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Tres Charlys
El mundo terminó. Anclé en mar nuevo. Me despertó el olor de la Vía láctea, de leche eyaculada.
Mi boca sedienta, como volcán centroamericano, busca y se agrieta como las favelas brasileñas. El cielo es argentino y la altura es boliviana. Pero la comida es peruana y colombiana.
La pongo cerca a mi boca y la sostengo con mis dos manos. Diminuta y negra. Basta. La guruteo. Gra, gra, gra. Es Pepsi, sin azúcar. Acá también fulgura. Acá también existe. Ahhff.
Vivo este pasado, pasado. Donde conozco el modelo de mis jeans. 501 de Levis. Donde conozco el precio de todos los carros de la calle. Me enamoro de un Kia, no añoro un Ferrari. Quiero comodidad para mi familia. Quiero llevarlos a las obras teatrales del Jockey Plaza. Quiero viajar a Cuzco. En Hiram Bin Gham.
Tengo 59 años. Soy Charly, el mejor detective del mundo.
Estoy en todas partes, pero en Lima, Perú. Es agosto del 2019. Aún no aparecen los violadores, los 6 siniestros peruanos.
Pero los periódicos enmarcan otro misterio. El Comercio con sus líneas doradas lo exhibe: “El asesino de jugadorazos”. El Chorri Palacios ha muerto.
Debo advertir al Charly de este universo. Debo ayudarlo a ganar. Los 6 siniestros no están solos. Zugasti está con ellos.
Capítulo 1: el otro Charly
Hoy cumplo 53 años. Mi sueño emulsiona. Como shampoo de 72 soles. Sin sal.
Nos observa Dios, de 6 metros y sin rostro. Ante nosotros monitores, pero también destellos de pensamiento. Él nos habla.
Una luz sol busca al retador. Dios flota sobre un planeta pequeño. Un anciano se ofrece a pelear. Dios anula la barrera y la atrae hacia él. El anciano entonces deja su enfermedad y podemos ver su poder. Sus mejores batallas. Sus derrotas. Su vejez. Su mejor versión ha sido restaurada y hoy morirá.
Ahora la veo, en un desierto. Y ella trata de explicarme todo.
Me dice que mandó a un Charly a ayudarme, me cuenta que este mundo es sueño, que debe capturar al soñador, que no planea detenerlo, no puede, quiere hablar con él, quiere una victoria simbólica. Los universos es sueños cíclicos que Dios ha infectado. Yo entonces le respondo: “soy el mejor detective del mundo y no entiendo un carajo”.
Capítulo 2: jugadorazo
Paolo “Burbujita” Rodríguez observa su redebut en el fútbol peruano. Atrás quedaron la noche española y las mujeres marroquíes. Le baja el volumen a la tele. “¿Ese conchasumare?”, dice en su castellano mal pronunciado, su única lengua. Va a la cocina por una gaseosa Pepsi (la que vibra contigo). Luego piensa en sus sartenes Renaware, las que duran generaciones. En freírse un huevo (La Calera). En su televisión con cable Movistar: CMD, su canal deportivo favorito. En Schick, la marca que mejor lo marca. Barba lista al primer ras. Piensa en Panchita, comida criolla elevada. Baja la mirada. La Pepsi emanó y roció sus zapatillas Adidas, las que siempre ha preferido. Hasta las usa para estar en casa. Así de cómodas son. Con pijamas azules hambrientas de auspiciador, Paolo grita como enfermo mental: ¿en qué momento se jodió el Perú? ¿En qué momento me ganó la coca? Por la Sarita, maldita sea todo. ¡Hijos de puta!
Se pone y saca sus lentes Ray Ban, en su casa adquirida gracias a la empresa inmobiliaria REMAX (buenos hogares a buenos precios). Por la sarita, no sirvo. ¡Hijos de puta! Paolo Guerrero, tú tienes la culpa. Recuerda que iba a ir al Mundial 2018 hasta que Paolo volvió de su sanción. Me sacaron de la lista por ese drogadicto. Maldita seas, doña Prieta. Maldita sea tu hijo.
Ahora Burbuja mira el periódico El Comercio (el más veraz para estar informado). El asesino volvió a atacar. El Chorri Palacios está muerto.
Trata de recordar los consejos de su psicólogo: “las putas no son mujeres, son la salvación”, “puedes usar la coca cuando te retires”, “Pepsi es mejor que Coca Cola”.
