– Hay sociedades que anteceden al nacimiento de un individuo.
– La cultura viene dada al igual que el consenso precedente.
– La realidad es una sola pero solo accedemos a ella desde nuestra humanidad.
– El individuo puede desarraigarse de lo enseñado pero debe negociar con la mayoría.
– Hay consensos inválidos.
Si bien la sociedad es un conjunto de individuos, esta equivalencia lógica es un reduccionismo cuando se acude al mundo real que contempla el atributo del tiempo. La temporalidad deja muy claro que la sociedad antecede al individuo. O mejor: hay sociedades que anteceden al nacimiento de un individuo. Esto no es excluyente con el hecho de que la sociedad sea un conjunto de individuos sino que es una realidad innegable que reconoce a la temporalidad. ¿Y los individuos no anteceden a la sociedad? Tenemos que advertir y distinguir a qué sociedad nos referimos porque en una propuesta despojada de temporalidad pues hasta la pregunta se hace tonta. Podemos retroceder en el tiempo y ver cómo siempre se cumple que la sociedad precede al individuo hasta que llegamos a un punto en que la sociedad (en un sentido muy amplio) fue formada por individuos. Tenemos entonces que resaltar dos cosas: es el único caso en el que parece no cumplirse que “la sociedad antecede al individuo” y debemos preguntarnos a qué individuos nos estamos refiriendo. Si hablamos de individuos humanos, debemos preguntarnos si no los antecedió algún tipo de organización. Y sabemos que los humanos no salieron del suelo ni comenzaron a vivir de a dos. Me refiero a la evolución. Afirmar su existencia es también quizás asegurar que al humano lo antecedió un grupo, aunque no humano, cuasi humano.
Se puede seguir adoptando planteamientos que traten de bastardo al tiempo pero dichas propuestas son, desde un principio, equivocadas.
La cultura (conjunto de creencias, teorías, costumbres, etc) es algo que se aprende en la sociedad. La cultura viene dada. O sea, te antecede en el tiempo y, como es lógico, uno no influyó NI PUEDE influir en lo que empiezan a enseñarle cuando apenas nace en una sociedad. Hay quienes hacen la distinción entre cosas útiles como el lenguaje y creencias inútiles como, desde cierta perspectiva atea, la creencia en Dios. Y es una distinción bastante aceptable. Lo que no se puede hacer es denunciar el no haber participado en la teoría predominante cuando se la enseñaron a uno porque es un absurdo temporal. La cultura es naturalmente inevitable. Uno no puede decidir no recibir cultura alguna. Pero uno sí puede desarraigarse de lo enseñado pero resulta que esto sucede cuando uno está formado (inmerso en esa cultura).
¿Debemos seguir las tradiciones solo porque un grupo de personas acordaron (y a veces ni eso) que era lo correcto? El desarraigo es más común de lo que se puede imaginar. No existe una homogenización tan radical. Los individuos difieren en sus naturalezas, en sus modos de ser. Quizás en este punto deba afirmar que hay algo de innatismo. No todos los individuos reaccionan igual ni hacen lo mismo con lo enseñado. Hay quienes se quedan con el lenguaje y desechan el resto (aunque es imposible hacerlo del todo porque el lenguaje está impregnado de la cultura). Lamentablemente es el mismo lenguaje (cuyos significados también vienen dados) el que facilita una legitimidad de lo que viene dado (de la misma cultura). Pero también se han creado otras instituciones que definen lo correcto, lo bueno, lo justo, etc. Es así como “libertad” y “Estado” tienen definiciones legitimadas. Pero pese a esto, los individuos podemos cuestionar todo esto pero bajo sospechas y acusaciones de revisionistas. Y otras veces siendo mirados con simpatía. Lo que un grupo de personas acordaron es el consenso pero no es un consenso unánime y naturalmente tampoco puede serlo porque los individuos diferimos entre nosotros. Este consenso es cambiante como la cultura misma. Este consenso que nos antecede implica a la cultura en sus dos significados: conjunto de teorías y creencias, y referencias humanamente universales.
Este consenso es intergeneracional e inacabado. Este consenso define lo “bueno”, “bello”, “justo”, etc. Es como una aleación entre la cultura particular de una sociedad anclada temporalmente y geográficamente, y los valores supremos que se dicen humanamente universales. Si bien las sociedades difieren en las costumbres, coinciden en algunas cosas. Estas últimas son las humanamente universales. También vale decir que este último concepto es en principio bastante occidental y etnocéntrico (tendencia que es irrenunciable al ser individuos de una cultura en particular). La razón de que sea algo occidental, me hace plantear que lo verdaderamente humanamente universal es otra cosa. Así es como los sentidos serían lo más compartido y por lo tanto lo más humanamente coincidente. Mientras que las teorías serían culturales aunque prevalecieran en casi todo el planeta. Pero, como dije antes, ambas cosas van en el mismo consenso cambiante (ambas cosas son parte de la misma aleación). El fuego quema a todos pero no todas las teorías sobre el fuego son iguales (en una tribu, por ejemplo).
Y el consenso es sobre la realidad, la cual es una aunque haya distintas teorías sobre ella. Y sobre esto se debe decir que la realidad que conocemos solo la conocemos como humanos. Y que la perspectiva sobre ella se basa en una cuestión de frecuencia (aunque no del todo como es obvio -hay más factores-) por lo que los que sufran de anosmia o acromatopsia conocen “una realidad anormal/incompleta” en comparación de quienes la conocen “completa”. El consenso es en principio las coincidencias empíricas y luego se nutre de coincidencias sociales.
¿Pero entonces el individuo está sometido por estas verdades que él no formó? Se puede ver con pesimismo la teoría de la verdad social a la que muchos nos suscribimos (no por comodidad sino por convicción) pero esta no es indiferente a que la cultura y el consenso vienen dados. Y por eso mismo es que planteamos una escapatoria. Aunque los conceptos como “verdad”, “bello” o “justo” vengan dados pues, dentro de la misma teoría social de la verdad, no son incuestionables. Esto deja espacio para las personas que se desarraigan de lo enseñado y para los precursores paradigmáticos así como para los innovadores. Pero no todo disidente puede ser visto como genio sino que sus propuestas deben ser siempre (y naturalmente será así) confrontados con lo dado (con lo hoy legitimado) aunque lo hoy legitimado sea incorrecto. Una sociedad lo suficientemente tolerante sabe esto último pero tampoco se pondrá a aceptar cualquier planteamiento delirante.
*Por cierto, hay un cuestionamiento muy válido de que ciertas cuestiones culturales son realmente naturales justamente porque sean más coincidentes. A esto se puede agregar que algunas cosas culturales que no lo parecen son realmente naturales o emanan de la naturaleza. O son simplemente naturales en un hombre social.
El individuo no debería ver el consenso que lo antecede como algo hecho por una banda de tarados. Debe aprender a negociar con la mayoría (la que por cierto es lógicamente un grupo de personas pero simbólicamente y realmente más que eso). Por supuesto, hay cuestiones que no se deben seguir de un consenso precedente y que quizás merezcan ser rotas con premura. Si viviera en una teocracia, desafiaría a la mayoría. Esto porque sería un consenso inválido fundamentado en verdades Absolutas incuestionables (y esto es algo incompatible con la teoría social de la verdad). ¿Merece la democracia actual el título de consenso inválido? Hay que ver los planteamientos que nos presentan. Una cosa es ser antidemocrático y otra, como nosotros, post democráticos.
Sobre estos asuntos tengo otro texto (ver aquí).
Max Aguirre Rodríguez