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Sin titulares sobre la masacre («Reboot», cap15)

– Un año antes de las elecciones generales.

la nación

 

Por Sebastian Yanguas.

 

Octubre del 2014

 

Se nos prohibió escribir sobre Héctor ya hace demasiados años. «El cocinero» fue quien me introdujo en el mundo del espionaje cuando no me quedó de otra que exiliarme en este país. Desde entonces nos dedicamos a pinchar teléfonos y monitorear a la gente. Eran sesiones que «El cocinero» intentaba amenizar con comentarios enfermizos. Mi lealtad cambió a inicios de este año. Ahora informaba directamente a Zugasti sobre lo que se gestaba en la redacción de La Nación. También participaba activamente en el grupo Zaratustra. Mi misión más reciente era presionar (sugerir) para hacer más relevante al periodista Artyom Reshetnyak. Él ya contaba con mucha participación en un programa conducido por el político Carlos (el que fue censurado por su defensa del linchamiento). Cuando Carlos quería decir algo polémico, invitaba a Reshetnyak y este lo decía por él. La libertad de expresión era la excusa perfecta para todo esto.

 

Mientras una guerra estaba a punto de estallar al otro lado del mundo, acá parecía que más importaba los K o los cortes. O los escándalos que Carlos y Reshetnyak se encargaban de perpetrar. Todo era grotesco: violaciones, oscurantismo, difamaciones. La casta política era acusada de lo más aberrante sin ningún tipo de castigo. Todo quedaba impune porque este espectáculo hasta les convenía a ellos.

 

De los disparos a Héctor y la destrucción del carro en el que iba NO se dijo una sola palabra. Los que se sospecharon como testigos fueron asesinados o «suicidados» por razones absurdas como decepciones amorosas o económicas. El asunto solo era mencionados en blogs que nosotros financiábamos a espaldas de La Nación. Todo seguía en las sombras. Nosotros nos impacientábamos por tomar el poder. A veces olvidábamos que ya teníamos las elecciones en el bolsillo y que Sergio Massa sería quien torcería la historia a nuestro favor (en pos de la Justicia y la verdadera Libertad)

 

Mientras tanto recordaba las palabras de mi líder…

 

«La fuerza jamás debe desvincularse del sigilo. El enemigo no necesita conocer a su verdugo.»