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Pack universitario («El retrato de los relegados», 06/10/2020)

Texto por Luis Saldaña Olarte

 

No suelo vestirme bien, me visto con lo primero que veo. “Bien” ante el resto, porque yo me siento cómoda y eso es lo importante. La pandemia cayó y papá perdió su trabajo. Mamá y su bodega no eran suficientes. Mis hermanos estaban sin poder estudiar; yo, la hermana mayor, me las ingenié

 

*** 

Pasamos de generar más de 4 mil soles mensuales a generar 800. A la semana siguiente, volvimos a generar cerca de 4 mil soles, pero esta vez era distinto:

  • Pack completo – 30 soles
  • Fotos en lencería – 20 soles
  • Vídeos tocándome y gifs desnuda – 40 soles
  • Vídeos, gif, audios y “regalo” – 60 soles.

Mi cuerpo estaba en venta, pero es mi decisión, quizá la única salvación. Mis padres no saben y no lo pueden saber. Procuro que en cada foto o video jamás se vea mi rostro. Si me preguntan, no soy yo

***

 

Esperaba con ansias las clases. De hecho, me había propuesto sacar alguna beca en mi instituto. Quizá un 17 o 18 nos ayude económicamente: es la mitad de pensión, es media beca. Tan solo faltaban dos semanas para el inicio de las clases. En Instagram, puse el conteo regresivo en historias. Todo iba viento en popa. 

 

El 15 de marzo empecé a asustarme, al día siguiente despidieron a mi papá de su trabajo. No había explicación, solo dejó de trabajar. ¿Qué se podía hacer? Nada. La bodega de casa -lugar donde trabaja mi mamá y mi hermana menor- era el único ingreso económico mensual. 

 

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  • Quiero los vídeos gif y “el regalo”
  • Claro, deposítame a este número
  • Muchas gracias, linda
  • 🙂

Semanalmente gano 500-600 soles, depende de la cantidad de personas que me recomienden. Los vídeos los organizo y dirijo yo; quizá sé lo que buscan y necesitan o, simplemente, lo intuyo. Gano dinero, gracias a ellos puedo estudiar. Gano clientes. Gané y gano confianza en mí y en mi cuerpo.

***

Estaba sola en mi cuarto, me puse la lencería -tengo un espejo de cuerpo completo en mi habitación- para tomarme fotos. Entró mi hermana menor y no supe qué decirle. No se me ocurrió mejor idea que decirle que era una especie de faja reductora que ayuda a bajar de peso cuando duermes. Solo sonrió y se fue. Hasta ahora no sé si se lo habrá contado a mis padres. Espero que no. Desde ese día pongo seguro en la puerta y si tocan la puerta me pongo una toalla como quien yendo a ducharse. La única persona que supo desde que se me ocurrió fue mi mejor amiga, como toda mejor amiga me aconsejó y me apoyó. “Yo lo compro, tienes un cuerpazo”, me lo repetía siempre que podía. 

Empecé a tomarme más fotos, grabar vídeos explícitos y “los regalos” eran audios gimiendo. Esto último solía hacerlo cuando mis padres y hermana dormían: iba al último piso de la casa y, al estilo ASMR, pegaba el micrófono de los audífonos a mi boca para que se oiga con claridad. Si planeo hacer un proyecto, lo planeo bien. 

 

Inicié solo con recomendaciones de mi amiga: ella le comentaba a sus amigos lo que hacía, le mostraba mis fotos y ellos aceptaban. La cuarentena no afectó económicamente a todos, al parecer. En uno de esos días de grabación para “mis clientes” -no sé si debería ir entre comillas, porque al fin y al cabo lo son- entré a la app de moda: tik tok. Por mis clases de marketing digital sé que los algoritmos de cada aplicación te muestran lo que quieres sin que si quiera sepas en qué momento te analizan. Entro y me sale un Tik Tok de una chica que generaba dinero vendiendo fotos de sus pies. Añadía tutorial, inclusive. Pensé que era mentira, pero al buscarla en sus redes me di cuenta de que era cierto. Los hashtags te posición y las personas simplemente buscan, piden y compran fotos de pies. Lo pensé, me estaba enamorando de mi cuerpo desnudo ante mis ojos y ante los ojos del resto. Ese mismo día por la noche decidí abrir una cuenta de instagram con nombre de @undurazno. Usé los hashtags y fue ahí cuando decidí comentarle a mis amigos cercanos. Empecé a generar contenido con fotos donde cubría mis pezones, fotos en lencería y más. Dos días después contaba con más de 300 seguidores y muchísimos más clientes. Cabe recalcar que no solo me pedían hombres, sino también mujeres. Pero eran ellas quienes no solo disfrutaban lo que compraban, sino me deseaban buenas vibras, consejos y bendiciones -a pesar de yo no ser creyente-. 

*** 

 

  • Tienes un culazo, ¿dónde de depósito?
  • Hola, buenas tardes. Mi número de cuenta es tal
  • Ya quiero ver ese culazo y espero ese regalito
  • 🙂

Ese tipo de personas no me gustan y a la vez sabía que se convertirían en clientes fieles al mandarles el material multimedia que piden. Aunque el trato no sea el indicado, era mi decisión y ya la había tomado. “A chambear”, como se dice coloquialmente. Fotos, vídeos y regalos entregados. Eso no fue todo: 

  • ¿Aceptas cambios? La tengo grande
  • No, muchas gracias
  • Eres una zorra
  • Gracias por la compra

 

***

Empezaron a denunciar mi cuenta de Instagram por material inapropiado. Lo puse en privado, pero aun así me quitaron la cuenta. Me molestó. Siempre hay gente que quiere acabar contigo así no les hagas nada. No sabía si crear otra. Dejé de responder todo ese día. 

Al día siguiente mi mejor amiga me preguntó qué ocurrió con la cuenta. Le expliqué y me dijo que lo vuelva intentar; no contenta con solo decírmelo fue hasta a mi casa a ayudarme a crear otra cuenta. Solo atiné a abrazarla y llorar. No sabía si eran lágrimas de felicidad o tristeza, quizá sentimientos encontrados o guardados. Ese fin de semana tomé más fotos y grabé más vídeos. Ese fin de semana volví a empezar. 

Llegó el lunes e inicié la cuenta: hashtags, seguidores y seguidos. Una vez contacté con los primeros 30, se me ocurrió la idea de darles mi número y ofrecerles un descuento si conseguían más clientes, tal cual una cadena piramidal donde uno era cabeza y buscaba más personas para recibir algo a cambio. Dejé la cuenta de Instagram y todo empezó a ser por WhatsApp, no había forma de que me denuncien por ahí. La cadena piramidal iniciada por mí tuvo efecto. No sabía si era solo el morbo de querer verme desnuda o se sentían atraídos a mí de alguna forma. Extraño.

 

Pasaron 4 meses y el negocio jamás decayó, todo lo contrario. Pude matricularme en ciclo 2020-2 así sea virtual y complicado en una casa donde solo hay una computadora. Mi misión está cumplida. Lo hice para poder estudiar. Lo estoy haciendo. Lo logré. Lo seguiré haciendo, mi familia está estable. Yo estoy estable. Mi cuerpo me hace sentir estable, lo acepté y ahora me gusta.