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Finalmente, mi encuentro con Leonidas Zegarra («El culto de los fracasados», 30/12/2020)

Capítulo 4 de «El culto de los fracasados» (no publicado)

por Max Aguirre

 

“Chesu Mare” se estrena en el Perú dos años después de que estuviera terminada. No lo hace en un cine, sino en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) ubicado en Barranco. Confirmado: lo de Zegarra es arte. Es viernes 2 de setiembre del 2016 y he llegado temprano (como siempre). El lugar es tan artístico como intimidante. Desde el primer momento me siento algo fuera de lugar o como si el museo no perteneciera a la Lima que conozco. También está Jorge Villacorta que me espera en el hall junto al académico, y profesor de San Marcos, Atilio Bonilla que vino por su propia voluntad. Entrevisto brevemente al veterano académico sobre la obra de Zegarra. Él rescata “De nuevo a la vida” y su discurso en defensa de los campesinos. O sea, él vino para apreciar algún tipo de cine popular. Se equivocó. Villacorta señala que Bonilla es un comunista. Atilio no se molesta y lo confirma burlonamente. Sus gafas oscuras me impiden estar seguro. La primera película de Zegarra tiene un discurso difuso, en especial al final. ¿Es realmente una defensa al campesinado o una crítica a la migración? Villacorta muestra el recorte de una revista donde se le critica a Zegarra su falta de compromiso con el ideal socialista. Bonilla se ríe de su teoría y contraataca: “si hubo gente así, era minoría dentro de la izquierda. Eran radicales, uno pocos, dentro del movimiento”. Villacorta deja de insistir con sus teorías y se va a preguntar a la recepcionista si ya podemos ingresar. No, aún no. Bonilla no desaprovecha el tiempo y me habla nostálgicamente de la izquierda de los 70´s y 80´s. De Zegarra ya no quiere hablar luego de que le cuento más de su filmografía. Se ve algo decepcionado. Parece arrepentirse de haber venido.

 

Llega Gustavo Buntix, curador de la muestra, acompañado de su hija (y su pretendiente). Nos paramos a saludarlo, a excepción de Atilio. Buntix me recuerda mucho a Papa Noel, pero no nos regala nada. “¿Él es Leonidas?”, pregunta sobre Atilio. No, Gustavo no lleva gafas oscuras. Bonilla hace un gesto con su boca, como si se quedara medio “picón”. Luego Buntix se aleja.

 

“Sí, a él le gusta todo eso del arte moderno”, señala Atilio. Añade burlonamente que en este museo se presenta lo que sea, pero que Buntix es muy hábil para explicar cada obra, que es muy informado sobre arte. ¿Él se haría dos libros de análisis viendo una película entonces?, le pregunto. “sí, hasta más”, ríe Bonilla. “Bueno, es lo que permite la capacidad de raciocinio, señor Aguirre”, interrumpe Villacorta consciente de que Buntix aún no se había alejado mucho.

 

Para ser sinceros, a mí también me llamó la atención que Buntix no notara la inmensa diferencia entre Atilio y Zegarra. Aunque estábamos sentados y la altura en ese estado no se calcula con exactitud, Atilio es un hombre mucho más delgado. Zegarra, al que conocí minutos después, es un hombre con cierta gordura y como de 1 metro 50. Como leí alguna vez, el cineasta tiene manos como de niño. Pero su apariencia no es infantil. Verlo en persona derrumbó muchos mitos que tenía sobre él. Antes del encuentro, creía que Zegarra era un mitómano que hablaba de una manera nerviosa e inquietante (desesperante). Pero yo me encontré con un hombre totalmente cuerdo y serio. Confieso que me emocioné al entrar finalmente a la muestra. Veía paredes blancas mientras caminaba sabiendo que me encontraría con alguien a quien admiro. Pero al mismo tiempo temía que el personaje de mi libro distara del real. Lo último fue justamente lo que ocurrió. Yo conocí a un Leonidas Zegarra calmado pese al Parkinson. Conocí a un hombre equilibrado que andaba en bastón. A un hombre que me pareció sincero y no un loco que se creía un dios del cine. Eso sí: se veía algo derrotado. Como sabiendo lo que implica ser presentado en un museo y no en un cine. Su vestimenta era un terno de un dorado claro al igual que sus grandes lentes. Su corbata roja era notoria sobre su camisa blanca. Era un hombre de escaso cabello y de poco ego (no fue el mitómano egocéntrico que muchos habían inventado).