Alguien toca la puerta de su casi mansión. Está en la zona del Callao donde abunda gente blanca y cocaína. En la ubicación perfecta para visitar a su familia y evitar las mafias. O para evitar a su familia y visitar a las mafias.
Paolo sale y encuentra una granada.
La patea. Y va a hacer su mejor gol.
Pero Charly lo detiene.
Capítulo 3: Charly con Charly
Charly 2: ¿Cómo sabías que sería la siguiente víctima?
Charly 1: ¿No es obvio?
Charly: Bueno… Sí.
Charly: ¿De qué año vienes?
Charly: 2025. El mundo terminó cuando terminé en una transexual. Era una proxeneta.
Charly: ¿Una mujer disfrazada de hombre?
Charly: Por supuesto
Charly: ¿Sabes quién está matando a los futbolistas?
Charly: Nuestros universos no son el mismo. Este no es mi pasado.
Charly: Eso ya lo sé. Es obvio.
Charly: Entonces sabes quién es el asesino… ¿no?
Charly: Sí, pero quiero que tú lo digas.
Charly: Muy bien, Charly 53. Te lo diré. Puedes llamarme…
Charly: Charly59…
Charly: No, mejor no. Suena a acosador de Latinchat.
Isabel: ¿Qué es eso?
Charly59: ¿De qué año eres? ¿En qué año naciste… originalmente?, Isabel.
Charly 53: No esquive el reto, Charly. Contemos hasta 3 y digamos nuestra sospecha.
Charly59: Bien…
3
2
1
Charly 53: ¡El Probono spyhunter! Charly59: ¡El Huarangazo!
Charly59: ¿Quién es? ¿Humberto? Charly 53: ¿Quién es?… ¿Qué es?
Isabel: Sus universos son distintos.
Charly59: Lo son, pero puedo deducir que tendrás… tendremos que enfrentar a los 6 siniestros peruanos.
Charly 53: ¿Cómo los de Marvel?
Charly59: El tipo de la bomba, el cortanalgas, Aracno, el falso Charly…
Charly 53: Solo conozco al tipo de la bomba.
Charly59: ¿Qué sigue después? ¿Este tal Zugasti está en este universo?
Isabel: No estoy segura. Debe ser uno de esos siniestros.
Charly 53: ¿Los derrotaste?
Charly59: Me derrotaron. Tuve que revelar mi identidad.
Charly 53: Ya veo… Yo soy el mejor Charly entonces. O no… ¿Tú entiendes el plan de Isabel?
Charly59: Ni un carajo.
Isabel: Luego de salvar este universo, seguiremos buscando a Zugasti.
Charly 53: Si no van a matarlo… Si no pueden matarlo y estos son sueños… ¿Planeas infectar esos sueños?
Isabel: Ya lo estoy haciendo. No pertenecemos a tu universo.
Charly59: ¿Cuál es su versión más fuerte? ¿Podemos derrotarla?
Isabel: Quizás. Conozco a alguien que pudo.
Charly 53: ¿Podemos visitarlo?
Isabel: Quizás no es necesario.
Voz: Yo derroté al Justiciero carmesí
Isabel: Ya está acá
Charly59: ¿Quién es? Muéstrate.
Hombre: Puedo ayudarles
Charly59: Tú…
Charly 53: Te ves joven
Hombre: Sí, yo soy Charly. Pero ustedes pueden llamarme… Brun.
Capítulo 4: En busca del soñador
Ramón Ortega deambula por la calle. Extraña a Kike. Evade saludos, pero no las miradas de los empleados del minimarket Mass, donde compra a los mejores precios una gaseosa Pepsi y unas galletas Soda V. También acaricia un periódico legendario, milenario de aroma a verdad: El Comercio, con esa línea amarilla enmarcando la bolsa que lo contiene. Debe estar protegido. De las mentiras y de las traiciones. Paga 3 soles y 50 céntimos. Más allá solo hay casas grises, como salidas de la época del terrorismo en las que Ramón fantasea haber luchado. En helicóptero y disparando al mismísimo Abimael Guzmán.
La noticia del día es otra muerte: la de Burbujita Rodríguez. También en una página anónima lee sobre su despido. Lo acusaron de barroquismo. De recargar la narración deportiva de construcciones espurias y falsas. Kike no lo defendió. Ramón grita y lo oye una señora. “Calambre”, dice él.
