El termino LGBT no es un termino exento de polémicas. Pero en muchos casos ha sido estratégico su uso, cosa que de negarlo, me haría muy mezquino. Sin embargo, siendo un termino que intenta ser «abarcativo» va a tener siempre limitaciones. Limitaciones que trascienden lo meramente semántico o político.
A casi nadie le es esquivo que hay aspectos culturales muy marcados en la comunidad gay, lesbiana y demás. Fenómenos culturales que aunque mantienen puntos de contacto, también están a años luz de un grupo al otro.
Muchas veces el trabajo de los activistas por los derechos LGBT esta sesgado no solo por un estándar político (cosa que critique en mi articulo: La secesión como arma de revolución LGBT) sino por su propia estructura cultural e «identitaria».
Un homosexual luchando por los derechos de las lesbianas por más que tenga las mejores intenciones, no podrá interiorizar de la mejor forma las necesidades particulares de ese colectivo.
De igual forma sucede con las feministas y su trabajo en el tema del activismo LGBT. Creo que el trabajo que hace cada grupo puede ser fructífero, pero no hay necesidad de forzar una homogeneización de todos los grupos ante esa manera esencialista de ver el activismo.
Cosas como el orgullo LGBT todavía tienen un marcado sesgo hacia definir las identidades incluidas en la etiqueta LGBT como una extensión del clásico «orgullo gay».
La incomodidad de los colectivos lésbicos y trans no dejan de tener un trasfondo legitimo. Creo que los «LGBT» ya somos una masa critica política, para empezar a manejar «nuestros discursos» y activismo de manera independiente (e interdependiente).
De tal forma, que nadie tiene derecho a imponernos una agenda. Muchos de los gays, lesbianas, bisexuales, etc somos apolíticos. Nuestras reivindicaciones son también apolíticas. Apolítico no quiere decir ser un traidor, un indiferente, un gay que se auto-odia. ¡No! De hecho que aunque muchos de estos gays apolíticos no lo sepan. Están siendo la mejor fuerza de choque contra el poder político al mantener una postura apolítica.
Lamentablemente desde el discurso de cierta Izquierda que después de los 70s se volvió dominante, se exige la politizacion de todos los ciudadanos y activistas.
Por lo cual, imbuidos en un discurso ya sea marxista o pos-marxista ( pero que no ha superado los errores deterministas de ese sistema) se encuentran victimas y victimarios en todos los sistemas, paradigmas culturales y roles sociales.
Cosa que yo rechazo tajantemente. Rechazo pero no dejo de no ser ingenuo de que hay injusticias estructurales que requieren de un trabajo dinámico e integrativo de parte de varios micro-grupos sociales. Pero no dejo de tener una postura individualista ante ello.
Yo soy Cesar, puedo ser gay, pero mi identidad no se circunscribe sólo a ello, ni siquiera la identidad del gay mas politizado de los activistas se circunscribe a ello.
Quisiera a razón de eso, que se repiense los activismos. Lamentablemente el sistema (al que critico en sus bordes pero sin caer en un pesimismo radical) secuestra toda buena voluntad. Las reivindicaciones actuales del colectivo LGBT son reivindicaciones institucionalistas o llámeselas moderadas.
Y sin animo de querer ser yo un radical o sectario. ¿Estaremos haciendo bien en creer que para vencer las injusticias de un teórica «heteronormativa sociedad» tenemos que «igualarnos» no solo a nivel de tener las mismas posibilidades que el resto, sino a nivel de ser parte de las mismas instituciones, tener roles símiles a los de aquellos heterosexuales?. ¿No es eso un aburguesamiento ingenuo? (uso la palabra aburguesamiento de manera irónica, siendo yo un anti-marxista).
No somos ni una cifra estadistica mas que necesite llenar los ficheros de los burocratas estatistas ni debemos ser un remedo de los que nos «oprimieron» (ojo soy flexible al usar la palabra opresor, porque no creo en una pedagogía del victimismo y revanchismo).
Cada uno tiene su estilo al plantear de cara las reivindicaciones de los gays. Sin embargo, a mí no me gusta el estilo hegemonico actual de activismo y estoy en mi derecho de manifestarlo. Pero también estoy en mi derecho de ser proactivo y alentar a la gente a que comparta mi postura. Mi postura siempre será a favor de la diversidad. Y la diversidad a veces implica: SEPARACIÓN (leer mi anterior post: La secesión como arma de revolución LGBT).
Prefiero ver una infinidad de comunidades culturales, de estilos de vida «separadas» territorialmente o a nivel de empoderamiento político, pero anexas en espíritu de colaboración y sobre todo en de preservar la diversidad que se anularía en el mestizaje de la diversidad bajo el diseño social del igualitarismo.
La diversidad no debe concebirse como una receta política. Ya hemos visto el error del multiculturalismo. Ese error no radica en un crisol de culturas diferentes conviviendo, sino en el diseño político. Lo que se llamaría «integración forzada».
La libertad debería partir de reconocernos diferentes y empoderarnos a nosotros mismos y a las personas que comparten ese máximo común divisor de ideales, riqueza intelectual y potencial de construcción de proyectos comunes. Es así que mi propuesta de pan-secesión como libertario que soy también la transcribo para el caso de las identidades LGBT en contradiccion y superposición.
Finalmente, me gustaría animar a los gays, lesbianas, bisexuales, etc que leen este post a que empiecen a pensar en función de ellos mismos antes que de identidades publicas, colectivas o peor aun políticas. Creo que así se podrá ganar mas reivindicaciones, y sobre todo inspirando respeto por sobre los demás, que es algo que nos merecemos también los gays; puesto que, muchas veces estamos caricaturizados incluso por nuestra manera particular de «ser políticos» o «activistas».