-Soy un gran fan suyo.

-Finalmente.

-Don Leonidas, sí, finalmente. Recuerdo que le dije para ir a Bolivia. ¿Se acuerda?

-Sí, lo recuerdo. Lo siento. He estado mal. He estado luchando contra este mal del Parkinson que no me deja tranquilo. ¿Me vas a grabar?

-No, mis compañeros no pudieron venir con la cámara. Pero puedo grabar el audio. ¿Está bien?

-Sí, vamos por allá. Hay unas sillas.

Villacorta parece tan emocionado como yo y saca una cámara de bolsillo con la cual planea retratarnos como un gran periodista y un genio del cine. No tardo mucho en esa entrevista. Mis dudas principales son respecto a la mitología que manejan Huanchaco y Villacorta sobre él. Eran las 6:10, casi la hora de estreno de “Chesu Mare”. Antes de empezar la entrevista recordé a cada una de las fuentes de las que me serví. Les di poco tiempo en mi mente a cada una a excepción de Isaac León. ¿Cómo su propio profesor habría truncada de alguna manera su carrera? ¿Cuál era la verdad de esa riña entre Zegarra y sus profesores Isaac León y Desiderio Blanco?

 

Los detractores de Zegarra ahora descansan o se jubilaron, como su profesor Isaac León Frías. Pero al mencionarles a Leonidas vuelven a las armas. Para muchos el arte debe tener un mensaje, debe ser casi una denuncia. ¿Hay denuncia en el arte de Zegarra o solo busca entretener? No tener un mensaje (o mostrarlo mal) fue lo que le costó a Zegarra la crítica de su profesor Isaac “Chacho” León Frías.

 

Villacorta cree que el profesor Isaac León le dio la espalda a su alumno. Leonidas Zegarra me cuenta que siente que Isaac León nunca aportó nada a su vida. El cineasta prefiere una respuesta calmada que apelar al mito de su asesor Villacorta. La versión de León es que simplemente nunca esperó gran cosa de “un alumno que nunca destacó y que jamás habló en mi clase”. León Frías recuerda que él fue su alumno en clase de Historia del cine allá por 1972 en la Universidad de Lima. Este dato no lo recuerda don Leonidas. Le enseñó Neorrealismo italiano. Le hago recordar la primera película de su alumno (“De nuevo a la vida” -1973-) y se reafirma en su crítica de que Zegarra tuvo poca pericia técnica y narrativa. Le cuento sobre las teorías que Villacorta ha difundido (como la que narra cómo el maestro Chacho León quiso proteger a su alumno favorito Francisco Lombardi y que por eso destruyó a Zegarra en su crítica). Él afirma conocerlas, pero no ahonda en esos mitos. Zegarra tampoco da crédito a esa fábula. Considera que Lombardi ha hecho bien su carrera y no dice más. “Estudiamos juntos, pero no he visto muchas de sus películas”, cuenta Zegarra. ¿En serio el desprecio a Zegarra por parte de León se debe solo a lo técnico y no a lo ideológico? No es una locura preguntarlo y cuestioné sobre eso al crítico de cine.

-En la primera película (quizás la más rescatable) hace guiños a muchos cineastas, ¿no? Pero como que parecen copias burdas. A mí sinceramente la primera hora me parecía bastante aceptable. La última media hora sí es cualquier cosa- le confesé.

-Yo no la he vuelto a ver, pero tengo la impresión de que allí hay una propuesta argumental más coherente, aunque el tratamiento resulta en exceso sensiblero. Pero es un trabajo comparativamente más cuidado que las otras películas que he visto (“Los siete pecados capitales y algo más” o “Mi crimen al desnudo”).

-Hay un estudioso [Villacorta] que dice que calificó esa película como un bodrio por diferencias ideológicas… me suena medio raro.

