Por Bryan Cóndor
Sin duda alguna, el nuevo coronavirus ha sido el protagonista del año que acabamos de dejar atrás y también sin duda será el principal tema de discusión en los años que vendrán. Muerte, desempleo, pérdidas económicas, crisis políticas y sociales. La pandemia ha sido una matriz que ha expuesto no solo las contradicciones y precariedades del sistema político, económico y social, sino las flaquezas de una sociedad cada vez más individual y egoísta, salvo algunos casos de solidaridad social y autogestión que hoy en día apenas persisten.
Pero, en toda crisis, siempre hay que buscar un culpable. Así pues, tuvimos noticias de Trump intentando demandar a China y desuscribéndose de la OMS, a la Comisión Europea declarando que iniciarían investigaciones, etc. China era no solo la cuna de la covid 19, sino la responsable de la pandemia. Y fuera de teorías de conspiración que, a modo de creepypasta contaban el origen artificial y deliberado del virus -entre ellos el premio nobel de medicina Luc Montagnier-, lo cierto es que, si bien el virus fue -al menos mediáticamente- descubierto en diciembre de 2019 en Wuhan, hoy sabemos que el nuevo coronavirus ya se encontraba, por las mismas fechas en Italia y Francia y en marzo de 2019 en España.
No me malinterpreten; no clamo aquí por que China no deba ser investigada por su manejo poco transparente de la pandemia. Sin embargo, las posibles sanciones -si llegan a darse- le vendrían como anillo al dedo a unos Estados Unidos cada vez más golpeados económica y políticamente por la administración Trump, que dicho sea de paso, no ha podido ni con el coronavirus, ni con Tiktok. Los chinos están ganando terreno, incluso con sus tradicionales socios europeos.
Crear una narrativa con un culpable visible es un acto político, efectivo en materia electoral, pero poco eficiente a la hora de combatir el virus. Vemos el caso de Sputnik V, la vacuna rusa acusada por muchos medios de comunicación de haber saltado fases, de ser producto del espionaje estatal ruso entre otras cosas. Lo cierto aquí, es que es una de las vacunas con mayor efectividad (92%), junto a la de Pfizer, pero sin el inconveniente de una cadena de frío tan exigente. Incluso AstraZeneca, la vacuna de la universidad de Oxford, tiene un convenio con la vacuna del Kremlin.
Si bien, tanto la vacuna como el supuesto origen del virus pueden ser armas políticas en un proceso de asenso y caída de superpotencias globales, lo cierto es que esos enfrentamientos le hacen flaco favor al ciudadano común. Como dijo el filósofo esloveno, Slavoj Žižek en su ensayo Pandemia, la covid 19 sacude al mundo (2019), hoy más que nunca, el bien común es el bien propio. La única forma de salir de esta crisis es la cooperación global. Ni Estados Unidos primero, ni el viejo mantra individual y muy de moda del ‘yo primero. Mi prioridad soy yo’. Lo único de lo que puedo estar seguro es que, cuando se supere la pandemia de la covid, nos tocará hacer frente a la peor y más duradera pandemia de la historia humana; la indiferencia.