Cuando Baker retiró esa mano de mi nalga derecha, luego de tocar mis recuerdos y el de esos criminales, pude yo acariciar sus motivaciones, sus traumas. El sueño que lo atacaba siempre. Sombras y destellos. Guardianes en el aire. Sobre una cama de arena. Ella era la niña, cuya piel era tocada por las amenazas de dos hombres. Sonidos que abusaban de ella en un lenguaje de apariencia amable. “Humberto”, decía la niña. “Humberto”, sollozaba.
La niña era su pequeña hermana, la que no pudo salvar. Desde entonces viajaba por el mundo como verdugo de todas esas personas retorcidas. En otro mundo no hacían falta los susurros de un demonio. Quizás en este tampoco. En este bastaba con exacerbar los instintos de unas pocas personas. Qué mundo de mierda.
Qué mundo de mierda. No quiero ver eso nunca más. No me importa la gente. No soy un héroe. No quiero conocer a las personas que no salvé. Para mi solo son nombres que hacen diferente cada caso. Caso Ángeles Rawson, caso Lola Chomnalez, caso Margarita. Solo son rompecabezas, retos, con motivaciones, métodos y mentiras distintas. Amo capturar a los asesinos no porque haga justicia, sino porque representan mi triunfo, la victoria de mi intelecto.
Le prometí a Baker nunca tocarme el culo de nuevo, nunca mostrarme nada dentro de su cabeza. Decidí llamar a William Lumpen. Baker se quedó a escuchar, enmudecido por mis palabras, mi poca sensibilidad.
“William Lumpen”
“Sí, ¿quién es?”
“William Lumpen, el líder de los 6 siniestros”
“Disculpe, no le entiendo”
“Ah, cierto, nuestra llamada no es privada. Escuche, señor Lumpen. Se le acabó el juego. He ganado. Usted no está a mi nivel”
“¿Quién es? ¿De qué habla? Loco”
“Soy yo, Charly. He ganado. Voy por ti, Lumpen”
La llamada se cortó y no paré de reír por un buen momento. El trabajo estaba hecho. Baker, mi subordinado, recibió la tarea de contar este caso en mi blog. Mañana él iría a la selva a ver la captura de Lumpen y sus secuaces. Solo a tomar unas fotos. Unas buenas fotos. Era todo lo que faltaba. Yo. Yo pasaría todo el día masturbándome.
Dos horas después, lo impensable. Personas cercanas a Lumpen empezaron a esparcir la noticia de su muerte. Prendí la televisión y explicaban que el joven Lumpen había decidido suicidarse. En una nota póstuma indicaba que el detective Charly lo había amenazado. En las redes sociales, otras personas indicaban haber sido víctimas de las mismas amenazas. “Soy yo, Charly. He ganado. Voy por ti”.
Me di cuenta de que Lima ya no era un lugar seguro. Ubicarme no era imposible. Si yo fuera uno de ellos, lo haría con mucha facilidad. ¿Entonces nunca podrían? Los estaba subestimando. No sabía qué hacer. Llegado este punto, luego de calmarme, concluí que debía defender mi inocencia. Si era hallado, debía contar todo lo que sabía. Mis días como detective habían terminado.
January 10th, 2015
Baker insistió en que no me entregue. Me dijo que hiciera mi vida como de costumbre. O sea, nada. No tenía ningún trabajo oficial, ninguna fuente de ingreso oficial. Él iba a colocar los identikits que vio en sus visiones. Con eso las capturas… podían encaminarse. También hablaría de William Lumpen como el diseñador gráfico del grupo criminal. Algo que levantaría mucho odio de los lectores. Pero Baker sabía que mucha gente creía en la inocencia de Charly.