-No sé de qué diferencias ideológicas se trata. También se ha dicho y el mismo Zegarra lo ha mencionado que la crítica lo perjudicó para favorecer a Lombardi y la verdad no creo que puedan ser comparables, por más que se puedan cuestionar o no gustar las películas de este último.

-¿No hay nada de verdad en eso?

-No tengo absolutamente nada personal en contra de Leonidas Zegarra, pero no es satisfactorio para mí saber que fue mi alumno en un curso de Historia del Cine.

Zegarra admite que había cierta envidia hacia lo que hacía, que estrenó una película con apenas 18 años. No le confronto ese dato. Me aclara que la terminó casi a esa edad, pero que se estrenó oficialmente unos años después. La rivalidad entre alumno y profesor es algo no muy desconocido. La crítica de cine y directora de Desistfilm, Mónica Delgado, sabe del conflicto entre el alumno y el maestro que comenzó en 1973. Para ella muy posiblemente lo condenaron por bautizar a uno de los villanos de “De nuevo a la vida” (1973) con el nombre de Chacho: “Isaac”, el terrateniente que no quería entregar sus tierras a “sus cholos”. El asunto ideológico lo considera una causa posible. Yrigoyen también veo esto plausible, pero cree que Zegarra y Villacorta exageraron el asunto. El profesor sabe cómo refutar todo esto.

-Mmm… se dice que usted era de izquierda y que creía que las películas debían tener algún tipo de denuncia social. Y que Leonidas Zegarra no quiso seguir esa línea- le pregunté.

-La posición de izquierda no me hacía favorecer un cine de denuncia. Al contrario, fui bastante crítico de la mayor parte de las películas de denuncia social por parecerme oportunistas, contradictorias, inconsecuentes, efectistas, tremendistas, etc.

-¿Y si la película no era un mal intento de crítica social sino una consciente burla al discurso de izquierda? Aunque, claro, ¿cómo saberlo si el mismo director no lo declara?

-Me parece bastante forzado ver las películas de Zegarra como ejercicios de ‘meta-cine’, es decir, reflexiones sobre los abusos o los excesos de la truculencia erótica, criminal, humorística, etc. No cualquier cosa es meta-cine. Tampoco las películas de Ed Wood.

-En todo caso, la teoría que es un genio que se disfraza de mal cineasta y se parodia a sí mismo no se puede probar. Parecería ser solo una excusa para exaltarlo por parte de los que lo estudian o adoran: Jorge Villacorta y el artista Huanchaco.

-Sí, pues, lo dices muy bien. No sé si Huanchaco fue el que hizo la exposición sobre Zegarra que no vi, pero de la que me han hablado mucho.

Ya hemos visto las teorías metanarrativas que se inventa Huanchaco para justificar los conciertos de tecnocumbia que rompen la continuidad en “Mi crimen al desnudo”. Pero en ese caso en particular no es un invento. Leonidas Zegarra me confirma que sí les dio ese fin a esos clips de tecnocumbia. Y sobre su rivalidad con León agrega que sí les hizo una broma cuando bautizó con su nombre al capataz. “Sí, fue una broma. No pensé que lo tomaría así”, me cuenta. Son las 6:20, 10 minutos para que empiece el estreno. Ya hay unas veinte sillas apuntando al écran. Ya hay unos cuantos curiosos. Veo por ahí a Atilio Bonilla que estuvo viendo el resto de la obra de los micro museos (creo que lo vi frente a la muestra travesti).

-Ya falta poco. Siempre le he querido preguntar cuál de sus películas es su favorita.

-Para mí todas son especiales. Yo aprecio a todas.

-¿Pero no hay una que aprecie más?

-Todas me constaron realizarlas. No podría quedarme con una sola.

-A mí me encanta “Mi crimen al desnudo”, es la más original que ha hecho. ¿La parte en la que el actor que hace de Poggi y Américo se tocan homosexualmente simboliza una trasgresión del poder? ¿El prisionero se rebela ante su captor?

-No, eso fue una broma para Poggi- ríe Zegarra.

-Ah, fue eso.

-Sí, por eso él se alejó del rodaje y tuve que contratar a ese actor.

