– En junio se seguirá con la batalla entre Enki y los 9 sugaar.
Era la segunda lucha con esos dos monstruos. La tercera, el cuarto, el octavo y yo fuimos nuevamente enviados a esa dimensión onírica. Nuestras conciencias y cuerpos también lo hicieron esta vez. Los dos guerreros reclamaban la luz que dormía en Artyom. El noveno lo reclamaba como un de sus generales más fieles y el demonio Vetala ansiaba recuperar las energías que en él había sellado. Todos ya habíamos muerto y retornado. Éramos soberanos sobre el tiempo.
Fui atendido por unos desconocidos que se expresaban en un idioma nostálgico e impropio para la época. Era la convergencia de muchos de mis recuerdos enterrados. Mi misión era rescatar a Artyom de la prisión que lo había paralizado. Él los asesinó sin ningún problema. Era el guerrero que dominaba el agua en casi todas sus formas. Solo me quedó alejarlo de mí corriendo hacía mis compañeros. No era momento para intentar un autosacrificio. La pelea con el guerrero de fuego era monstruosa. La tercera cada vez tenía más control sobre los poderes otorgados por el décimo. El cuarto y el octavo intentaban ayudar mientras encaraban a los 3 vasallos del noveno (él estaba a punto de hacer su aparición).
Cuando llegué los 3 miembros de la élite Inguma ofrecieron su rendición y sellar al guerrero de fuego. El cuarto los encerró en una prisión de piedra y decidió unirse a la tercera para frenar al demonio de fuego. El octavo y yo no podíamos hacer mucho ante un rival que raramente tocaba el suelo.
La tercera contraatacaba usando el propio fuego del demonio pero este parecía inmune. El cuarto le lanzaba rocas. El octavo y yo socorríamos a las personas del pueblo olvidando que no eran reales. Aún así nos era imposible quedarnos a admirar su dolor. El fuego ansiaba tragarse todo.
El séptimo suggar