– Aldo Andonegui aparentemente pudo escapar de «el encierro literario».
– Esmeraldo ahora trabaja para Ander Zugasti.
*Pensamientos de Esmeraldo.
Es 9 de diciembre y ya nadie recuerda los bochornosos textos de estos payasos. Me he encontrado con Aldo. Lo he invitado a un restaurante y él ha accedido sin pedir ninguna garantía a cambio. Es un imbécil. Posadas 1032. Estoy en el restaurante más caro del lugar: el Mirasol. Humillaré a ese tipejo desde el principio. Lo haré sentir el gusano que es.
Ha llegado Aldo con su estúpida sonrisa y una confianza totalmente absurda. Me saluda como si me conociera. Mira el lugar. No se ve tan impresionado.
Han transcurrido unos minutos del almuerzo. Empieza mi interrogatorio. Su voz se hace todavía más entrecortada al profundizar sus respuestas. Su acento es genuinamente extranjero. Es abominable.
Aldo Andonegui: ¿Qué quieres? Dime lo.
Esmeraldo: Tú desapareciste de Argentina por unos días. Quiero saber qué sucedió en España esos días en los que supuestamente estuviste secuestrado.
Aldo: Ni yo mismo sé lo que pasó, Esmeraldo.
Esmeraldo: ¿O acaso me dirás que esas idioteces que publican son reales? No soy un boludo.
Aldo: Todo a su tiempo, mi estimado agente. Quizás es cierto.
Esmeraldo: Claro, todo es cierto. Escúchame, maldito imbécil, dime lo que sabes y yo haré lo mismo.
Aldo: Esa actitud me gusta más.
Esmeraldo: Muestra un poco de respeto con tus mayores y empieza tú.
Aldo: Creo que te puedo doblar la edad.
Esmeraldo: ¿Qué?
Aldo: Está bien, anciano, hablaré un poco y luego será tu turno.
Esmeraldo: Empieza, bastardo.
Aldo: No te conviene alzar la voz en este lugar, anciano. Bien. Recuerdo que estuve con Ander. Y que nos desmayamos. No recuerdo cómo llegué a España ni cómo volví. ¿Contento?
Esmeraldo: No te creo esa boludez.
Aldo: ¡Ahora es tu turno!
Esmeraldo: No me has contado nada.
Aldo: Tú tampoco, anciano.
Esmeraldo: Conchadetumadre, escúchame.
Aldo: ¿Sí?
Aldo: ¿Qué cosa?
Esmeraldo: Está bien, empezaré yo… mira, tú y yo buscamos el mismo fin. Ambos queremos mostrar la verdad de las operaciones de «el gángster» en Argentina. Mientras tú recibes textos completamente delirantes de mis antiguos compañeros, yo investigo seriamente. Al igual que la gente que me facilitó Zugasti. Héctor va a caer. Más temprano que tarde. Yo te puedo ayudar. Ahora solo quiero saber más de ese tal Zugasti. ¿Qué te dijo? ¿Qué pasó?
Aldo: Tú y yo jamás seremos aliados mientras trabajes para Zugasti. Te equivocaste de persona. Jamás mancharía mis manos con sangre inocente como ese psicópata.
Esmeraldo: ¡Por favor! ¿Acaso te importa realmente eso?
Aldo: Desde hace poco sí. Esos días que apenas puedo recordar cambiaron toda mi vida. Ahora tengo una misión. Y tú y tus jefes y ex jefes son los enemigos de la justicia.
Esmeraldo: jaja puras boludeces.
Aldo: Ríe lo que quieras, maldito asesino. Nadie puede recuperar a tu hermana. Debes superarlo ya mismo. Lo único que quieres es vengarte de Héctor. Eres un enfermo.
Esmeraldo: ¡¡Cállate!!
Aldo: Cálmate.
Esmeraldo: ¡¿Crees que hago esto solo por mi hermana?! Sí, puedes llamarle venganza a lo que Zugasti y yo queremos hacer pero no sabes nada. Lo verdaderamente inmoral es llamarle venganza a hacer justicia. Y eso es lo que haremos. ¡Así que decide tu bando! ¡En dos años nadie podrá ser indiferente a este enfrentamiento!
