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Compatriota, prepara las armas («Voz disidente», 27/03/2015b)

– Una patria nueva solo puede nacer sobre el cadáver de otra.

diaparar

El terrorismo no es malo por sí mismo. Depende de contra quién se apunte. Si es contra personas inocentes, es un acto cobarde y criminal Si es en respuesta a leyes liberticidas y a la corrupción del gobierno, es el acto máximo de justicia.

 

¿Pero cuál es el límite? ¿Una ideología puede ser más importante que la vida de un ser humano? ¿Debe perecer gente inocente? ¿Y quién puede reclamar para sí mismo la ausencia de mancha en su vida? ¿No es cómplice también quien no interviene? ¿No es un traidor el que pretende neutralidad? Lo es. Porque quien decide no elegir un bando es al menos traidor de una de las partes. No hay inocentes. Ni daño colateral. Los indiferentes deben estar en la misma lista que los tiranos.

 

La paz no es suficiente por sí misma. Ella, así como el amor, es incapaz de protegerse a sí misma. Solo el poder puede resguardar la Justica y la paz. No nos engañemos. Siempre se requerirá sacrificios.

 

¿Qué o quiénes encarnan estos sacrificios? La izquierda. Tanto la izquierda radical como aquella que se muestra ante los jóvenes como tolerante y modernizadora. Ellos tienen como mejor arma su relativismo y sus falacias. Nosotros tenemos un discurso (y cuando este se agote, las balas).

 

¿Van a seguir esperando a que la izquierda muestre su verdadero rostro? Un camarada muerto es suficiente. No esperaremos más. La historia enseña lo que ellos son. Cualquier gobierno que no los combata, es traidor y cómplice. Quien declara «nadie debe ser juzgado por algo que aún no comete» demuestra su necedad. Nosotros conocemos a los genocidas de izquierda incluso antes de que sus actos los definan. Nosotros sí haremos algo.

 

 

 

Ricardo, líder fascista peruano.

 

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Elecciones 2021: ganar o morir (o matar) (“La lanza final”, 26/11/2014b)