-¿Originalmente Poggi iba a hacer esos tocamientos homosexuales?

-Sí, Poggi iba a interpretarse a sí mismo. Estaba en el guion. Pero se molestó por esa broma. Aunque después con él hicimos algo con Rosy War.

-La introducción.

-Sí, él sale al inicio.

-Don Leonidas, yo admiro su vehemencia. Ya va a empezar su película. ¿Podemos hablar luego?

-Sí, por supuesto. ¿Pero no hay nada más que quieras preguntarme ahora?

-Bueno, sobre el presupuesto que gasta. ¿Es cierto que solo invierte 10 mil soles?

-Eso es una mentira. Mi última película me costó 50 mil soles. Y la estrené en grandes salas de Bolivia.

-Ah, entonces sí estrena en grandes salas.

-Por supuesto.

-¿Y cuánto ganó con esa inversión?

-Bueno, recuperé lo que invertí.

-¿Entonces no ganó nada?

-Yo hago películas porque siento una pasión por el cine.

-Entiendo. Gracias por la entrevista. Me gustaría hacerle unas preguntas a Mariana. ¿Está bien?

-A ti. Sí, adelante.

Sanjinés en “El cine en el Perú” (1998) decía que los cineastas latinoamericanos deberían apartarse de las fórmulas hollywoodenses y buscar en cambio los ritmos internos de la propia cultura[1]. Yrigoyen definió a Zegarra como un Arguedas del cine B. Tanto el aclamado escritor como el vapulado cineasta nos muestran un mestizaje: un choque entre occidente y lo andino. Esto es especialmente válido en “De nuevo a la vida” (1973). La historia de la familia que llega a Lima es un reflejo de la propia experiencia de Zegarra (y de Arguedas).

 

La actriz Mariana Liquitaya, retratada como una loca, resulta ser un mujer encantadora y muy atractiva. Ha venido con un vestido negro que resalta sus curvas y con una correa negra que no antagoniza con sus carnosos labios. Su mirada refleja seguridad. Su piel y su cabello negro están muy bien cuidados. La boliviana me trata con un interés inusitado (como si este libro fuera a cambiar el mundo -o al menos su vida-). La relación con Zegarra dista de ser un romance. Ella es más como una hija algo malcriada por ratos. No le gusta que Zegarra la llame mientras habla conmigo. Me entrega toda su atención. Se acerca a mí para ponerme al día sobre su filmografía: ella ha sido la musa de Zegarra desde 2005. Yo rápidamente dirijo la conversación a la etapa peruana de Zegarra, la que nos es más palpable. Entonces a ella, ajena a esa era, no le queda más que alabar “De nuevo a la vida”. “Sí, me gustó mucho esa película. De las que vi acá, creo que es la más lograda”, me contó. No puede faltar el tema sexual en nuestra charla. Ella me recuerda la película “Poseída por el diablo… en las garras de Lucifer” (2005). Me habla de un doble sentido en el título. Apenas lo noto. Me da a entender una violación perpetrada por el diablo. Me resulta bastante extraño esto, pero lo ignoro. Entonces me confiesa que el gran inconveniente con el título fue que los peruanos no sabían quién era Lucifer y que por eso no se vendió como esperaban.

 

Me interesa la fijación de Zegarra por el “sexo lascivo”, su perspectiva negativa sobre el sexo (Diaz Balbín mata meretrices en nombre de Dios), la aparición de figuras místicas y divinas (Jesucristo aparece en “Mi crimen al desnudo”). Estos elementos también los encuentra Mariana Liquitaya en las obras más recientes del cineasta. Pero ve una evolución clara hacia un cine con más Dios y menos sexo. “Si te das cuenta, en las películas de la virgen se destaca la ausencia de sexo”, me cuenta de manera algo burlona. Esto es algo que ya me había dicho Yrigoyen, pero cuando ella lo dice lo siento muy villacorteano, muy fantástico.