Se dirige a buscar trabajo. Le recomendaron ir al Callao, donde la ley teme darse una vuelta. La fachada es de taller mecánico. Hay un auto eternamente en reparación, porque al fondo está el verdadero negocio: pelea de gallos. Su amigo del colegio es el cerrojo de la guarida. Puerta marrón sobre fachada menta sucia. “Marcos, amigo, me hablaron de ti”, dice Ramón jadeando. “No nos gusta los sapos, ¿periodista, no?”, se defiende Marcos. “Ex periodista. Dicen que acá pelean los gallos más bravos, los de estirpe intergaláctica, los elegidos por Dios”. “Ramón, sé lo que pasó, compare. No entiendo”. “Quiero narrar las peleas, quiero que se sienta el Coliseo romano, que la gente respire sangre y suspiros”. “Ramón, esto es pelea para gallos. Solo anuncio los ganadores o el momento para apostar. Te estás equivocando, compare”. “Si hay un micrófono, hay un altavoz para las musas. Y con ellas, hay Ramón Ortega. Déjame narrar estas guerras mundiales”. “Ya, compare. Igual la gente te conoce. Entiende tu humor”. “¿Qué humor?”.
“¡Y esto va a empezar! ¿Tenemos auspiciadores? ¿Tenemos? Los tendremos. Veo luz cerca al techo. En esos rectángulos desde… Dios nos mira. Hay oscuridad, pero pronto habrá luz. Cuando aparezcan los campeones. Seres maldecidos, conquistadores en sus antiguas vidas. Khan contra Napoleón. Ahora ellos no ordenan, ahora ellos son mandados al frente. Pero la estrategia persiste, en sus mentes de gallo. Quizás pequeñas, pero el universo alguna vez fue pequeño. O no lo sé. O no importa. Ya salen.
El árbitro se coloca en el medio y la luz lo penetra. Hoy es Dios.
¡Hoy el Ajiseco y Carmelo!
¡Potrillo contra veterano!
¡Escucho las apuestas!
¡Empieza el partido!
¡Aparecen los marcianos! Sale el valiente José Carmelo Miranda. Media luna atada a su pata, la espada del guerrero. Lleva 8 muertos, 2 picotazos decisivos y muchos hat tricks. Sale Ajiseco, con 4 muertos, 5 picotazos decisivos y dos balones de oro, listo para herir al ya curtido Carmelo. Se le ven los años y se le ve el orgullo y juventud a Fernando Ajiseco de las Casas. Se retiran los dueños, por órdenes de sus gallos.
Kike: Así es, Ramón. ¡Esta es una lucha de clases! ¡Marx contra PPK!
Se rompe el silencio, como velo del multiverso, como cuando naces y ves a tu madre, en la clínica Ricardo Palma, como vidrios en el espacio, como cuando tu pelota Walon rompe la ventana, pero la pelota no se mancha, porque usa pinturas Tekno (más colores, más bonito), eunuco, Carmelo agita las alas como el Pegasus y canta ensordecedoramente La Internacional. Fernando Ajiseco se aleja de él y mira con desprecio a Carmelo. Como un obrero rogando por su plusvalía. Se cree el dueño de la cancha, de la empresa. Va a esperar a que el veterano dé el primer picotazo. Para poder despedirlo sin pagarle liquidación. Se calientan los ánimos. ¡Le han faltado el respeto a Carmelo! Se acercan. Ya en el centro. Alargan sus erizados cuellos. Empiezan los picotazos. Son como cañones, Kike, como cuando Perú exilió a España. Como en la defensa del Real Felipe. Yo estuve ahí. A los 10 años. Con mi mamá.
El Ajiseco embiste, inicia. La gente calla. ¡Es como ver caer el muro de Berlín! El viejo paladín tiene todos los aires de un experto luchador… acostumbrado a las artes azarosas de la guerra. Ya lo dije. Es Genghis Khan. Es el Uno. ¡Es Carlo Magno! Usa su espada como esgrima, evitando la cabeza del joven retador. Pero el muchacho agita las alas como bravucón necio. Pegando con pico, incluso insultando el linaje de Carmelo.
Kike: algo pasa. ¿Fue falta?
