Texto y fotos por Bryan Cóndor
Las banderas de los edificios que rodean la plaza San Martín ondeaban enérgicas. No podía ser para menos. Las calles circundantes estaban inundadas de gente que, con carteles, instrumentos musicales, vuvuzelas, piñatas y demás, se incorporaba al llamado de la patria. No el de algún partido. No el de un político. Las personas en la plaza San Martín se manifestaban a favor del Perú.
El día soleado coronaba un ambiente festivo. Aquella concentración era, de cierto modo, una fiesta, con la alegría de un pueblo que se sabe unido. Salvo un incidente con Richard Cisneros, que intentó colarse entre los manifestantes, las primeras horas fueron bulliciosas y alegres. Algunos grupos cantaban al sonar de los tambores, otros paseaban un ataúd con los logotipos de los partidos que apoyaron el golpe. Y como no podía ser de otra forma, los vendedores ambulantes acompañaban la protesta con sus pregones. ‘’Banderas, banderas, llévate la blanquirroja’’ gritaba un vendedor que ofrecía el símbolo patrio por el módico precio de 10 soles -en otro punto de la plaza las vendían por cinco (ojalá haberlo sabido antes)-.
Te vas porque yo quiero que te vayas
A medida que transcurría el día, la plaza San Martín se llenaba hasta volverse intransitable. Jovencitos con carteles muy ingeniosos como ‘Un emoliente está mejor preparado que Merino’, ‘Merino, ni tu viejo te reconoce’ o ‘Funemos al Congreso’ acompañaban a los más serios: ‘Merino golpista, te vas o te sacamos’ y ‘Este gobierno da más miedo que el COVID’. Es que, en medio de una pandemia global, la gente no solo corría el riesgo de ser agredida por la Policía. El riesgo del contagio estaba, literalmente en el aire.
Si bien la marcha fue mayoritariamente juvenil, sería injusto decir que fue exclusiva de ellos. Hombres y mujeres mayores -muchos incluso pintando canas-, y padres e hijos también eran parte de la movilización.
6:30 de la tarde. Las arengas de la multitud opacaban el ruido de los helicópteros -que cada vez volaban más bajo- enviados por el aparato policial para ‘patrullar’ -más adelante se sabría cuál sería su papel en la represión policial- además de drones que se dispersaban entre las multitudes. Sin embargo, los ánimos de la gente allí congregada estaban aún más altos que el helicóptero y los drones. Al canto de ‘vamos, pueblo, carajo. El pueblo no se rinde, carajo’, los manifestantes daban las últimas vueltas alrededor de la plaza. En uno de los momentos más emotivos antes de marchar por la Av. Nicolás de Piérola, SITOBUR (Sindicato de Trabajadores Obreros de Limpieza) llamó a cantar el himno nacional, acompañados por la gente que empezaba a tomar la calle.
Te vas o te sacamos
A las 7 de la noche la multitud empezó a moverse por la Av. Nicolás de Piérola. Los comensales de los restaurantes aledaños miraban a la multitud y conversaban entre ellos. Otros, al toparse con la marcha mostraban su entusiasmo gritando consignas contra Merino. En la esquina de Nicolás de Piérola con Tacna, unos simpatizantes montaron un puesto en el que abastecían gratuitamente de agua a los manifestantes. Aquello fue pues, la solidaridad de la ciudadanía organizada.
En la vuelta por la Av. Garcilazo de la Vega la cosa empezó a tomar forma. Esta vez no fueron solo los cánticos de la multitud, sino los cacerolazos de las personas de las casas cercanas los que animaban a los manifestantes, que respondían con aplausos. Un grupo de jóvenes empezó a pegar panfletos en los contenedores de basura con la foto de Manuel Merino y Antero Flores- Aráoz con la leyenda ‘Pon la basura en la basura’. Incluso algunos choferes daban bocinazos al ritmo de la percusión de la marcha. Esto ya no lo paraba nadie.
La represión
La marcha se dirigía a jirón Lampa, donde a la altura de la estación Colmena del Metropolitano, una valla policial esperaba a los manifestantes, que caminaban a su encuentro. No estaban ni a tres metros de distancia cuando los efectivos empezaron a disparar al aire y a apuntar a los manifestantes con sus armas. La gente retrocedió; pero unos minutos después avanzaron hasta estar cara a cara con la Policía. Unos manifestantes quemaron una piñata que representaba a Merino y la gente comenzó a arengar. ‘Déjennos pasar’ era el reclamo de la multitud. Cuando de pronto, de las partes que estaban más atrás de la concentración, una botella cayó hacia los efectivos. Los manifestantes llamaron a la calma, sin embargo, desde el mismo lugar seguían lloviendo las botellas. ¿Algún revoltoso entre la multitud? Puede ser. Sin embargo, hoy sabemos que hubo infiltrados del grupo Terna entre la multitud. La autoría de dichas provocaciones es algo que dejo al juicio del lector.
Los refuerzos policiales empezaron a llegar. Los efectivos alistaban sus armas y la gente gritaba que la dejaran pasar. Llegados los refuerzos, se replegaron en sus escudos, cuando de pronto, los manifestantes empezaron a retroceder; Una neblina de gas lacrimógeno llenaba las calles y la gente corría despavorida. En medio del tumulto, algunas personas ofrecían agua con bicarbonato y vinagre para aliviar el ardor producida por los gases. Algunas personas empezaron a quitarse las mascarillas ante la imposibilidad de respirar. La represión solo estaba comenzando.
Una vez disperso el gas, algunos grupos intentaron volver. Fue entonces cuando la Policía empezó a disparar a la población civil desarmada. Cuando se oyeron los primeros disparos, la gente volvió a retroceder; un grupo de personas cargaba a un manifestante, que tenía el pie sangrando y el dedo pulgar del pie dislocado a causa de los perdigones.
Una multitud se dirigió al jirón Roosevelt en su intento de avanzar. Sin embargo, las fuerzas represoras ya se habían adelantado; una cortina de gas esperaba a los que se atrevían a adentrarse en el jirón. En Lampa, otra cortina de gas. En el cielo, un helicóptero esparcía gas sobre la población civil. Estábamos acorralados.
Algunas personas intentaron replegarse en el Centro Cívico, donde, de momento, las manifestaciones se estaban dando sin violencia. A la par, alrededor de 300 nuevos manifestantes se acercaban a jirón Lampa. Los enfrentamientos continuaron, esta vez con más efectivos policiales que disparaban indiscriminadamente a las personas y gaseaban los alrededores.
Al momento de escrita esta crónica, hay al menos dos heridos graves. Percy Pérez se encuentra con pronóstico reservado en el Hospital Almenara tras recibir un impacto de bala en el abdomen. La Coordinadora Nacional de Derechos Humanos del Perú también reportó a Rubén Guevara, quién terminó con el rostro desfigurado a causa de los perdigones. Entre los heridos también se encuentran reporteros de Ojo Público, la agencia France Press y Canal N.
El régimen de Merino se sabe acorralado. No solo no cuenta con la legitimidad popular, sino que su legalidad -tan cuestionada por constitucionalistas como Omar Cairo e incluso por la Facultad de Derecho de la PUCP- pende de la próxima decisión del Tribunal Constitucional. La Comunidad Internacional sigue sin reconocer el gobierno de facto. Se empieza a tambalear el castillo de naipes.
Hoy, una vez más la población civil escribe la historia del país. Los políticos lo saben y tiemblan. Muchos de ellos ya empezaron a saltar del barco.
Pero esta batalla por la vuelta a la democracia aún no termina. Las siguientes páginas de la historia están aún por escribirse. Depende de nosotros.