 

Ya son más de las 6:30. Hay como 30 personas listas para ver la película. Todos repartidos en ocho filas y seis columnas (sí, aún hay sillas sin ocupar). Antes de que veamos la película, un panel calificado nos pondrá en contexto. Yo me ubico en la tercera fila al lado izquierdo de Atilio Bonilla, el cual está sonriente. Me doy cuenta de que es por Villacorta que lleva un gorro que contrasta con su infinita formalidad. Pero lo más extraño es que sigue con su cámara de bolsillo en la mano. Ensaya unos encuadres hacia el resto del panel calificado. A su extremo derecho está Huanchaco (informal como siempre), a su derecha más próxima está el curador Gustavo Buntix, a su izquierda más próxima se encuentra su ídolo Leonidas Zegarra Uceda y más lejos, la actriz boliviana Mariana Liquitaya.

 

El primero en tomar la palabra es Huanchaco. Prácticamente repite todo lo que dijo en la entrevista que le hice. Casi tal cual. Incluso que vio la primera película de Zegarra en un cine porno. La gente ríe. Ya inicia el espectáculo. Luego Buntix se pone a teorizar sobre Zegarra. Resulta insoportable, poco creíble y culterano. Como si no conociera nada sobre Zegarra. Villacorta me mira algo sorprendido mientras el curador ahonda en su discurso. Yo estoy a punto de reírme. Atilio también sonríe. Los demás invitados están muy serios. Trato de calmarme. Lucho contra mi carcajada agachando la cabeza y mirando al suelo lo más que puedo. Las palabras rimbombantes que escucho parecen más un delirio de Villacorta. Cuando finalmente le toca el turno al asesor, queda instaurada la licencia para reír. Aunque al inicio me cuesta. Arranca su show explicando que lleva una gorra a pedido de Huanchaco, para promocionar el merchandising de la casa museo Leonidas Zegarra. Luego nos enfoca con su cámara y nos pide que gritemos “¡Viva la casa museo Leonidas Zegarra!”. La gente ríe. Y yo finalmente suelto la carcajada. Atilio también ríe. Aún no se decepciona por la película. La gente accede a gritar lo que Villacorta les indica. “Les explico esto. Resulta que la casa museo es un proyecto vivo que siempre está en proceso. Y ustedes tienen la oportunidad de ser parte de su historia. ¿No es fabuloso? Ahora quiero que griten y extiendan los brazos. De manera voluntaria, por supuesto”, indica Villacorta. Todos ríen y acceden al pedido.

 

Cuando es el turno de Zegarra, el tono del encuentro se vuelve emotivo. Empieza a agradecer a Huanchaco, le dice genio. También agradece al curador y al MAC. No se olvida de Villacorta. Y saluda cariñosamente la valentía de Mariana, el haberlo acompañado en sus luchas por hacer cine. Nos cuenta que busca apoyo. Quiere estrenar sus películas en los cines y seguir emprendiendo más proyectos. Repite muchas veces que su párkinson no será impedimento. Mariana toma la palabra y también agradece al resto de panelista. Espera que disfrutemos su trabajo en la autobiografía de Leonidas Zegarra, en la que el cineasta plasmó esa lucha contra todo, pero también su vehemencia. Las luces se apagan.

 

Zegarra se sienta adelante para ver de cerca su creación, Huanchaco encuentra sitio en la segunda fila y a Villacorta lo pierdo de vista. Vamos a ver la autobiografía del cineasta. Aparece un actor que finge ser él al inicio. Nos relata que su historia implica la lucha contra todo y, en especial, contra la brujería. Vemos a Leonidas en la Iglesia de cienciología (gracias a la pantalla verde). Ahí uno de sus “hermanos” en la fe le receta una solución a sus problemas de sueño, una regresión hacia su infancia a base de hipnosis.

 

Gracias a la magia del cine vamos incluso a una etapa anterior a su nacimiento. Su abuela está desesperada porque la madre de Leonidas va a dar a luz. El partero, el único de la ciudad, se encuentra en una banca completamente borracho. Yo me río, pero siento que ninguna otra carcajada asoma en el ambiente. Hay más chistes respecto a su nacimiento (como que sus hermanos se asustan al verlo porque es muy feo). Pero nadie parece reír. Entonces la cámara hace un primer plano al rostro del bebé Zegarra, es el actor adulto haciendo gestos pueriles. La gente ríe. Yo no sé muy bien si hacerlo.

