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Santiago Ayala lleva ayuda a la selva («Envío especial», cap1)

Decidí apoyar a los hermanos de la selva porque, dados los desastres, muy poca gente ha mostrado lo que ellos pasan. Vamos, son explotados por diferentes empresas, pero eso no es mediático. ¿Cómo una foto podría mostrar la esclavitud moderna? Pero una vaca en el huayco, una señora que se sobrepone a la corriente mugrosa, eso. Eso habla a volumen alto. El viaje es caro, pero todo sea por ayudar. No es que me dé asco los huaycos o tenga miedo de morir ahogado y no poder lograr mi sueño de seguir viviendo cómodamente gastando más de lo que gano. No. Acá lo importante es ir al lugar del los hechos y capitalizar el desastre. Y claro, tomarse muchas fotos.

 

Día 1

 

En las calles de Tarapoto es de noche. Las motos corren y tengo miedo, porque en Lima no hay motos. No estoy en mi espacio cómodo. Ay, Santiago, donde te has metido.

Camino por las calles con mi guía, Fabio, y vemos un par de mujeres guapas en minifalda en una esquina, las empiezo a ver y Fabio se entromete.

—Son tracas

—¿En serio? No parecen.

—Es que desde chiquitos se cuidan.

—Supongo que esa es la idea, que no parezcan.

Observo en otra calle que pasamos, una mujer nada bella.

—Esa sí es mujer.

—Pues no parecía…

Me lo pienso bien. Si preferiría estar con una mujer hermosa con un bulto posiblemente más grande que el mío o con una mujer fea. Pero, al fin y al cabo, mujer ahí abajo.

 

Día 2

 

Me dirijo en mototaxi a cumplir mi otro trabajo: la búsqueda de Bep Kororoti, el astronauta ancestral.

—El huayco de acá es tranquilo, ¿no?

—Calla, huevón. Ese es el río Huallaga

—Pero las cosas deben estar mal, ¿no? Yo he venido a ayudar y las cosas tienen que estar mal, ¿no tiene una vaca sucia por el huayco, un niño con hambre o aunque sea un perrito que se cayo al río?

—No tenemos eso acá. Bueno, tenemos nuestros problemas, claro. A mí mi esposa no me quiere dejar remojarla. Y estoy aguantado. ¿Y si me ayudas con eso?

—¿Pero yo cómo convencería su esposa?