El regreso de la guillotina («A la guillotina», 04/08/2013)

– Sería la forma más humanitaria de asesinar corruptos.

¿Qué hacer con un criminal que no se redime? Hay planteamientos diversos desde recluirlo en una cárcel pagada con impuestos de gente inocente hasta convertirlo en un esclavo que se encargará de trabajos forzados. Ambos son igual de inmorales. El primero involucra saquear a gente inocente para mantener con vida a un parásito. El segundo implica atentar contra el principio de libertad.

Un hombre que reincide es alguien que evidencia que no quiere vivir. Resulta obvio que lo más humanitario es acabar con su sufrimiento. El delincuente, como los animales, es víctima de sus instintos. Él nace y muere como delincuente. No existe escapatoria para su alma. Gente como esa no hace más que desacelerar el progreso. ¿Y si quiere vivir? Sí quiere vivir pero en un mundo dominado por la barbarie. Él quiere vivir en el infierno. Los asesinos no tienen solución. Sí, en cambio, los ladronzuelos y acosadores. Y también, cómo no, los difamadores. Uno puede dejar de robar, acosar y difamar pero jamás deja de ser un asesino. Un hombre que mata y deja de hacerlo es un individuo que descargará su ira contenida sobre sí mismo y lo convertirá, como resultado, en un enfermo mental capaz de todo. Los asesinos no son humanos. O al menos no lo son para mí. Son animales que merecen ser descabezados.

¿Para quién más estaría reservada la guillotina? Sin duda, tan bella forma de morir debe ser solo para unos cuantos irreparables. Y usualmente estos son los asesinos en serie y los corruptos que atracan a los ciudadanos por temporadas. Se deben reponer los eventos públicos en los que brille la justicia y caiga sobre los corruptos cercenándoles las cabezas. Es una muerte instantánea y placentera. Placentera para los que no somos desalmados. La silla eléctrica, el ahorcamiento y las inyecciones letales son de salvajes para salvajes. La guillotina es de gente civilizada para animales.

Yo le digo sí a la guillotina en el siglo XXI.

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