Ellos todos han sido verdaderos colaboradores del hogar y se merecen este nombre, no son empleados.

Por mucho tiempo, el trabajo de las colaboradoras del hogar no ha sido equitativo. Al no ser regulado, el empleador podía pagarle lo que quisiese y en el plazo que determinase, abriendo un camino casi perfecto para la informalidad. El 10 de mayo de 2020, la ley de los trabajadores del hogar fue modificada, mediante el decreto legislativo N° 1499 y ahora por fin la realidad es otra. Mediante este decreto legislativo, estas colaboradoras, en su mayoría mujeres, están acercándose a la igualdad con sus pares. De esta manera, es posible afirmar que el país ha dado un gran salto en este tema. La igualdad entre colaboradores de distintos ámbitos es indispensable. A lo largo de la vida hemos vivido en jerarquías verticales donde los jefes, que lógicamente ganan más dinero, están por encima de los otros. Los otros quedan relegados, simplemente porque no han alcanzado el puesto que desean. La nueva norma de trabajo debe impulsar las jerarquías transversales donde todos somos pares y todos tenemos algo que enseñarnos los unos a los otros.

 

 

Ella se ha atrevido a hablar con Entre Fachas y Rojos. Ella está lista para brindar su descargo sobre lo que significa actualmente convertirse en una colaboradora del hogar.

 

¿Qué te parece la palabra empleada?

Es la primera vez que estoy trabajando en una casa y no me había puesto a pensar mucho en ese detalle que me estás comentando. Pero para serte sincera, la palabra empleada no me gusta ni en casa ni en otro centro de trabajo.

 

¿Qué nombre preferirías? 

Colaboradora del hogar es un mejor nombre, en lugar de empleada del hogar.

 

¿Te encuentras contenta con los beneficios que recibes actualmente?

Sí me encuentro contenta con los beneficios que recibo. Igual, me gustaría recibir bonos de compras y tener un seguro privado. El seguro privado te ayuda para la rapidez. En el Estado es más complicado, se demoran mucho.

 

¿Alguna vez has tenido una mala experiencia de trabajo?

Fue hace años, cuando estaba en secundaria y se me dio la oportunidad de trabajar con una señora para atender llamadas telefónicas. Ella trabajaba diseñando propagandas y no me pagaba el sueldo mínimo y no valoraba mucho el empeño que yo le ponía al trabajo. Era muy “mezquinosa” con el almuerzo. Me daba una lata de atún con un poco de arroz y un plátano para almorzar, ¿te imaginas? No atendía bien a su personal. Yo quería que me paguen para ayudar a mi mamá y eso me llegaba a fastidiar.

 

¿Te asustó esta experiencia?

Yo era muy cariñosa con el bebé de la señora que diseñaba propagandas, entonces me invitaba a su casa y vi cosas que no me gustaron. En esa época, yo decía que no me gustaría trabajar en una casa porque sus familiares tenían una forma desagradable de tratar a las personas. Fíjate que yo estaba entre cuarto y quinto de secundaria.

 

¿Qué otros trabajos has tenido?

Yo he trabajado en negocios de bodegas y en restaurantes atendiendo al público. Porque a mí me gusta atender al público.

 

¿Entonces, se podría decir que tu actual trabajo te cae como anillo al dedo?

Sí, este trabajo me cae como anillo al dedo. Me siento en familia en la casa en la que estoy ahorita. Uno lo siente. Al sentir todo eso, yo gustosamente tengo ganas de brindar.

 

¿Te has adaptado bien a este nuevo tipo de trabajo?

Me he adaptado bien a este nuevo trabajo, porque lo tomo como la necesidad del quehacer de todos los días. Yo no me levanto quejándome. Yo lo hago con mucha voluntad, seguridad y paciencia. Es importante para todo. Es importante para la salud de uno. Si me dicen algo, es para aprender, no me lo tomo a mal.

 

¿Tienes amigos que trabajen en algo similar?

Tengo una amiga que trabaja en lo mismo. Es una amiga de mi comunidad, pero que en estos momentos no está trabajando. Ella tenía que cuidar a unos pequeños, pero ya es un poco mayor. Entonces ha perdido su trabajo.

 

¿Hay algo final que quieras añadir?

Ahora que estoy trabajando en casa yo sé que es importante escuchar, ambas partes deben hacerlo. Si esto no ocurre, empieza el maltrato y me fastidia un poco que traten mal a las personas. Lo que añado a todo esto es que se tenga siempre el buen trato. Y si es que hay algo que decir, las cosas se deben decir de buena manera. No bruscamente ni toscamente, no hay que hacer sentir mal al prójimo.

 

Los colaboradores del hogar ya no son incomprendidos. Finalmente, los hemos tenido que comprender porque han hecho mejores cosas que nosotros. Cuando ellos tuvieron la oportunidad en frente, como una hoja en blanco, destacaron entre los demás. No les diré que se cuiden, ni adiós, ni un te voy a extrañar porque todas esas palabras suenan demasiado apocalípticas a los casi treinta años. Más bien, les diré: nos vemos pronto.

 

El frío es el mejor pretexto para que los besos y los abrazos duren horas y días. Uno puede sentirse nuevamente pequeño atendido entre colaboradores del hogar, atendido y mimado con harto cariño. Me envuelvo entre las sábanas de mis viejos, sueño bajo ese infinito edredón y bajo la cama se aprecia otro mundo, la cama que ha tenido ella, mi colaboradora del hogar que ha decidido permanecer anónima. Recibo caricias en la cabeza y en el cuello, de este digno trabajo: vuelvo a ser ese pequeño niño.