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Ser gay está bien («El periodista genérico»,15/12/2020)

Por Marco Vértiz

 

Fue fácil salir del clóset. Lo difícil fue no volver a la seguridad del armario. Desde pequeño me decían que ser gay estaba mal. Me lo decían mi padre, mi abuelo, mi psicólogo y mi psiquiatra. Me lo repitieron mis «amigos» de la infancia, la adolescencia y la adultez. Me gustaría decir que yo nunca oculté lo que soy. Pero muchas veces me vi tentado a hacerlo. Salí con muchas chicas a las que luego de un tiempo les mostraba mis verdaderos colores. Dos de ellas me bloquearon y la otra solo dejó que la «amistad» muriera. El problema era que incluso los mismos gays no me aceptaban. Decían que me faltaba «pluma». Como mi profesor Mauricio Bombardo, un gran escritor heterosexual. Yo tampoco me siento parte de ellos, los activistas que se besan semidesnudos frente a la catedral de Lima no me representan. Pero entiendo que es una manera de gritar que jamás volverán a la oscuridad.

 

No me importa el dinero, no deseo los aplausos vacíos de personas que apenas conozco. Tampoco me importa el sexo y que mi psicólogo me diga que disociarlo del amor romántico es algo solo posible en la mente de un quinceañero, de un soñador. Lo único que quiero de esta vida es verme reflejado en los ojos enamorados de una persona, sea hombre o mujer.

 

Más allá de opiniones políticas (si quiero el matrimonio gay o no, o si ansío la adopción de un niño con otro hombre), entiendo la fortaleza de muchas personas que deciden no tener una vida ficticia. Y entiendo que quieran gritarlo y eliminar cualquier posibilidad de que alguien los confunda. Porque la lucha interna, la más difícil, no ha terminado. El miedo siempre sigue ahí.