Un hilo de sangre recorre la pierna del Carmelo. Está herido, pero este gallo es de otra dimensión. No lo siente. El rojo adorna su espíritu, es kétchup para su bravura. Es néctar para su furia.
¡El Carmelo canta! Y embiste al Ajiseco. Son golpes tan fuertes. ¡Yo no sé! El joven se levanta y la lucha es cruel e indecisa. Los aletazos cubren la acción, la enmascaran, el Carmelo se ve pequeño, sus alas se ven marchitas.
¡El Carmelo es herido! Está jadeando. Quizás es el fin.
–¡Bravo! ¡Bravo el Ajiseco! –gritan sus partidarios, los que apostaron por el juvenil, por el menor de edad.
Kike: va el juez.
Huevos La Calera (prueba la docena)
Se acerca el juez, va a decidir algo. Atento a todos los detalles de la lucha y con acuerdo de cánones, declara:
¡Todavía no ha enterrado el pico, señores!
¡Aún hay lucha!
¡El Carmelo se reincorpora! ¡Está erecto! Ajiseco lo rodea y lo humilla solo con la mirada, como si ya fuera cadáver. Lo huele, como si fuera muerto sin arma. Como si el espíritu de guerrero se hubiera extinguido. ¡Carmelo sorprende!
¡En el dolor de la caída! ¡Todo el coraje de los gallos del Caucato! Le dieron su poder. Sus padres, sus abuelos, inclusos sus hijos de universo alterno. Incluso sus mil y un hermanos.
¡Ajiseco enterró el pico! ¡Gana el Carmelo!
Kike: ¡era hoy, Ramón! ¡Era hoy!
Pero ahora se deja caer y su dueño va a revisarlo. Y no ve un arma, sino a un caballero. Carmelo estaba retirado. Hace 3 años que no peleaba, pero quiso estar hoy. ¡Quiso tener esta última batalla! La sangre no para. Es el dolor de la vida que se aleja del Carmelo. Es el néctar de su juventud que cubre sus sollozos.
Hay silencio. Los espectadores ya no celebran. Entierran la cabeza, meditabundos”.
Pero hay 4 que no lo hacen. ¿Es Ramón el soñador?
Capítulo 5: ¿Zugasti?
Al consultorio privado llega un hombre con mirada hundida, de enfermo sexual. La secretaria le pide que pase. Él se toma 10 segundos para ver sus senos y su vagina. Debajo de la ropa. No es puta, pero lo fue en el 2015. Dos divorcios. El primero era maltratador. El segundo infiel. Arruga en la frente. Piensa mucho antes de tomar una decisión. Es temerosa.
Psicólogo: Que pase el siguiente.
Charly59:
Psicólogo: Sobrino
Charly59: Mataste a esos futbolistas, ¿no?
Psicólogo: ¿Pruebas?
Charly59: Huiste de nuestro primer caso.
Antónidas: Nunca fue tu caso, sobrino. Solo estabas jugando. Solo querías vestirte de mujer.
Charly59: Yo tenía 16 años. Creía ayudarte.
Antónidas: Hice mi vida. No pude con los terroristas. Seguí en inteligencia. El caso duró años. Luego cambié de identidad. Estuve en varias provincias.
Charly59: ¿Por qué ellos?
Antónidas: Estuve en provincia viendo varios partidos. Los seguía de noche. Orinaban en las calles. Atropellaban gente. Y muchos de ellos son homosexuales. ¡Ellos son los terroristas ahora!
Charly59: Tienes razón
Antónidas: Bueno, el Chorri no era homosexual.
Charly59: Debo detenerte
Antónidas: ¿Cómo lo supiste?
Charly59: La granada que dejaste en casa de Paolo Rodríguez
Antónidas: Sabía que no saldría por la ventana. Es un estúpido. Y era homosexual.
Charly59: Me cansé de los retos intelectuales. Esto es personal. Hoy muere el Asesino de jugadorazos.
Antónidas: Haz lo que quieras, detective Charly.
Charly59: Esto se acabó. Esto termina acá.
Antónidas: Te equivocas, cachorro.
Antónidas: Esto termina en la novela del 2025
Charly 53: Quizás
Brun: Quizás no
Antónidas: Ustedes…
Antónidas rompe las ventanas con su cuerpo y empieza la persecución. Ve su Kia y sonríe. Es full equipo.