Aldo: Veo que eres consciente de todo entonces. Yo también conozco los planes de ese sujeto. Pero quizás sabes apenas sus verdaderas intenciones.
Esmeraldo: Él me contó todo. Y lo que no me haya contado, lo investigaré por mi cuenta.
Aldo: Eso no es suficiente. Solo entrando a su mente serías capaz de entender la magnitud de esto y la enfermedad de ese animal. Si tú has decidido ser utilizado por él, has vendido tu alma a los perdedores.
Esmeraldo: El único lacayo eres tú, ucraniano de mierda. O quizás debería revelar la identidad detrás de tu supuesta verdadera identidad, Artyom. O quizás ya debería llamarte con tu maldito verdadero nombre…
Aldo: Me recuerdas a mí hace unos meses: confundido, manipulable e inocente. Mira lo que te han hecho.
Esmeraldo: jaja imbécil. No sabes nada. Nosotros sabemos todo sobre ti y sobre tu padre. Sabemos que eres de una familia traidora. Y en una guerra los traidores lo pagan caro. ¡Así que decide tu bando!
Aldo: Yo no soy el lacayo de un xenófobo y racista como tú ni mucho menos su empleado. Mi padre renunció a ese destino. Y yo también. No queremos tener que ver con idiotas que juegan a hacer una guerra.
Esmeraldo: ¿Jugar? jaja no sabes nada.
Aldo: Sé que es más que un juego pero en este tú solo eres un peón más.
Esmeraldo: ¿Un peón? ¿Cómo el resto de sudamericanos e inmigrantes? Te equivocas. Ellos sí son nuestros peones. Yo soy más que eso. No soy ningún idiota para luchar por una estúpida raza. Y ellos tampoco. Esto tiene que ver más con poder ahora. Y dinero. Mucho dinero. Y es justamente lo que vale mi lealtad. Jamás me vendería por menos como tu padre.
Aldo: ¡Mi padre jamás se vendió! Veo que no sabes nada.
Esmeraldo: Veo que toqué un tema sensible.
Aldo: ¡No sabes nada! ¡Eres un pésimo agente como todos los demás!
Esmeraldo: Nos encargaremos de ti luego de «el periodista» en nuestro publicitado retorno. Será algo majestuoso, Aldo. Lástima que no quieras ser parte de esto.
Aldo: Ensúciate las manos lo que quieras. No sabes en lo que te metes. Solo eres un soldado de la primera fila: manipulable, obediente y desechable.
Esmeraldo: Y tú un cadáver. Creo que acá se acaba todo.
Aldo: ¿Acá? ¡Ahora cuéntame qué pasó en Perú! ¿Qué te obligó a hacer «el gángster» cuando eras su empleado?
Esmeraldo: jaja, Aldo, realmente esto se acabó. ¡Te estoy apuntando justo al abdomen, gusano de mierda!
Aldo: Lástima, ¿me matarás frente a toda esta gente? ¿Esperas que te crea eso?
Esmeraldo: Mírame a los ojos, gusano de mierda. Esto se acabó.
Aldo: ¡Entonces se acabó! Creo que me contarás todo lo que quedó pendiente… luego.
Esmeraldo: ¡Cuando nos veamos en el Infierno!
Aldo: ¡Dispara! ¿O no puedes? Ja ja ja
No pude disparar y mi cuerpo apareció en el parque Las Heras. Zugasti tenía razón sobre este tipo. Debí tener cuidado con lo que comimos. Estoy demasiado aturdido. Me he distraído. En algún momento me dopó. Pero también recuerdo que el restaurante se deformaba. ¡Mal parido! La próxima vez no dejaré que me hagas esto. Tu cabeza ya tiene precio. Te esperan muchos años en la cárcel, Artyom. Mi gente se encargará de convencer a los jueces. Sé que leerás esto. Todos lo harán. Te silenciaremos, perro traidor.