 

El Zegarra de 8 años encuentra su vocación luego de ver una película con su madre (interpretada por Mariana Liquitaya). Para el Zegarra niño sí usaron a un niño (esta aclaración creo que no está de más). Su papá lo insulta y le dice que no piense en cojudeces. Su abuela lo consuela y lo anima a perseguir sus sueños. Esa misma noche sigue el consejo de su abuela y, según la película, atraviesa un bosque para visitar a uno de sus amigos. El montaje hace parecer que la casa de su amigo se encuentra en un cerro a una hora de la casa del pequeño Leonidas. Unas sombras lo persiguen de manera amenazante, pero una luz angelical aparece para guiarlo (como si se trata de algún elegido por Dios). La gente extrañamente también ríe. Por fin llega a ver a su pequeño amigo. Vive en una casa de esteras. Calculo que deben ser las dos de la madrugada. Su amigo no está feliz de verlo. Se pregunta (como nosotros) qué hace Leo a esa hora en su casa. “Quiero ser cineasta. ¿Me ayudas?”, dice Leonidas muy entusiasmado. “¿Qué vas a hacer cineasta tú si eres un cholo feo?”, le responde su amigo. Algunas personas ríen dubitativamente. Es una risa que desaparece muy pronto (como si alguien de al lado se pusiera muy serio). Lo que luego se muestra en pantalla sí hace que todos se unan en una estruendosa carcajada: en post producción le agregan un bigote hitleriano al amigo de Leonidas y detrás aparece la esvástica nazi.

 

El humor de Leonidas funciona a veces muy bien y otras veces la risa resulta involuntaria. Como cuando toca el drama de la enfermedad de su madre. Él señala en la historia que su madre enfermó por culpa de la brujería. En una escena se ve al diablo besando a una de las brujas por bastantes segundos. La siguiente escena nos muestra a la madre de Leonidas postrada y sufriendo dolores. Aparece el diablo gracias a (o por culpa de) la postproducción en la esquina inferior izquierda del encuadre. Esto genera risas de los espectadores.  Yo me mato de la risa y volteo a ver si Atilio hace lo mismo, pero él tiene una mueca como de “¿qué es esta cosa?”. “Ya me voy”, se despide. Para él ese ha sido el límite. Y solo han pasado 20 minutos todavía.

 

Me siento algo desprotegido y solo. Ya no sé muy bien cuándo reír y callar. Trataba de hallar una respuesta en las muecas del académico Bonilla, pero ahora debo utilizar las caras del resto de espectadores. Ellos parecen todo el tiempo estar disfrutando. Yo salgo un momento con la intención de volver y ubicarme en un sitio donde pueda ver a todos. Al pararme y salir del lugar ubico por fin a Villacorta que tiene la mirada de alguien que auténticamente disfruta la película. Atrás, en la posición que estoy buscando, se encuentra Gustavo Buntix y su esposa. Ellos dos parecen divertirse mucho con la película también. ¿Isaac León la disfrutaría? ¿Se arrepentiría de lo que dijo en los 70´s o le entrarían ganas de llamarlo impotente creativo de nuevo? ¿Mónica Delgado disfrutaría esta película? Ella ubica a Zegarra en el género Trash, pero en un género Trash involuntario. Ella cree que el cine que se aleja de las convenciones puede tener un valor siempre y cuando se tenga una historia que sea buena (el presupuesto deja de importar si el director logra sumergirnos efectivamente en su universo). Isaac León Afirma que Zegarra estaría emparentado con lo Trash, “pero de lo peor del Trash”. Por casi 30 minutos Leonidas Zegarra logra atraparme, pero no veo nada interesante esta vez. Por eso salgo un momento con la intención de volver. Es lo más parecido a adelantar la película.

