Finales no tan felices (03/01/2020)

Por Bryan Cóndor

 

Para algunos, ver una película no es más que simple entretenimiento. Una forma fácil de matar un par de horas mientras ojeas el celular o esperas el sueño. Otros usan esta invitación como un eufemismo para otro tipo de intenciones. Sin embargo, hay personas que, como el personaje de Mia Farrow en The Purple Rose of Cairo, ver una película significa algo más; es salir un momento de los pesares y sinsabores de una vida y una realidad aburridas y desafortunadas, y vivir, por un momento la emoción, la audacia, las venturas y desventuras que ofrece el séptimo arte en la piel de otros personajes, más bellos, más ingeniosos, con más suerte. Mejores que el tipo común, pues.

Y si bien, el desenlace común después de una hora y media o dos de trama termina con el bueno quedándose con la buena y derrotando a los malos, no siempre sucede. Y no está mal. Hay películas que, si bien sus finales no te dejan la esperanza de una vida de posibilidades al salir de la sala o apagar el televisor – o el pc o el celular-, logran conectar, precisamente, por retratar la vida como es; un cúmulo de situaciones agridulces en múltiples tonos de grises. Un gran ejemplo es precisamente, The Purple Rose of Cairo (1985), dirigida por Woody Allen. En la cinta, se cuenta la historia de Cecilia (Mia Farrow), una mujer trabajadora, con una vida miserable al lado de un marido alcohólico y cuya única fuente de alegría es ir al cine, donde se queda prendada especialmente de una película llamada The Purple Rose of Cairo. Después de que el personaje del filme, saliera de la pantalla al notar la asidua presencia de Cecilia, ella mantiene un breve romance con él hasta que el actor que interpreta al personaje decide ir a su encuentro. Al final, luego de que el personaje de ficción entre de nuevo a la película y de que el actor que lo interpreta también la abandone, una triste y solitaria Cecilia decide ir al único lugar donde es feliz, el cine, donde puede olvidar por un momento la miseria y tormento que algunos llaman vida viendo bailar a Fred Astaire, cerrando así uno de los filmes más surrealistas y emotivos de Woody Allen. (Y hablando del neoyorkino, otro final no tan feliz y memorable es el de Sweet and Lowdown, donde el guitarrista interpretado por Sean Penn cierra la película tumbado en el suelo, llorando por el amor perdido, homenajeando el final del clásico de Fellini, La Strada).

El signo de Venus (1955), es otro gran ejemplo. Si bien transcurre como otra deliciosa comedia italiana protagonizada por Vittorio de Sica y Sophia Loren, en el que la prima fea y solterona y la guapa y asediada viven toda clase de situaciones jocosas, el final de la película deja atrás toda esperanza; Después de que Sophia Loren -la prima guapa, por supuesto-, celebre en familia su embarazo y compromiso con el bombero del que hasta hace poco estuvo enamorado Cesira (la otra prima), Alessio,(Vittorio de Sica), un maduro y seductor poeta y estafador (verso) traiciona a esta última con su vecina y vidente. Al presenciar Cesira, el engaño a lo único a lo que atina es a tomar el tranvía para ir a trabajar, entre una multitud indiferente que se empuja y para la que ella no significa nada. Cesira mira atrás y la pantalla se vuelve a negro. Vaya final para una comedia.

No quiero terminar esta pequeña reseña sin mencionar a Marriage Story (2019), protagonizada por Adam Driver (el emo de la nueva trilogía de Star Wars) y la diosa de diosas Scarlett Johansson. Una historia que muestra el declive de una relación y lo duro que puede ser un proceso de divorcio/separación cuando una de las partes aún no cierra del todo las heridas. Sin embargo, aquí el final me parece feliz, ya que, si bien no vuelven y Scarlett tiene otro novio, las relaciones se tornan amistosas entre la expareja y se deja sentir que queda una especie de cariño especial, por llamarlo de alguna forma. Qué se yo, a algunas personas les parece triste ese final.

Como sea, a veces un final triste es lo que hace que recuerdes una película, dado que -a veces- te obliga a repensar, recordar o hacer frente tus propias situaciones. Incluso puede ser liberador. Catarsis, como decían los griegos. A veces ese tipo de finales pueden hacer la diferencia, entre un soso y olvidable final feliz y un realista y a veces incómodo y crudo final no tan feliz. Y como cantaban los Pulp en Happy endings:

And I know no one

Can ever know which way to head

But don’t you remember that you once said

That you liked happy endings

Happy endings

And no one can ever know if it’s going to work

But if you try

If you try

Then you might get your happy ending