 

Me tomo 5 minutos antes de volver al salón. Ya debe haber como 40 personas. “Chesu Mare” es una justificación del fracaso de Zegarra: el racismo en su infancia, en el colegio, en la universidad. Y la otra gran culpable: la brujería. Ni por asomo veo los riesgos que sí tomo en “Mi crimen al desnudo”. ¿Cómo hará al final Buntix para defenderla la película? Es lo que más me interesa ahora. Si se hubiera proyectado la película del 2001, todos los asistentes tendrían algo de qué hablar por semanas. Y al mismo tiempo verían que hay valor en este artista. Hablo de riesgos como el curioso realismo de Zegarra. Como cuando el asesino (Diaz Balbin) está solo en su celda luego de ser apresado. Llora. ¿Pero qué insinúa el montaje como el recuerdo de ese momento? Cinco minutos de sexo con su esposa Yesabella. ¿No es acaso lo que recordaría el hombre promedio en el momento más depresivo? No es tan arriesgado, pero al menos resulta novedoso. En “Chesu mare” solo veo una comedia que por momentos es absurda (pero más debido a la edición). Es hora de volver al salón oscuro.

 

Ya de vuelta y en un sitio que me permite verlo todo (detrás de Buntix y de su esposa), observo que la gente sigue disfrutando. La escena en pantalla es un casting a Susy Diaz (una actriz que hace de ella) para la película “Una chica buena de la mala vida”. La joven actriz se esfuerza en imitar la manera de hablar y posar de “La tía Susy”, pero de repente hace su aparición la verdadera Susy Díaz a reclamar que esa actriz no se le parece. La gente encuentra esto jocoso.  Ya estoy medio harto. ¿El resto de la película? Olvidable. A los días siguientes solo un medio (y no serio) informa sobre lo ocurrido[2].

 

Las luces ya están prendidas. No recuerdo el final, solo tengo la sensación de que fue emotivo. Para explicarnos la película y rememorarla tenemos a Gustavo Buntix en el panel calificado (el mismo que se formó al inicio). Buntix no pierde el tiempo e inicia su ensayo sobre lo que acaba de ver: “claramente acabamos de ver una película autobiográfica donde al menos, creo yo, un 50% es verdadero. Pero lo que más llama mi atención es el desdoblamiento visto en pantalla. Porque en un momento vimos a Susy Díaz al lado de la actriz que hacía de Susy Díaz. Felicito al director Leonidas Zegarra”. Aplausos, por supuesto.

 

Ahora Villacorta, muy animado, toma la palabra y pide que levanten la mano los que creen que el 50% de la película es real. No muchos la levantan. “¿Quiénes creen que menos del 50% es verdadero?”, pregunta ahora astutamente Villacorta. Por pudor muchos no alzan la mano. “Bueno, entonces, ¿quiénes creen que más del 50% es verdadero?”, pregunta finalmente. Y obviamente, los que quedan levantan la mano. Yo dudo, pero tengo a Leonidas Zegarra mirándome. Así que la levanto.

 

Termina la exposición final Zegarra. Él repite que es un apasionado del cine. Pregunta si creen que esta película se debería estrenar en las salas de cine. Casi todos levantan la mano. Hay aplausos y todos se paran. Pero no se van. Algunos son amigos de Huanchaco e irán a comer con él. Yo me acerco a Zegarra. Me pregunta si me gustó la película. Le digo que sí, pero que mi favorita sigue siendo “Mi crimen al desnudo”. Él no se ve muy complacido. No entro en detalles.

 

No he descrito mucho a Zegarra porque él es el Dios de su propia mitología. Y quizás, como en la Biblia, ver su rostro me implique la muerte. Este culto[3] tiene sus iniciados: Villacorta, Huanchaco, Zuñiga y yo. También sus impíos: todo aquel que no comparta el credo. Pero quizás también puede verse a Zegarra como un falso dios, quizás su estatua sea como un becerro de oro. Quizás Moisés, el héroe, sea Isaac León con sus mandamientos del cine. Pero nada de eso es parte de la mitología de Zegarra. No describo a Leonidas porque su apariencia terrenal importa poco. ¿Acaso se describió a Jesús en la Biblia? Importa más su vida, su obra.

 

C

[1] Sanjinés, 1998:46

[2] http://elpanfleto.pe/elvendehumo/chesu-mare-critica-a-la-pelicula-de-leonidas-zegarra-por-ivan-ramirez/

[3] Según la RAE “Honor que se tributa religiosamente a lo que se considera divino o sagrado”